Dossier negro: Las Hadas de Cottingley

Dado que mi palabra estaba comprometida a favor de la sugerencia propuesta por el apreciado Sir Jack Winchester, he decidido resarcirme de esta tentativa y comenzar el mencionado dossier planteado por el nombrado y que yo tuve a bien aceptar en mi empeño en este otro post.

Para no saturar con un texto excesivamente grande para un foro, he pensado, en mi ingenuidad, dividir este primer dossier en tres partes, para así facilitar su lectura y promover, por otro lado, un sano interés sobre el tema que nos atañe, las Hadas de Cottingley.

Espero, con corazón sincero, que todos los presentes disfruten de su lectura así como la discusión que pueda derivar de dicho dossier.

Mencionada esta verborrea a modo de presentación del dossier, doy por terminado mi parloteo y por comenzado esta extraña y maravillosa historia que nos acontece.

Cottingley, Bradford, Inglaterra.

Galopaba un caluroso mes de julio en un anodino, y muy poco reseñable, 1917, una época oscura, si consideramos que eran los últimos moribundos estertores de la Gran Guerra, pero un excelente momento para soñar, para recuperar la imaginación arrebatada tras años de terror fruto de la sangre derramada y de los gritos ahogados por el gas mostaza y la atronadora metralla.

Un par de jóvenes primas, de tan solo 16 (Elsie) y 10 años (Frances), pidieron al padre de la primera, Arthur Wright, su cámara fotográfica de placas, con el pretexto de recordar ese sofocante verano y compartirlo con otra de sus primas, la cual no se encontraban con ellas para disfrutar de tal momento.

Para sorpresa del padre, el revelado de esa inocente excursión fotográfica le deparo una curiosa maravilla, junto a la joven Frances, quien descansaba en la imagen adyacente al arroyo cercano a la casa familiar, una serie de extrañas manchas blancas se anteponían al sonriente rostro de la niña. El hombre, asombrado por el descubrimiento pregunto por estas a su hija, la mayor de las dos, para recibir una respuesta, que en ese momento, le arrancaría una sonrisa. Aquellas manchas blancas que danzaban alrededor de su prima, no eran, sino sus nuevas amigas, unas maravillosas, y hasta ese momento, fantásticas hadas.

El asunto se olvido con el tiempo, al igual que las fotografías en un perdido cajón, el hombre, prefirió pensar que tales manchas podrían ser antes hojas arrastradas por el viento que duendes y hadas, pero para su más sorprendente asombro las hadas volvieron…

Esta vez era agosto, tan solo unos días habían pasado tras la primera foto, una nueva escapada de las niñas con la cámara de placas trajo un revelado aun mas extraño que el primero para el señor Wright, en esta ocasión, la imagen congelada en sepia deparaba una nueva y asombrosa toma, su joven hija compartía fotografía con un duende. Convencido de que las niñas le estaban tomando el pelo, un estúpido juego infantil, Arthur prohibió nuevas fotografías y relego esta nueva imagen al cajón junto la otra y el tiempo trajo el olvido a este dispar asunto sobre la “gente menuda”.

La afición por el ocultismo de la mujer de Arthur, Polly Wright, la deparo, un año mas tarde, en una reunión de la Sociedad Teosófica de Bradford, la cual, curiosamente, casi predestinado se podría decir, trataba el asunto de la existencia de las hadas, bajo el epígrafe, “La vida de las hadas”. La señora Polly recordó esas imágenes relegadas al cajón de su marido y las comentó entre la concurrencia que había asistido al debate, la cual mostro un gran interés por aquellas fantásticas imágenes.

Durante el Congreso de Teosofía, celebrado poco después, las fotografías pasaron de mano en mano, asombrando a cada uno de sus espectadores, maravillándoles con su contenido, hasta que finalmente, Edward Garder, uno de los miembros más respetados y líder teosofísta, deparo en ellas y mostro su más sincero interés en estas, llevándolas incluso a la prensa para su publicación, aunque previamente se las entrego al fotógrafo Fred Barlow, para que hiciera nuevas copias, mucho mas claras y limpias que los originales revelados por Arthur Wright.

Durante esos momentos, Sir Arthur Conan Doyle, reconocido ocultista, había recibido el encargo de la Strand Magazine para escribir un apasionante artículo, de carácter navideño, sobre las hadas. Deseoso de hacerse con ambas fotografías para ilustrar su verbo, se puso en contacto con Garder.


Al principio, el escritor desconfió de las fantásticas fotografías hasta el punto de mostrárselas a una de las mas grandes autoridades en investigaciones psíquicas de Gran Bretaña, Oliver Lodge, quien para el, las imágenes que mostraban tales fotografías no eran sino un burdo montaje al representar recortes de bailarinas con el atuendo propio de las fabulas donde aparecían hadas y duendes, referencias, por otra parte, del imaginario infantil de las dos jóvenes niñas.

Sus detractores, eminencias en el estudio de las hadas, se basaban en el extraordinario parecido de los peinados de las supuestas hadas con las actuales modas venidas de Paris, pero a su vez, para aquellos que consideraban tales fotografías ciertas, una prueba palpable del mundo oculto, se defendían en las imágenes de las hadas aparecieran movidas, demostrando que tan fantásticas criaturas estaban vivas en el momento de las impresiones.

La misma empresa de fotografía Kodak, no podían demostrar que aquellas imágenes habían sido retocadas o no por un mas que hábil falsificador, pero para Conan Doyle, autor de Sherlock Holmes, tras visitar a la familia Wright y a tenor de la honestidad de estos, no cabía duda de que eran verdaderas. La balanza, siempre cambiando, finalmente se inclino a favor de los defensores y aquellas fotos se convirtieron en la prueba fehaciente de la existencia de aquellos espíritus de la naturaleza.

En agosto de 1921, y debido a que a pesar de los duros combates por demostrar la existencia de las hadas y de la fiabilidad de los negativos tomados por Elsie y Frances, aun eran muchos los detractores, Gardner, bajo las pesquisas de Conan Doyle, entrego a las niñas unas cámaras fotográficas y sus correspondientes placas, con las que volver a capturar la magia demostrada en esas dos primeras tomas robadas al mundo de las hadas, y a su vez, con el deseo de poder demostrar, que de tomarse nuevas fotografías, se probaría que la historia era cierta. Las muchachas recibieron un rápido cursillo del teósofo sobre la profundidad de campo y los tiempos de exposición. ¡La temporada de caza volvía ha comenzar!

Pero Gardner se había guardado un pequeño as escondido en su manga y que las niñas desconocían, cada una de las placas entregadas tenían pequeñas marcas secretas, las cuales impedirían cualquier sustitución por otras o algún otro truco por parte de las pequeñas. El mismo Edward Gardner describió el encuentro con las chicas años mas tarde en un libro propio:

Me marché a Cottingley de nuevo, llevando conmigo dos cámaras y placas desde Londres, y me reuní con la familia y les expliqué a las chicas el mecanismo simple de las cámaras, dándole una a cada una. Las cámaras estaban cargadas, y mi consejo final fue que tenían que ir a la cañada sólo en los días soleados, como se habáin acostumbrado a hacer anteriormente, y seducir a las hadas, como llaman ellas a su modo de atraerlas, y ver lo que pueden conseguir. Sugerí solamente las precauciones más obvias y fáciles sobre iluminación y distancia, ya que sabía que era esencial que se sintieran libres y sin estorbos y no tuvieran ninguna carga de responsabilidad. Si nada salía de todo esto, no debían preocuparse en absoluto.

Días después de la entrega de las cámaras, el 19 de agosto, el teósofo recibió una carta de la señora Wright, en la cual señalaba:

“El tiempo estuvo nublado y brumoso toda la mañana y no pudieron tomar fotos hasta la tarde, cuando se disipó la niebla y salió el sol. Así que las dejé y fui a tomar el té con mi hermana. Cuando volví quedé bastante desilusionada: sólo habían podido fotografiar a dos hadas”.

Siempre tube curiosidad por este caso.
Estoy convencido de que fue todo un engaño: sus formas son demasiado humanas para un ser sobrenatural.

Yo ya hace algunos años pude ver un documental en la TV en el que explicaban como supuestamente habían hecho el montaje mediante unas ilustraciones recortadas.

Desde el punto de vista del siglo 21, cuando la imagen miente más que mil palabras, estas fotografías "trucadas" con simples recortes resultan simplemente hilarantes... Pero lo fascinante es que estamos hablando de otra época, en la que una imagen no se discutía. Ahi estaba, en una foto, no podía haber prueba mejor que esa.

Hombre Gris, me alegra mucho ver que ha abierto este tema. Muchas gracias

Edito la cabecera donde se sustenta el dossier para incluir la segunda parte de este monográfico y acercar tan curioso tema a los inquilinos de este magnifico caserón. En breve, no tardare en presentar la tercera y última parte donde intentare desvelar el supuesto truco utilizado para la toma de estas fotografías.

Sr. Aguin escribió:Desde el punto de vista del siglo 21, cuando la imagen miente más que mil palabras, estas fotografías "trucadas" con simples recortes resultan simplemente hilarantes... Pero lo fascinante es que estamos hablando de otra época, en la que una imagen no se discutía. Ahi estaba, en una foto, no podía haber prueba mejor que esa.

Como bien menciona, señor Aguin, a pesar de que las imágenes hoy en día puedan ser cuanto menos irrisorias para un espectador de nuestro tiempo, en su contexto, en su momento… fueron tan validas y causaron tanta polémica que sus ecos, promovidos por creyentes y detractores de este fantástico y oculto mundo, perduran hasta hoy en día.

Sir Jack Winchester escribió:Hombre Gris, me alegra mucho ver que ha abierto este tema. Muchas gracias

Las gracias deberían ser mías por proporcionarme usted el tiempo y el lugar para dar a conocer tan interesante historia al resto de los aforados.

Haya truco o no, no deja de ser una historia con un halo muy extraño... Esa complicidad entre las niñas me recuerda otro caso, mucho menos inocente, el caso en el que se basó Peter Jackson para hacer la película "Criaturas celestiales". En los años 50, dos amigas mataron a la madre de una de ellas. Hoy una de ellas es famosa en todo el mundo porque es nada más y nada menos que Anne Perry, la escritora de novelas polciacas que sitúa sus historias en la Inglaterra victoriana. Aquí Anne y uno de sus libros: