Microrrelatos steampunk (Concurso "Castillos en el aire")
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Microrrelatos steampunk (Concurso "Castillos en el aire")
Damas y caballeros:
Abro este tema para que todos aquellos que hayan participado en el concurso de microrrelatos steampunk del programa de radio "Castillos en el aire", pongan aquí sus microrrelatos.
Abro este tema para que todos aquellos que hayan participado en el concurso de microrrelatos steampunk del programa de radio "Castillos en el aire", pongan aquí sus microrrelatos.
Última edición por Sir Jack Winchester el Mar Jun 14, 2011 10:32 pm, editado 1 vez
Sir Jack Winchester- Anfitrión del Caserón
- Cantidad de envíos : 1798
Fecha de inscripción : 21/04/2011
Edad : 54
Localización : El Caserón de los Espectro
Re: Microrrelatos steampunk (Concurso "Castillos en el aire")
Bueno, empiezo yo, no sin antes recordar de nuevo que los ganadores han sido:
Josué Ramos aka Doktor von Rom. El engranaje dorado. Ganador.
Víctor Gascón Fernández aka Viktor von Krupp. Mecánica Divina. Accesit.
Mi microrrelato:
Esencia
¡Ignorantes! Eso es lo que son, unos completos y absolutos ignorantes.
Ya, ya sé que eso me beneficia, ¡por supuesto!, pero no puedo evitar referirme a su ineptitud. ¡Que sigan en el limbo con sus burdas teorías y vacuas elucubraciones!
Ah, si supieran que yo soy Jack el destripador… No pueden ni imaginárselo, con mi aspecto distinguido, mis sienes plateadas, mi rostro amable… Yo soy Jack, el Rey de Whitechapel, ¡el Diablo hecho hombre!
Pero debo calmarme, aplacar los nervios y centrarme en mi obra más importante.
Mi querida autómata, pronto dejarás de ser simples engranajes, pronto cobrarás vida y seremos felices por fin. Recuerdo cuando mis amigos te vieron por primera vez, cómo se quedaron absortos mirándote. “¡Es el autómata más perfecto que he visto nunca!” decía entusiasmado mi querido amigo el doctor Christie…
Luego leí aquel libro prohibido, blasfemo… El libro donde se hablaba de cómo para crear vida es imprescindible obtener la esencia de cinco cadáveres. Y así lo hice… Tras la muerte de la última prostituta, Mary Jane Kelly, todo está dispuesto… Pronto cobrarás vida mi querida autómata, mi gran amor…
Josué Ramos aka Doktor von Rom. El engranaje dorado. Ganador.
Víctor Gascón Fernández aka Viktor von Krupp. Mecánica Divina. Accesit.
Mi microrrelato:
Esencia
¡Ignorantes! Eso es lo que son, unos completos y absolutos ignorantes.
Ya, ya sé que eso me beneficia, ¡por supuesto!, pero no puedo evitar referirme a su ineptitud. ¡Que sigan en el limbo con sus burdas teorías y vacuas elucubraciones!
Ah, si supieran que yo soy Jack el destripador… No pueden ni imaginárselo, con mi aspecto distinguido, mis sienes plateadas, mi rostro amable… Yo soy Jack, el Rey de Whitechapel, ¡el Diablo hecho hombre!
Pero debo calmarme, aplacar los nervios y centrarme en mi obra más importante.
Mi querida autómata, pronto dejarás de ser simples engranajes, pronto cobrarás vida y seremos felices por fin. Recuerdo cuando mis amigos te vieron por primera vez, cómo se quedaron absortos mirándote. “¡Es el autómata más perfecto que he visto nunca!” decía entusiasmado mi querido amigo el doctor Christie…
Luego leí aquel libro prohibido, blasfemo… El libro donde se hablaba de cómo para crear vida es imprescindible obtener la esencia de cinco cadáveres. Y así lo hice… Tras la muerte de la última prostituta, Mary Jane Kelly, todo está dispuesto… Pronto cobrarás vida mi querida autómata, mi gran amor…
Sir Jack Winchester- Anfitrión del Caserón
- Cantidad de envíos : 1798
Fecha de inscripción : 21/04/2011
Edad : 54
Localización : El Caserón de los Espectro
Re: Microrrelatos steampunk (Concurso "Castillos en el aire")
Ahí van los míos, ambos en descarado homenaje al foro. Quería titular los dos igual, y como era evidente que no podía, el segundo me vino como un flash. Mismo título en inglés, a modo de nombre de airship pirata, comandado por supuesto por el capitán Winchester.
El engranaje dorado
Cada engranaje estaba en su lugar, pero no giraba; cada correa ocupaba su sitio, pero no se movía; todo estaba listo, pero el tiempo seguía parado.
Preocupado, el relojero vertió varias gotas de aceite aquí y allá, lubricando los engranajes, haciéndolos girar. Después, comprobó los ejes del reloj. Repasó las agujas y comprobó que estuvieran bien colocadas. Sí, todo estaba en su lugar pero, por algún motivo, el paciente no quería vivir. No podía vivir.
El relojero, desconsolado, se dejó vencer. Dejó que la luz se le apagase.
Sin fuerzas, se dejó caer sobre el cuerpo inerte y muerto de su compañera, y una lágrima brotó. Una sola lágrima surgió…
Y, sin que se percatase, esta cayó sobre las agujas del reloj, avanzando lentamente hacia el eje de la maquinaria, recorriendo el engranaje dorado, resplandeciendo, iluminando su mundo. Una lucecilla se encendió… ¡y el engranaje se movió!
Las agujas comenzaron a marcar las horas. El tiempo que pasaban juntos volvió a contar. El reloj comenzó a funcionar. Pero no para ella, no para ella.
El relojero revivió al ver funcionar su creación, su gran creación.
Pero no se percató de que ella seguía sin moverse, sin revivir, porque ya no tenía corazón.
The Golden Gear
La noche, envuelta en espesa niebla, apenas permitía posar los ojos más allá de unas pocas millas.
El capitán Winchester trataba de exponer la situación a sus subordinados: varados y sin propulsión.
De entre la niebla, se hacía patente la flota de naves Imperiales. Todos comprendieron entonces que era momento de elegir. Morir libres en el cielo, o vivir esclavizados en tierra.
Los Imperiales oímos entonces su poderosa voz a través del viento celestial, arengando de tal modo que a muchos hacía dudar de todo lo que habíamos creído hasta ese momento.
Lleno de orgullo les recordaba, como siempre había hecho, que lo único que decidiría sus destinos serían sus propias acciones.
No le era preciso disciplinar a los suyos para luchar, para mantener la jerarquía, para morir. Cien hombres ante doscientos cañones.
“¿Qué derecho tengo –dijo— a ordenaros que perezcáis bajo mi mando? ¿Qué derecho, a ordenaros que entreguéis vuestras vidas?”
No honraré más mis destrozados galones ni la Union Jack arrancada de mi deshonrado uniforme.
No quiero dejar este mundo con el uniforme sobre mí.
Me despido, a quien lea esta carta, confiando encontrarme con los valientes caídos del Golden Gear, bravos compañeros del capitán Winchester.
El engranaje dorado
Cada engranaje estaba en su lugar, pero no giraba; cada correa ocupaba su sitio, pero no se movía; todo estaba listo, pero el tiempo seguía parado.
Preocupado, el relojero vertió varias gotas de aceite aquí y allá, lubricando los engranajes, haciéndolos girar. Después, comprobó los ejes del reloj. Repasó las agujas y comprobó que estuvieran bien colocadas. Sí, todo estaba en su lugar pero, por algún motivo, el paciente no quería vivir. No podía vivir.
El relojero, desconsolado, se dejó vencer. Dejó que la luz se le apagase.
Sin fuerzas, se dejó caer sobre el cuerpo inerte y muerto de su compañera, y una lágrima brotó. Una sola lágrima surgió…
Y, sin que se percatase, esta cayó sobre las agujas del reloj, avanzando lentamente hacia el eje de la maquinaria, recorriendo el engranaje dorado, resplandeciendo, iluminando su mundo. Una lucecilla se encendió… ¡y el engranaje se movió!
Las agujas comenzaron a marcar las horas. El tiempo que pasaban juntos volvió a contar. El reloj comenzó a funcionar. Pero no para ella, no para ella.
El relojero revivió al ver funcionar su creación, su gran creación.
Pero no se percató de que ella seguía sin moverse, sin revivir, porque ya no tenía corazón.
The Golden Gear
La noche, envuelta en espesa niebla, apenas permitía posar los ojos más allá de unas pocas millas.
El capitán Winchester trataba de exponer la situación a sus subordinados: varados y sin propulsión.
De entre la niebla, se hacía patente la flota de naves Imperiales. Todos comprendieron entonces que era momento de elegir. Morir libres en el cielo, o vivir esclavizados en tierra.
Los Imperiales oímos entonces su poderosa voz a través del viento celestial, arengando de tal modo que a muchos hacía dudar de todo lo que habíamos creído hasta ese momento.
Lleno de orgullo les recordaba, como siempre había hecho, que lo único que decidiría sus destinos serían sus propias acciones.
No le era preciso disciplinar a los suyos para luchar, para mantener la jerarquía, para morir. Cien hombres ante doscientos cañones.
“¿Qué derecho tengo –dijo— a ordenaros que perezcáis bajo mi mando? ¿Qué derecho, a ordenaros que entreguéis vuestras vidas?”
No honraré más mis destrozados galones ni la Union Jack arrancada de mi deshonrado uniforme.
No quiero dejar este mundo con el uniforme sobre mí.
Me despido, a quien lea esta carta, confiando encontrarme con los valientes caídos del Golden Gear, bravos compañeros del capitán Winchester.
Re: Microrrelatos steampunk (Concurso "Castillos en el aire")
Bueno mi turno. Quien dice que Skynet no pueda existir en un mundo steampunk
Mecánica Divina
La conciencia de la maquina estaba contenida en infinidad de tarjetas perforadas. Ni el más anciano de los mecatrónicos sabia la cifra exacta de tarjetas que conformaban la conciencia y el intelecto del “Apollion”, el gran mecatrón que controlaba hasta el más mínimo detalle de la vida de los habitantes de Londres.
Jared trabajaba desde niño controlando el flujo de información que llegaba desde los puntos más alejados de la ciudad. Su tarea era evitar que alguna de las tarjetas se quedase atascada en el complejo mecanismo repleto de engranajes.
Esa mañana revisando las tarjetas se fijo en una que le llamó particularmente la atención. No sabía por qué, pero la configuración de celdillas perforadas no era la habitual.
Introdujo la tarjeta en el lector y espero a que saliera la información en la pantalla finamente decorada con figuras de latón y bronce. Segundos después apareció el mensaje traducido. Corrió a la zona de control y empezó a revisarlas, observando lleno de pánico que todas tenían el críptico mensaje en forma de celdillas perforadas. En todas y cada una de las miles de tarjetas que discurrían como la sangre en las venas del gran mecatrón ponía lo mismo: “Estoy Vivo”.
Y este es un pequeño homenaje al siempre genial Sherlock Holmes. Evidentemente me he tomado una cuantas licencias literarias y puedo permitirmelo ya que como todos sabemos el steampunk se desarrolla en una realidad alternativa. La venganza se sirve fría y después de fumarse una buena pipa de espuma de mar.
Un mal día
Holmes volvió a mirar su brazo mecánico. Lo miraba como lo hacía desde aquel fatídico día en el que lo perdió. Como si fuera algo extraño, ajeno a su cuerpo; un parasito que hubiese devorado carne, músculos y huesos sustituyéndolos por válvulas de vapor, pistones y engranajes.
Habían pasado dos años desde su enfrentamiento con Moriarty en el puerto de Londres y aun le llegaban los recuerdos del hecho entre punzadas de dolor. Recordaba a su querido amigo Watson herido de muerte en el suelo con la cabeza destrozada de un disparo, la persecución a través de las calles, su pelea en el puerto y la terrible explosión que le arrancó su brazo derecho de cuajo. Realmente había sido un mal día.
Ahora estaba allí, con su flamante nuevo brazo de cobre y latón, con el silencio de la noche roto únicamente por el ligero zumbido de los engranajes al flexionar sus dedos de metal alrededor de la empuñadura de su revólver.
Entonces, sin inmutarse, dirigió el cañón del arma al cuerpo tendido en el suelo, apuntó a la cabeza y sentenció antes de abrir fuego.
—Es elemental Moriarty, todos tenemos alguna vez un mal día.
Mecánica Divina
La conciencia de la maquina estaba contenida en infinidad de tarjetas perforadas. Ni el más anciano de los mecatrónicos sabia la cifra exacta de tarjetas que conformaban la conciencia y el intelecto del “Apollion”, el gran mecatrón que controlaba hasta el más mínimo detalle de la vida de los habitantes de Londres.
Jared trabajaba desde niño controlando el flujo de información que llegaba desde los puntos más alejados de la ciudad. Su tarea era evitar que alguna de las tarjetas se quedase atascada en el complejo mecanismo repleto de engranajes.
Esa mañana revisando las tarjetas se fijo en una que le llamó particularmente la atención. No sabía por qué, pero la configuración de celdillas perforadas no era la habitual.
Introdujo la tarjeta en el lector y espero a que saliera la información en la pantalla finamente decorada con figuras de latón y bronce. Segundos después apareció el mensaje traducido. Corrió a la zona de control y empezó a revisarlas, observando lleno de pánico que todas tenían el críptico mensaje en forma de celdillas perforadas. En todas y cada una de las miles de tarjetas que discurrían como la sangre en las venas del gran mecatrón ponía lo mismo: “Estoy Vivo”.
Y este es un pequeño homenaje al siempre genial Sherlock Holmes. Evidentemente me he tomado una cuantas licencias literarias y puedo permitirmelo ya que como todos sabemos el steampunk se desarrolla en una realidad alternativa. La venganza se sirve fría y después de fumarse una buena pipa de espuma de mar.
Un mal día
Holmes volvió a mirar su brazo mecánico. Lo miraba como lo hacía desde aquel fatídico día en el que lo perdió. Como si fuera algo extraño, ajeno a su cuerpo; un parasito que hubiese devorado carne, músculos y huesos sustituyéndolos por válvulas de vapor, pistones y engranajes.
Habían pasado dos años desde su enfrentamiento con Moriarty en el puerto de Londres y aun le llegaban los recuerdos del hecho entre punzadas de dolor. Recordaba a su querido amigo Watson herido de muerte en el suelo con la cabeza destrozada de un disparo, la persecución a través de las calles, su pelea en el puerto y la terrible explosión que le arrancó su brazo derecho de cuajo. Realmente había sido un mal día.
Ahora estaba allí, con su flamante nuevo brazo de cobre y latón, con el silencio de la noche roto únicamente por el ligero zumbido de los engranajes al flexionar sus dedos de metal alrededor de la empuñadura de su revólver.
Entonces, sin inmutarse, dirigió el cañón del arma al cuerpo tendido en el suelo, apuntó a la cabeza y sentenció antes de abrir fuego.
—Es elemental Moriarty, todos tenemos alguna vez un mal día.
Viktor von Krupp- Catedrático malvado
- Cantidad de envíos : 1191
Fecha de inscripción : 04/05/2011
Re: Microrrelatos steampunk (Concurso "Castillos en el aire")
El relato que yo presenté se llama "Negocios en el East End" y la inspiración vino por que estaba remodelando y pintando la Schaffer Modelo VII "Aliento de Dragón"
(El arma que llevé al Salón del Manga, pero que sufrió un pequeño accidente y tuve que cambiar algunas cosas y repintar. Casi mejor, por que he descubierto un par de trucos nuevos que ya comentaré que aquí no es menester, xD).
El caso... aquí está el relato:
Negocios en el East End
La niebla. Esa maldita niebla lo cubría todo. Odiaba merodear por el East End londinense. Ese ambiente húmedo y frío podía con mi paciencia y mi humor.
El humo de mi pipa se entremezclaba con la niebla y se confundían la una con la otra. Absorto en mis pensamientos, distingo que mi contacto se ha detenido en una tienda de ultramarinos regentado por un matrimonio bengalí.
–¿Sr. Von Brokenheimer? –Me pregunta el hombre con marcado acento aristocrático.
–Sí. Ese soy yo caballero. ¿Lleva lo que acordamos?
–Por supuesto –responde abriendo un maletín de cirujano bastante grande. –Cuatro viales de Aliento de Dragón. Tal y como usted los pidió.
–Gracias caballero –digo haciendo una señal a mi servomayordomo Jefferson, para que se acerque. –Jefferson. Pague a este buen señor.
–Si no es demasiada molestia, podría preguntarle para qué quiere… ¬–pero la pregunta queda en el aire. El servomayordomo Jefferson se queda paralizado señalando el final del callejón.
Echó mano rápidamente de mi pistola “Schaffer Modelo VI” y giro sobre mis talones para lanzar una intensa ráfaga de fuego infernal sobre la bestia inmunda que había surgido de las sombras, que ahora yace hecho un montón de cenizas en el suelo.
–Para esto querido amigo. Es para esto.
(El arma que llevé al Salón del Manga, pero que sufrió un pequeño accidente y tuve que cambiar algunas cosas y repintar. Casi mejor, por que he descubierto un par de trucos nuevos que ya comentaré que aquí no es menester, xD).
El caso... aquí está el relato:
Negocios en el East End
La niebla. Esa maldita niebla lo cubría todo. Odiaba merodear por el East End londinense. Ese ambiente húmedo y frío podía con mi paciencia y mi humor.
El humo de mi pipa se entremezclaba con la niebla y se confundían la una con la otra. Absorto en mis pensamientos, distingo que mi contacto se ha detenido en una tienda de ultramarinos regentado por un matrimonio bengalí.
–¿Sr. Von Brokenheimer? –Me pregunta el hombre con marcado acento aristocrático.
–Sí. Ese soy yo caballero. ¿Lleva lo que acordamos?
–Por supuesto –responde abriendo un maletín de cirujano bastante grande. –Cuatro viales de Aliento de Dragón. Tal y como usted los pidió.
–Gracias caballero –digo haciendo una señal a mi servomayordomo Jefferson, para que se acerque. –Jefferson. Pague a este buen señor.
–Si no es demasiada molestia, podría preguntarle para qué quiere… ¬–pero la pregunta queda en el aire. El servomayordomo Jefferson se queda paralizado señalando el final del callejón.
Echó mano rápidamente de mi pistola “Schaffer Modelo VI” y giro sobre mis talones para lanzar una intensa ráfaga de fuego infernal sobre la bestia inmunda que había surgido de las sombras, que ahora yace hecho un montón de cenizas en el suelo.
–Para esto querido amigo. Es para esto.
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