Relato Colmillos en la oscuridad
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Relato Colmillos en la oscuridad
Aquí les expongo la que es hasta ahora la última aventura protagonizada por los miembros de la conocida como Ars Obscura Gentleman Club, puer cuestiones técnicas lo voy apostear por capitulos, espero que les guste.
También quiero agradecer la inestimable ayuda del Profesor Klauss, sin cuya ayuda, apoyo e información sobre la Ars Obscura Gentleman Club no podría haberlo hecho.
Espero que disfruten con ella.
Colmillos en la Oscuridad, una aventura de la Ars Obscura Gentleman Club
Prologo
El viejo carruaje se dirigía al atardecer por la estrecha y empinada carretera de Stregoicavar rumbo a la pequeña villa de Vladek en el noroeste de Rumania. El cochero fustigaba a los caballos para que fueran cada vez más rápido aun a riesgo de salirse del camino que bordeaba la montaña y daba por su lado derecho a una cortada casi vertical de más de cien metros de profundidad y cuya caída representaría su muerte y la de sus pasajeros, los herrajes crujían y las tenues luces de los faros parpadeaban amenazando con apagarse, él sabía que esa parte de la región no era segura; muchas diligencias había desaparecido de manera sospechosa y algunos ancianos hablaban de cadáveres que habían aparecido en las cunetas de los caminos con los cuellos desgarrados de manera salvaje y sin una gota de sangre, en su interior el profesor Frederic Klauss nervioso intentaba no mirar por la pequeña ventana al fondo del abismo que quedaba justo a su lado y abría y cerraba una y otra vez la tapa de su reloj de plata mientras acariciaba el extraño colmillo incrustado en ella, herencia de su padre el insigne explorador e inventor William H. Klauss y recordaba los acontecimientos que los habían llevado hasta allí. El profesor Brokenhaimer sin dar muestras de preocupación le mostraba entusiasmado al señor Constantine una piedra verde esmeralda que era conocida habitualmente como Corazón de Tanzania y que refulgía a la opaca y mortecina luz solar con la fuerza de la mismísima jungla a pesar de la pobre luz ambiental y el señor Absenta recolocaba una y otra vez pequeños botes de extraños colores y sustancias en uno de los innumerables cajones de su maletín plagado de extraños artilugios que parecía extraídos de una de las mejores salas de cirugía de Londres, mientras repetía una y otra vez. —Esta endiablada mujer me lo ha vuelto a cambiar todo, donde estará ahora el reactivo y las placas de Petri.
Esperaban encontrar pronto a aquel que les había enviado la extraña misiva unas semanas antes y que les apremiaba para que se dirigieran hacia la allí con la mayor brevedad posible. La carta escrita en una delicadísima caligrafía venía a decir lo siguiente.
A la atención del señor secretario de estado sir Alfred Houseville, para que sea entregada en mano en la Magna Sociedad Ars Obscura .
Muy señores míos:
Como miembros insignes de la muy loada sociedad de la Ars Obscura, me atrevo a reclamar su ayuda en un asunto de suma importancia, que a buen seguro les interesará, ya no solo por el peligro que representa esta criatura a la que me temo les estoy pidiendo que se enfrenten, sino por su interés científico. En estos momentos no puedo contarles más, pero les prometo que en cuanto lleguen a su destino en la pequeña villa de Vladek a la que deben dirigirse y en la que les estaré aguardando, les informaré de todo con todo lujo de detalles. Sabiendo del interés que tiene el señor Absenta por temas criptozoologicos, les recomendaría que portasen entre sus objetos de viaje una cámara especial para conservación a bajas temperaturas, si todo sale como tengo previsto, les aseguro que no se sentirán defraudados y no solo ayudaremos a los pobres habitantes del lugar sino que obtendrán unos conocimientos científicos de grandísimo valor para ustedes y su magna sociedad.
Atentamente les saluda.
Víktor von Krupp.
Tras dos largos días de cansada y peligrosa marcha el carruaje llegó a un villorrio, de oscuras y achaparradas casa de piedra, con gruesas puertas de madera y ventanas pequeñas, reforzadas con rejas, tejados de pizarra oscura y pequeños graneros de apariencia abandonada adosados a sus paredes, que junto al desolado y gris paisaje de alrededor en el que solo se vislumbraban algunas enjutas vacas daban la sensación al visitante foráneo de estar viendo un antiguo grabado al ácido de ese loco artista conocido como Mathías Pauler, aquel que juraba y perjuraba que las imágenes de locura que mostraban sus grabados, esos pueblos de extraño aspecto megalítico, esas edificaciones oscuras como una tumba, iluminadas por la mortecina luz de lunas de imposible localización, esos entes cornudos y alados de facciones semihumanas, eran visiónes de un mundo coexistente entre nuestro plano y aquel que mostraban sus obras.
Al llegar a lo que se podría considerar la plaza del pueblo, les salió a recibir un hombre de as-pecto hosco y barba raída, cuyo ojo derecho había sido sustituido por una grotesca cicatriz mal cosida que le recorría desde la raíz de su oscuro aunque incipiente pelo canoso, hasta el labio inferior. Se trataba de Lasdilau el alcalde del lugar, un hombre envejecido prematuramente por las circunstancias y sobre cuyos encorvados hombros reposaba desde hacía 20 años la responsabilidad de dirigir los asuntos de la localidad. Él fue quien decidió solicitar ayuda a alguien a quien temían y respetaban pero cuyos conocimientos sobre ciertos temas arcanos le avalaban como la persona que mejor podría ayudarles en tan terribles momentos. Fue el mismo quien obviando la famosa ruta de Stregoicavar por ser demasiado larga, montó en un viejo caballo de su propiedad y viajo durante dos días por caminos imposibles a través de los escarpados montes Cárpatos hasta un pequeño país situado en un valle entre las cumbres, rodeado de espesos e impracticables bosques y al que el mundo conoce como Carpatia.
Capitulo Primero
Aunque según muchos la Ars Obscura Gentleman Club es una sociedad dirigida y subvencionada por la reina Victoria para defender los intereses de Inglaterra frente a las fuerzas de la oscuridad y otros posibles enemigos del reino, la realidad es otra muy diferente. Su antigüedad se remonta a más de 700 años, durante lo que se denominó la Edad Oscura, una época de invasiones y matanzas en las que predominaba el oscurantismo y la magia negra, y donde grupos de fanáticos adoradores de entidades extrañas intentaban invocarlas para controlar el país, fue entonces cuando un grupo de antiguos descendientes de los druidas galeses conformaron lo que ahora se conoce como Ars Obscura, cuyo lema es "In Umbra Igitur Pugnabit", (Pues Lucharemos en la Sombra). Un lema adecuado si tenemos en cuenta que se mueven entre las sombras y para el resto del mundo ellos no existen, solo existen en el recuerdo de aquellos contra los que se han enfrentado. La sede central de la sociedad y donde von Krupp dirigió la carta se encuentra en Inglaterra, en una enorme mansión (la Ars Obscura Manor) construida sobre un risco en la costa y cuyos cimientos llegan hasta las antiguas fortalezas romanas que protegían las costas inglesas del ataque de los barbaros, sus gran estructura alberga gran cantidad de aposentos y laboratorios, pues no son menos de cien los investigadores, cazadores de entidades paranormales, psíquicos, o exploradores que suelen vivir y trabajar en ella. Aunque existen otras subsedes como la de Arizona; dirigida por el caballero Eddard Constantine que además dirige el secretísimo almacén Nº 13, lugar casi legendario donde se supone que se guardan todo los artefactos encontrados a lo largo de los años por la sociedad, desde el Santo Grial al Arca de la Alianza y muchas de las criaturas capturadas y catalogadas para su posterior estudio y análisis. Les Misteries, nombre que recibe en Francia y naturalmente Die Expektra en Alemania. Para un asunto de semejante importancia, el profesor Frederick Klauss se reunió con los Ancianos en la cámara del consejo. Ninguna decisión importante podía ser llevada a término sin el consentimiento del consejo. El consejo de ancianos fue creado hace 200 años y está compuesto por tres miembros, en vida habían sido tres de las mayores inteligencias del planeta y a su muerte su cerebro había sido trasladado a un deposito especial donde seguían permaneciendo con vida por el bien de la humanidad. Como el hombre no es inmortal por naturaleza y solo se puede prolongar su vida durante un tiempo determinado, cada vez que uno de estos cerebros fallece es sustituido por otro de su misma categoría y capacidad intelectual, son capaces de comunicarse mediante un inteligentísimo sistema mecánico de fuelles y cuerdas vocales artificiales impulsados por vapor basados en los estudios del francés Vaucanson, y ven y oyen con ojos y oídos mecánicos diseñados por el señor y la señora Absenta. Cuentan las crónicas de los archiveros de la Sociedad que la tecnología que permite tal milagro fue encontrada en los sótanos de una antigua pirámide Inca. En la que una exploración para la búsqueda de cierto artilugio, les llevó hasta una extraña cámara en la que se encontraron tres cilindros de oro conectados con varios tubos de cuarzo pulido y en cuyo interior flotando en un extraño liquido ambarino reposaban en animación suspendida unos curiosos cerebros con cinco lóbulos, al pulsar por accidente un relieve en un costado del cilindro este se puso a hablar en un extraño dialecto. Posteriormente, al traducir los jeroglíficos grabados en la cámara, pudieron averiguar, que unas criaturas provenientes de otro mundo llegaron a Perú en un artefacto volador con forma de pirámide truncada, siendo tomados por dioses. Estas criaturas alienígenas, les enseñaron el arte de la escritura, las matemáticas y la arquitectura y trajeron consigo los tres cilindros de oro. En estos cilindros se conservaban los cerebros de tres sabios alienígenas que conformaron el primer consejo de ancianos de la historia aunque desparecerían y se mantendrían ocultos después de la llegada de Pizarro. Cuando la sociedad encontró los cilindros pensaron inicialmente depositarlos en el almacén Nº13 bajo la custodia del caballero Constantine tal y como se hacían con otro artefactos, pero viendo sus enormes posibilidades decidieron dejarlos en la sede central y utilizar sus conocimientos en bien de la humanidad. Los cilindros pasaron de ser de oro a acero y los tubos de cuarzo a goma quirúrgica, más fácil de mantener y reparar. Tras su muerte los cerebros alienígenas fueron siendo sustituidos por otros cerebros hasta la actualidad.
La Gran Cámara del Consejo de Ancianos distaba mucho de ser lo que uno se podría imaginar con un nombre tan solemne y sugerente; era un habitáculo más que pequeño, circular, de unos diez metros de diámetro, toda de piedra sillar, sin ningún objeto decorativo a excepción de la lámpara que colgaba del techo, un extraño diseño con más de 500 años de antigüedad fabricada por herreros galeses a partir de las instrucciones extraídas del vasto conocimiento talismánico encerrado en el Picatrix y que confería al lugar una protección total contra todo tipo de ataques o amenazas mágicas. Por lo demás la mayor parte de la habitación estaba compuesta por una gran mesa de roble en el centro de la sala, con extrañas figuritas alegóricas a la lucha entre el reino de la luz y el de las tinieblas talladas en toda su superficie; sobre la que descansaban tres curiosos cilindros metálicos, tras esta mesa tres depósitos de cristal llenos de un liquido ambarino y conectados a los cilindros metálicos mediantes tubos de goma y un conversor de vapor del tipo Watt & Holyfield con su correspondiente caldera componían el resto del mobiliario, ni sillas, ni cuadros, ni alfombras, ni ningún otro objeto que diera a la habitación aspecto de despacho, dormitorio o sala de estar, de esa manera la persona que entraba a consultar al consejo de ancianos se encontraba solo ante ellos sin ningún otro tipo de distracciones.
En la cámara del consejo de ancianos, el profesor Klauss fue recibido por un coro de tres voces de tonalidad musical, provenientes de tres cilindros metálicos. Cada cilindro reposaba sobre una mesa circular del mismo diámetro que el cilindro, estas mesas engranaban con una serie de piñones a una mesa principal de roble macizo y unidas mediante correas de transmisión a una sistema mecánico central accionado por una caldera de vapor, de los laterales del cilindro surgían unos pequeños brazos articulados terminados en un curioso aparato con forma de ojo que incluso imitaba el movimiento del pestañeo humano. Cuando uno de estos cilindros quería mirar a su interlocutor directamente, se accionaba mediante el pensamiento el mecanismo de la mesa circular y esta giraba alrededor de su eje hasta encararse con el rostro del hablante, de la parte superior partían una serie de tubos de goma hasta unos depósitos especiales donde se conservaba el fluido ambarino que mantenía con vida los cerebros. La boca un increíble aparato conocido como bocabulizador Vaucanson estaba colocada en la parte media del cilindro simulaba el movimiento de los labios y poseía un sistema de cuerdas bocales y lengua. Cada vez que la mente del cerebro encapsulado en el cilindro deseaba pronunciar una palabra, un pequeño calderín dejaba escapar una pequeña cantidad de vapor a través de una válvula, esta recorría un trayecto en forma de fuelle y era insuflada a través de unas lengüetas similares a las de una flauta, esto hacía vibrar una serie de cuerdas violín, el movimiento de la lengua articulada hacia que ese pequeño chorro de vapor formase una palabra.
—Saludos profesor —dijo una.
—Bienvenido profesor —dijo otra.
—Me alegro de verle de nuevo —dijo la tercera.
—Saludo al consejo —respondió el profesor Klauss.
—Dígame profesor. ¿Qué le ha traído a la cámara del consejo? —preguntó el primer cilindro.
—Una misiva, una carta proveniente de Carpatia a través de su embajada en Londres y escrita por el mismísimo von Krupp de su puño y letra —respondió el profesor Klauss.
—Krupp es un brujo —chasqueo con su lengua artificial de manera desaprobatoria el primer cilindro.
—Un hechicero —añadió el segundo.
—Un nigromante —agregó el tercero.
—Un genio científico —replicó el profesor Klauss. —Sus conocimientos técnicos unidos a sus conocimientos en las antiguas artes oscuras le hacen un elemento a tener en cuenta y un aliado imprescindible. Su biblioteca de saber arcano deja pequeña a la de la Ars Obscura incluso si juntásemos la de todas las sedes. Es el único hombre vivo que ha sobrevivido al ataque de un dragón y vive para contarlo.
—No debemos olvidar que oculta su rostro con una máscara para recordárnoslo —argumentó el primer cilindro que ya se desmarcaba como líder del curioso trío. —Su ambición le llevo más allá de donde debe llegar un ser humano en su conocimiento, la ley divina prohíbe dañar a los dragones ya que son los guardianes del paraíso y la fuente de la eterna juventud. Cuando von Krupp intentó arrebatarles el secreto último, recibió lo que se merecía, la marca del castigo en su cara, recordatorio de que la ambición sin medida solo lleva a la destrucción. No creo que podamos ni debamos fiarnos de alguien así.
—Cierto es que en su juventud von Krupp, cometió un grave error, todos hemos oído historias sobre sus investigaciones. ¿Pero acaso no fuimos nosotros así en otra época? —preguntó el segundo cilindro.
—Jóvenes e imprudentes, pero no egocéntricos y egoístas —espeto de manera airada el primer cilindro. ¿Acaso nuestras investigaciones, nuestros estudios, estuvieron encaminados a obtener el poder sobre los demás?. Ese es el caso de von Krupp, el desarrollo de sus estudios sobre Necrotecnología, están destinados a obtener poder personal, nosotros nos dedicamos a proteger a Inglaterra y al resto del mundo de las amenazas de los seres de las tinieblas. Von Krupp dice anteponer la seguridad de Carpatia sobre todas las cosas, pero no oculta sus deseos de controlar el mundo a través de la tecnología y la magia. Esa extraña idea de llevar al mundo a una nueva Edad de Oro, suena a utopía totalitaria. No nos extrañemos pues que otros países lo consideren como un peligro a tener en cuenta, incluso se habla de algún intento de magnicidio por parte de alguna sociedad secreta cuyas ramificaciones en el poder de algunos de esos países es incuestionable.
—Dejando aparte los pensamientos de conquista de von Krupp, quizás deberíamos oír al profesor Klauss —sentencio el segundo cilindro con un tono de voz pausado como si se tratase de alguna persona de edad muy avanzada. —Después de todo, si se ha tomado la molestia de escribir la carta debe de tratarse de algo realmente importante.
—Y así debe ser —dijo el profesor tomando aire. —Aunque muy criptica, en la misiva von Krupp parece dar a entender que ha descubierto algún tipo de entidad desconocida hasta ahora y extremadamente peligrosa, digo que debe ser desconocida incluso para nosotros, porque sugiere la idea de que llevemos una cámara de animación suspendida y que venga con nosotros el señor Absenta, que junto con su mujer son unos de los mejores criptozoologos del mundo. Con lo cual no está hablando de matar a la criatura sino de atraparla viva.
—Von Krupp se ha enfrentado y dado caza a algunas de las más terribles criaturas y entes de las tinieblas. ¿Porque motivo iba a necesitar nuestra ayuda? —pregunto el segundo cilindro con voz inquisitiva.
El profesor Klauss empezó a rodear la gran mesa de roble mientas los cilindros giraban alrede-dor de su eje para seguirle en sus desplazamientos y así oírle y verle mejor. —Cierto, cierto —iba diciendo el profesor haciendo gestos afirmativos con la cabeza. —Pero sus conocimientos, su experiencia no abarca la totalidad de los conocimientos que posee esta magna sociedad. Nuestro almacén Nº 13 en Arizona posee en su tercer sótano algunas criaturas vivas de las que von Krupp solo tiene conocimiento por sus libros. Hablo por ejemplo del Argenomita, esa extraña criatura tentaculada, cruce entre una planta carnívora, un crustáceo y un calamar. O el Alphyn, que muchos creían extinto hasta que Lady Alassie consiguió capturar uno en la Selva Negra alemana. De esos seres Von Krupp solo posee el conocimiento que tiene en su extensa biblioteca no posee la experiencia de los miembros de nuestra sociedad. Pienso… —dijo parándose en seco y dirigiéndose de frente a los tres cilindros, pero sobre todo al primero de ellos. —pienso que se ha encontrado algo que ni siquiera viene en su vasta colección de libros. El debe estar sorprendido y preocupado, le han pedido ayuda y no sabe cómo actuar.
—Os equivocáis profesor —dijo el primer cilindro clavando sus extraños ojos mecánicos en los del profesor Klauss. —Sabe perfectamente cómo actuar ante un caso así, matarlo y colocar su cabeza junto a las otras de su colección. Aquí hay más de lo que no vemos, seguramente es un intento de acercamiento a nuestra sociedad. ¿El motivo?, lo desconozco, sabemos que ha rechazado muchas veces nuestra invitación a unirse, alegando que para él lo primero es la seguridad de Carpatia y luego el resto del mundo.
—Tal vez sea un buen momento para conseguir un colaborador tan excelente aunque no se una a la sociedad —dijo el segundo cilindro mientras movía los brazos articulados de los ojos a modo de asentimiento.
—Sin duda sería un colaborador inestimable. —aseveró el tercero.
—Lo hace por algún motivo oculto, ya lo veréis tiempo al tiempo, recordad mis palabras, más pronto o más tarde se descubrirá su juego. —dijo con no fingía aprensión el primer cilindro, al que se le notaba la falta de simpatía por el monarca carpatiano.
—Y bien. ¿Qué decisión toma el consejo?.
Los tres cilindros giraron sobre sus respectivos ejes, el primer cilindro miro al primero, luego el segundo miro al tercero y por último el segundo volvió a mirar al tercero y volvieron a repetir estos extraños giros varias veces. Durante todo este tiempo no se oyó voz alguna ya que cuando los tres cerebros se comunicaban entre ellos utilizaban la telepatía, un cerebro sin cuerpo es capaz de comunicarse con otros cerebros sin cuerpos aunque no tengan esa facultad extrasensorial pero cuando lo hacen con una persona normal la cavidad craneal le produce reverberaciones e interferencias por lo que prefieren utilizar sus bocabulizadores, solo los psíquicos y telépatas pueden comunicarse con la mente tanto con cerebros como con humanos. Una vez terminada la discusión en la que durante un par de momentos el primer cilindro hizo extraños gestos y aspavientos con los brazos articulados de sus ojos a modo de descontento o enfado este se dirigió al profesor Klauss como portavoz del curioso trió.
—Por mi parte no me gusta la idea de intervenir en un asunto en el que esté involucrado von Krupp, pero la posibilidad de que haya en peligro vidas de personas inocentes es evidente y la principal misión de nuestra sociedad es luchar contra cualquier mal que pueda amenazar a nuestra amada patria y al mundo. En vista de que desconocemos la naturaleza de tal amenaza, lo más lógico es enviar un grupo expedicionario especializado en la caza, estudio y posible captura viva de esa criatura, tal y como sugiere von Krupp en su misiva. Para lo cual y por unanimidad hemos decidido que dicha expedición que dirigirá usted personalmente profesor Klauss como representante de la Ars Obscura, este compuesta además por el profesor Torsten von Brokenhaimer sus conocimientos en la lucha con cambiaformas puede serle de gran provecho y a buen seguro que se llevará consigo un par de armas que le serán de gran utilidad, también queremos que valla el señor Eddard Constantine, ya que como catalogador jefe del almacén Nº.13 el será el responsable final del traslado y almacenaje de la criatura en el caso de que pueda ser capturada. Y por ultimo aunque no sabemos si está disponible, nos gustaría que les acompañase el matrimonio Absenta, sus conocimientos como criptozoologos le serán de vital importancia.
—Creo que la señora Absenta se encuentra en estos momentos en Canadá por petición de la reina para investigar los posibles ataques de un Wendigo a la población local. Pero el señor Absenta estará disponible y gustoso de acompañarnos seguro —dijo el profesor Klauss.
—En ese caso perfecto —añadió el primer cilindro asintiendo con los extraños ojos mecánicos unidos a brazos articulados, mientras se giraba para ver como los otros dos cilindros también asentían. —Dígale al señor Absenta que a parte de las herramientas y material que desee llevarse a la expedición, la sociedad le pondrá a su disposición una cámara de éxtasis, donde podrá explayarse a gusto en la observación analisis y estudió de la criatura.
—¿Cuánto tiempo le costará preparar y reunir su grupo profesor? —pregunto el segundo cilindro con su voz anciana.
—No más de dos o tres días —respondió el profesor Klauss. El profesor Brokenhaimer acaba de regresar de Tanzania con un cargamento de nuevas piedras; el señor Constantine llega hoy de nuestra sede de Arizona en el zeppelín de las dos, ya que tenía previsto llevarse los restos de una Mantícora al almacén Nº13 para su conservación y catalogación, iré a esperarlo al aeropuerto y le pondré en antecedentes y en cuanto al señor Absenta seguro que está ensimismado en alguna investigación en su mansión, enviaré a alguien a recogerlo y ya todos juntos prepararemos el material necesario para la expedición.
—Bien que así sea, le deseo buena suerte y le ruego que tenga cuidado con von Krupp, no se fie de él —Se despido el primer cilindro.
—Ten mucho cuidado hijo mío, allí fuera hay fuerzas mucho más terribles a las que no te has enfrentado nunca, ni de las que tienes conocimiento. —Dijo con voz pausada y tierna el segundo cilindro.
—Así lo haré padre —contestó el profesor Klauss mientras acariciaba con su mano el extraño colmillo incrustado en la tapa de su reloj de plata y una pequeña lágrima se esbozaba en sus ojos. Ante el vinieron en cascada los recuerdos de su padre el profesor William H. Klauss, antaño gran explorador e inventor, el único que había conseguido sobrevivir al ataque de un Nosferatu Imperialis o Nosferatu Prime, nombre técnico con el que se identifica a los vampiros originales sin mezcla humana, seres tan antiguos como la creación, que algunos sospechan vinieron de otro mundo hace milenios y de los que ahora se pueden contar su número con los dedos de la mano. aunque sus descendientes criaturas convertidas en no muertos por otros vampiros que una vez fu eron humanos son una plaga en muchos países del mundo. El colmillo que tantas veces habían visto sus compañeros de aventuras acariciar cada vez que estaba nervioso o que su mente se concentraba en encontrar la solución a algún complicado enigma, era el único vestigio que quedo del terrible enfrentamiento entre su padre y el antiguo y milenario vampiro, acariciarlo le servía para entrar en sintonía con la mente de su padre o por lo menos esa era la sensación que tenía. Ahora que su cerebro formaba parte de la triada del consejo de ancianos, el profesor Klauss a veces tenía la sensación de que parte de la antigua mente original de su padre se había diluido entre la maquinaría a la que estaba conectado su cerebro. Pero las tiernas palabras de despedida, ahora que volvía a partir a otra peligrosa misión, le confirmaba que dentro de ese cilindro frio y metálico, seguía estando su padre intacto, tanto en mente como alma. Ese padre que de niño le regaló un lanza estacas Wörsen como regalo de Navidad cuando solo contaba con seis años, el mismo que le llevo de exploración al desierto de Kenia en busca de la ciudad perdida de Thasala y que le introdujo en los secretos de la mística de los Dogón. Ese mismo padre que ahora desde el frio cascarón metálico del cilindro de conservación se despedía de él.
—Buena suerte profesor y manténganos informados de cualquier novedad.—dijo el tercer cilindro amodo de despedida. —Yo también le sugiero precaución con von Krupp por lo menos hasta que sepamos sus verdaderas intenciones, si es que oculta algo realmente.
Realmente ocultaría algo Víktor von Krupp, serían otras sus intenciones, si es así porque necesitaba la ayuda de la Ars Obscura. Con esos pensamientos en mente, salió de la sala del consejo de ancianos y partió a iniciar los preparativos del viaje.
También quiero agradecer la inestimable ayuda del Profesor Klauss, sin cuya ayuda, apoyo e información sobre la Ars Obscura Gentleman Club no podría haberlo hecho.
Espero que disfruten con ella.
Colmillos en la Oscuridad, una aventura de la Ars Obscura Gentleman Club
Prologo
El viejo carruaje se dirigía al atardecer por la estrecha y empinada carretera de Stregoicavar rumbo a la pequeña villa de Vladek en el noroeste de Rumania. El cochero fustigaba a los caballos para que fueran cada vez más rápido aun a riesgo de salirse del camino que bordeaba la montaña y daba por su lado derecho a una cortada casi vertical de más de cien metros de profundidad y cuya caída representaría su muerte y la de sus pasajeros, los herrajes crujían y las tenues luces de los faros parpadeaban amenazando con apagarse, él sabía que esa parte de la región no era segura; muchas diligencias había desaparecido de manera sospechosa y algunos ancianos hablaban de cadáveres que habían aparecido en las cunetas de los caminos con los cuellos desgarrados de manera salvaje y sin una gota de sangre, en su interior el profesor Frederic Klauss nervioso intentaba no mirar por la pequeña ventana al fondo del abismo que quedaba justo a su lado y abría y cerraba una y otra vez la tapa de su reloj de plata mientras acariciaba el extraño colmillo incrustado en ella, herencia de su padre el insigne explorador e inventor William H. Klauss y recordaba los acontecimientos que los habían llevado hasta allí. El profesor Brokenhaimer sin dar muestras de preocupación le mostraba entusiasmado al señor Constantine una piedra verde esmeralda que era conocida habitualmente como Corazón de Tanzania y que refulgía a la opaca y mortecina luz solar con la fuerza de la mismísima jungla a pesar de la pobre luz ambiental y el señor Absenta recolocaba una y otra vez pequeños botes de extraños colores y sustancias en uno de los innumerables cajones de su maletín plagado de extraños artilugios que parecía extraídos de una de las mejores salas de cirugía de Londres, mientras repetía una y otra vez. —Esta endiablada mujer me lo ha vuelto a cambiar todo, donde estará ahora el reactivo y las placas de Petri.
Esperaban encontrar pronto a aquel que les había enviado la extraña misiva unas semanas antes y que les apremiaba para que se dirigieran hacia la allí con la mayor brevedad posible. La carta escrita en una delicadísima caligrafía venía a decir lo siguiente.
A la atención del señor secretario de estado sir Alfred Houseville, para que sea entregada en mano en la Magna Sociedad Ars Obscura .
Muy señores míos:
Como miembros insignes de la muy loada sociedad de la Ars Obscura, me atrevo a reclamar su ayuda en un asunto de suma importancia, que a buen seguro les interesará, ya no solo por el peligro que representa esta criatura a la que me temo les estoy pidiendo que se enfrenten, sino por su interés científico. En estos momentos no puedo contarles más, pero les prometo que en cuanto lleguen a su destino en la pequeña villa de Vladek a la que deben dirigirse y en la que les estaré aguardando, les informaré de todo con todo lujo de detalles. Sabiendo del interés que tiene el señor Absenta por temas criptozoologicos, les recomendaría que portasen entre sus objetos de viaje una cámara especial para conservación a bajas temperaturas, si todo sale como tengo previsto, les aseguro que no se sentirán defraudados y no solo ayudaremos a los pobres habitantes del lugar sino que obtendrán unos conocimientos científicos de grandísimo valor para ustedes y su magna sociedad.
Atentamente les saluda.
Víktor von Krupp.
Tras dos largos días de cansada y peligrosa marcha el carruaje llegó a un villorrio, de oscuras y achaparradas casa de piedra, con gruesas puertas de madera y ventanas pequeñas, reforzadas con rejas, tejados de pizarra oscura y pequeños graneros de apariencia abandonada adosados a sus paredes, que junto al desolado y gris paisaje de alrededor en el que solo se vislumbraban algunas enjutas vacas daban la sensación al visitante foráneo de estar viendo un antiguo grabado al ácido de ese loco artista conocido como Mathías Pauler, aquel que juraba y perjuraba que las imágenes de locura que mostraban sus grabados, esos pueblos de extraño aspecto megalítico, esas edificaciones oscuras como una tumba, iluminadas por la mortecina luz de lunas de imposible localización, esos entes cornudos y alados de facciones semihumanas, eran visiónes de un mundo coexistente entre nuestro plano y aquel que mostraban sus obras.
Al llegar a lo que se podría considerar la plaza del pueblo, les salió a recibir un hombre de as-pecto hosco y barba raída, cuyo ojo derecho había sido sustituido por una grotesca cicatriz mal cosida que le recorría desde la raíz de su oscuro aunque incipiente pelo canoso, hasta el labio inferior. Se trataba de Lasdilau el alcalde del lugar, un hombre envejecido prematuramente por las circunstancias y sobre cuyos encorvados hombros reposaba desde hacía 20 años la responsabilidad de dirigir los asuntos de la localidad. Él fue quien decidió solicitar ayuda a alguien a quien temían y respetaban pero cuyos conocimientos sobre ciertos temas arcanos le avalaban como la persona que mejor podría ayudarles en tan terribles momentos. Fue el mismo quien obviando la famosa ruta de Stregoicavar por ser demasiado larga, montó en un viejo caballo de su propiedad y viajo durante dos días por caminos imposibles a través de los escarpados montes Cárpatos hasta un pequeño país situado en un valle entre las cumbres, rodeado de espesos e impracticables bosques y al que el mundo conoce como Carpatia.
Capitulo Primero
Aunque según muchos la Ars Obscura Gentleman Club es una sociedad dirigida y subvencionada por la reina Victoria para defender los intereses de Inglaterra frente a las fuerzas de la oscuridad y otros posibles enemigos del reino, la realidad es otra muy diferente. Su antigüedad se remonta a más de 700 años, durante lo que se denominó la Edad Oscura, una época de invasiones y matanzas en las que predominaba el oscurantismo y la magia negra, y donde grupos de fanáticos adoradores de entidades extrañas intentaban invocarlas para controlar el país, fue entonces cuando un grupo de antiguos descendientes de los druidas galeses conformaron lo que ahora se conoce como Ars Obscura, cuyo lema es "In Umbra Igitur Pugnabit", (Pues Lucharemos en la Sombra). Un lema adecuado si tenemos en cuenta que se mueven entre las sombras y para el resto del mundo ellos no existen, solo existen en el recuerdo de aquellos contra los que se han enfrentado. La sede central de la sociedad y donde von Krupp dirigió la carta se encuentra en Inglaterra, en una enorme mansión (la Ars Obscura Manor) construida sobre un risco en la costa y cuyos cimientos llegan hasta las antiguas fortalezas romanas que protegían las costas inglesas del ataque de los barbaros, sus gran estructura alberga gran cantidad de aposentos y laboratorios, pues no son menos de cien los investigadores, cazadores de entidades paranormales, psíquicos, o exploradores que suelen vivir y trabajar en ella. Aunque existen otras subsedes como la de Arizona; dirigida por el caballero Eddard Constantine que además dirige el secretísimo almacén Nº 13, lugar casi legendario donde se supone que se guardan todo los artefactos encontrados a lo largo de los años por la sociedad, desde el Santo Grial al Arca de la Alianza y muchas de las criaturas capturadas y catalogadas para su posterior estudio y análisis. Les Misteries, nombre que recibe en Francia y naturalmente Die Expektra en Alemania. Para un asunto de semejante importancia, el profesor Frederick Klauss se reunió con los Ancianos en la cámara del consejo. Ninguna decisión importante podía ser llevada a término sin el consentimiento del consejo. El consejo de ancianos fue creado hace 200 años y está compuesto por tres miembros, en vida habían sido tres de las mayores inteligencias del planeta y a su muerte su cerebro había sido trasladado a un deposito especial donde seguían permaneciendo con vida por el bien de la humanidad. Como el hombre no es inmortal por naturaleza y solo se puede prolongar su vida durante un tiempo determinado, cada vez que uno de estos cerebros fallece es sustituido por otro de su misma categoría y capacidad intelectual, son capaces de comunicarse mediante un inteligentísimo sistema mecánico de fuelles y cuerdas vocales artificiales impulsados por vapor basados en los estudios del francés Vaucanson, y ven y oyen con ojos y oídos mecánicos diseñados por el señor y la señora Absenta. Cuentan las crónicas de los archiveros de la Sociedad que la tecnología que permite tal milagro fue encontrada en los sótanos de una antigua pirámide Inca. En la que una exploración para la búsqueda de cierto artilugio, les llevó hasta una extraña cámara en la que se encontraron tres cilindros de oro conectados con varios tubos de cuarzo pulido y en cuyo interior flotando en un extraño liquido ambarino reposaban en animación suspendida unos curiosos cerebros con cinco lóbulos, al pulsar por accidente un relieve en un costado del cilindro este se puso a hablar en un extraño dialecto. Posteriormente, al traducir los jeroglíficos grabados en la cámara, pudieron averiguar, que unas criaturas provenientes de otro mundo llegaron a Perú en un artefacto volador con forma de pirámide truncada, siendo tomados por dioses. Estas criaturas alienígenas, les enseñaron el arte de la escritura, las matemáticas y la arquitectura y trajeron consigo los tres cilindros de oro. En estos cilindros se conservaban los cerebros de tres sabios alienígenas que conformaron el primer consejo de ancianos de la historia aunque desparecerían y se mantendrían ocultos después de la llegada de Pizarro. Cuando la sociedad encontró los cilindros pensaron inicialmente depositarlos en el almacén Nº13 bajo la custodia del caballero Constantine tal y como se hacían con otro artefactos, pero viendo sus enormes posibilidades decidieron dejarlos en la sede central y utilizar sus conocimientos en bien de la humanidad. Los cilindros pasaron de ser de oro a acero y los tubos de cuarzo a goma quirúrgica, más fácil de mantener y reparar. Tras su muerte los cerebros alienígenas fueron siendo sustituidos por otros cerebros hasta la actualidad.
La Gran Cámara del Consejo de Ancianos distaba mucho de ser lo que uno se podría imaginar con un nombre tan solemne y sugerente; era un habitáculo más que pequeño, circular, de unos diez metros de diámetro, toda de piedra sillar, sin ningún objeto decorativo a excepción de la lámpara que colgaba del techo, un extraño diseño con más de 500 años de antigüedad fabricada por herreros galeses a partir de las instrucciones extraídas del vasto conocimiento talismánico encerrado en el Picatrix y que confería al lugar una protección total contra todo tipo de ataques o amenazas mágicas. Por lo demás la mayor parte de la habitación estaba compuesta por una gran mesa de roble en el centro de la sala, con extrañas figuritas alegóricas a la lucha entre el reino de la luz y el de las tinieblas talladas en toda su superficie; sobre la que descansaban tres curiosos cilindros metálicos, tras esta mesa tres depósitos de cristal llenos de un liquido ambarino y conectados a los cilindros metálicos mediantes tubos de goma y un conversor de vapor del tipo Watt & Holyfield con su correspondiente caldera componían el resto del mobiliario, ni sillas, ni cuadros, ni alfombras, ni ningún otro objeto que diera a la habitación aspecto de despacho, dormitorio o sala de estar, de esa manera la persona que entraba a consultar al consejo de ancianos se encontraba solo ante ellos sin ningún otro tipo de distracciones.
En la cámara del consejo de ancianos, el profesor Klauss fue recibido por un coro de tres voces de tonalidad musical, provenientes de tres cilindros metálicos. Cada cilindro reposaba sobre una mesa circular del mismo diámetro que el cilindro, estas mesas engranaban con una serie de piñones a una mesa principal de roble macizo y unidas mediante correas de transmisión a una sistema mecánico central accionado por una caldera de vapor, de los laterales del cilindro surgían unos pequeños brazos articulados terminados en un curioso aparato con forma de ojo que incluso imitaba el movimiento del pestañeo humano. Cuando uno de estos cilindros quería mirar a su interlocutor directamente, se accionaba mediante el pensamiento el mecanismo de la mesa circular y esta giraba alrededor de su eje hasta encararse con el rostro del hablante, de la parte superior partían una serie de tubos de goma hasta unos depósitos especiales donde se conservaba el fluido ambarino que mantenía con vida los cerebros. La boca un increíble aparato conocido como bocabulizador Vaucanson estaba colocada en la parte media del cilindro simulaba el movimiento de los labios y poseía un sistema de cuerdas bocales y lengua. Cada vez que la mente del cerebro encapsulado en el cilindro deseaba pronunciar una palabra, un pequeño calderín dejaba escapar una pequeña cantidad de vapor a través de una válvula, esta recorría un trayecto en forma de fuelle y era insuflada a través de unas lengüetas similares a las de una flauta, esto hacía vibrar una serie de cuerdas violín, el movimiento de la lengua articulada hacia que ese pequeño chorro de vapor formase una palabra.
—Saludos profesor —dijo una.
—Bienvenido profesor —dijo otra.
—Me alegro de verle de nuevo —dijo la tercera.
—Saludo al consejo —respondió el profesor Klauss.
—Dígame profesor. ¿Qué le ha traído a la cámara del consejo? —preguntó el primer cilindro.
—Una misiva, una carta proveniente de Carpatia a través de su embajada en Londres y escrita por el mismísimo von Krupp de su puño y letra —respondió el profesor Klauss.
—Krupp es un brujo —chasqueo con su lengua artificial de manera desaprobatoria el primer cilindro.
—Un hechicero —añadió el segundo.
—Un nigromante —agregó el tercero.
—Un genio científico —replicó el profesor Klauss. —Sus conocimientos técnicos unidos a sus conocimientos en las antiguas artes oscuras le hacen un elemento a tener en cuenta y un aliado imprescindible. Su biblioteca de saber arcano deja pequeña a la de la Ars Obscura incluso si juntásemos la de todas las sedes. Es el único hombre vivo que ha sobrevivido al ataque de un dragón y vive para contarlo.
—No debemos olvidar que oculta su rostro con una máscara para recordárnoslo —argumentó el primer cilindro que ya se desmarcaba como líder del curioso trío. —Su ambición le llevo más allá de donde debe llegar un ser humano en su conocimiento, la ley divina prohíbe dañar a los dragones ya que son los guardianes del paraíso y la fuente de la eterna juventud. Cuando von Krupp intentó arrebatarles el secreto último, recibió lo que se merecía, la marca del castigo en su cara, recordatorio de que la ambición sin medida solo lleva a la destrucción. No creo que podamos ni debamos fiarnos de alguien así.
—Cierto es que en su juventud von Krupp, cometió un grave error, todos hemos oído historias sobre sus investigaciones. ¿Pero acaso no fuimos nosotros así en otra época? —preguntó el segundo cilindro.
—Jóvenes e imprudentes, pero no egocéntricos y egoístas —espeto de manera airada el primer cilindro. ¿Acaso nuestras investigaciones, nuestros estudios, estuvieron encaminados a obtener el poder sobre los demás?. Ese es el caso de von Krupp, el desarrollo de sus estudios sobre Necrotecnología, están destinados a obtener poder personal, nosotros nos dedicamos a proteger a Inglaterra y al resto del mundo de las amenazas de los seres de las tinieblas. Von Krupp dice anteponer la seguridad de Carpatia sobre todas las cosas, pero no oculta sus deseos de controlar el mundo a través de la tecnología y la magia. Esa extraña idea de llevar al mundo a una nueva Edad de Oro, suena a utopía totalitaria. No nos extrañemos pues que otros países lo consideren como un peligro a tener en cuenta, incluso se habla de algún intento de magnicidio por parte de alguna sociedad secreta cuyas ramificaciones en el poder de algunos de esos países es incuestionable.
—Dejando aparte los pensamientos de conquista de von Krupp, quizás deberíamos oír al profesor Klauss —sentencio el segundo cilindro con un tono de voz pausado como si se tratase de alguna persona de edad muy avanzada. —Después de todo, si se ha tomado la molestia de escribir la carta debe de tratarse de algo realmente importante.
—Y así debe ser —dijo el profesor tomando aire. —Aunque muy criptica, en la misiva von Krupp parece dar a entender que ha descubierto algún tipo de entidad desconocida hasta ahora y extremadamente peligrosa, digo que debe ser desconocida incluso para nosotros, porque sugiere la idea de que llevemos una cámara de animación suspendida y que venga con nosotros el señor Absenta, que junto con su mujer son unos de los mejores criptozoologos del mundo. Con lo cual no está hablando de matar a la criatura sino de atraparla viva.
—Von Krupp se ha enfrentado y dado caza a algunas de las más terribles criaturas y entes de las tinieblas. ¿Porque motivo iba a necesitar nuestra ayuda? —pregunto el segundo cilindro con voz inquisitiva.
El profesor Klauss empezó a rodear la gran mesa de roble mientas los cilindros giraban alrede-dor de su eje para seguirle en sus desplazamientos y así oírle y verle mejor. —Cierto, cierto —iba diciendo el profesor haciendo gestos afirmativos con la cabeza. —Pero sus conocimientos, su experiencia no abarca la totalidad de los conocimientos que posee esta magna sociedad. Nuestro almacén Nº 13 en Arizona posee en su tercer sótano algunas criaturas vivas de las que von Krupp solo tiene conocimiento por sus libros. Hablo por ejemplo del Argenomita, esa extraña criatura tentaculada, cruce entre una planta carnívora, un crustáceo y un calamar. O el Alphyn, que muchos creían extinto hasta que Lady Alassie consiguió capturar uno en la Selva Negra alemana. De esos seres Von Krupp solo posee el conocimiento que tiene en su extensa biblioteca no posee la experiencia de los miembros de nuestra sociedad. Pienso… —dijo parándose en seco y dirigiéndose de frente a los tres cilindros, pero sobre todo al primero de ellos. —pienso que se ha encontrado algo que ni siquiera viene en su vasta colección de libros. El debe estar sorprendido y preocupado, le han pedido ayuda y no sabe cómo actuar.
—Os equivocáis profesor —dijo el primer cilindro clavando sus extraños ojos mecánicos en los del profesor Klauss. —Sabe perfectamente cómo actuar ante un caso así, matarlo y colocar su cabeza junto a las otras de su colección. Aquí hay más de lo que no vemos, seguramente es un intento de acercamiento a nuestra sociedad. ¿El motivo?, lo desconozco, sabemos que ha rechazado muchas veces nuestra invitación a unirse, alegando que para él lo primero es la seguridad de Carpatia y luego el resto del mundo.
—Tal vez sea un buen momento para conseguir un colaborador tan excelente aunque no se una a la sociedad —dijo el segundo cilindro mientras movía los brazos articulados de los ojos a modo de asentimiento.
—Sin duda sería un colaborador inestimable. —aseveró el tercero.
—Lo hace por algún motivo oculto, ya lo veréis tiempo al tiempo, recordad mis palabras, más pronto o más tarde se descubrirá su juego. —dijo con no fingía aprensión el primer cilindro, al que se le notaba la falta de simpatía por el monarca carpatiano.
—Y bien. ¿Qué decisión toma el consejo?.
Los tres cilindros giraron sobre sus respectivos ejes, el primer cilindro miro al primero, luego el segundo miro al tercero y por último el segundo volvió a mirar al tercero y volvieron a repetir estos extraños giros varias veces. Durante todo este tiempo no se oyó voz alguna ya que cuando los tres cerebros se comunicaban entre ellos utilizaban la telepatía, un cerebro sin cuerpo es capaz de comunicarse con otros cerebros sin cuerpos aunque no tengan esa facultad extrasensorial pero cuando lo hacen con una persona normal la cavidad craneal le produce reverberaciones e interferencias por lo que prefieren utilizar sus bocabulizadores, solo los psíquicos y telépatas pueden comunicarse con la mente tanto con cerebros como con humanos. Una vez terminada la discusión en la que durante un par de momentos el primer cilindro hizo extraños gestos y aspavientos con los brazos articulados de sus ojos a modo de descontento o enfado este se dirigió al profesor Klauss como portavoz del curioso trió.
—Por mi parte no me gusta la idea de intervenir en un asunto en el que esté involucrado von Krupp, pero la posibilidad de que haya en peligro vidas de personas inocentes es evidente y la principal misión de nuestra sociedad es luchar contra cualquier mal que pueda amenazar a nuestra amada patria y al mundo. En vista de que desconocemos la naturaleza de tal amenaza, lo más lógico es enviar un grupo expedicionario especializado en la caza, estudio y posible captura viva de esa criatura, tal y como sugiere von Krupp en su misiva. Para lo cual y por unanimidad hemos decidido que dicha expedición que dirigirá usted personalmente profesor Klauss como representante de la Ars Obscura, este compuesta además por el profesor Torsten von Brokenhaimer sus conocimientos en la lucha con cambiaformas puede serle de gran provecho y a buen seguro que se llevará consigo un par de armas que le serán de gran utilidad, también queremos que valla el señor Eddard Constantine, ya que como catalogador jefe del almacén Nº.13 el será el responsable final del traslado y almacenaje de la criatura en el caso de que pueda ser capturada. Y por ultimo aunque no sabemos si está disponible, nos gustaría que les acompañase el matrimonio Absenta, sus conocimientos como criptozoologos le serán de vital importancia.
—Creo que la señora Absenta se encuentra en estos momentos en Canadá por petición de la reina para investigar los posibles ataques de un Wendigo a la población local. Pero el señor Absenta estará disponible y gustoso de acompañarnos seguro —dijo el profesor Klauss.
—En ese caso perfecto —añadió el primer cilindro asintiendo con los extraños ojos mecánicos unidos a brazos articulados, mientras se giraba para ver como los otros dos cilindros también asentían. —Dígale al señor Absenta que a parte de las herramientas y material que desee llevarse a la expedición, la sociedad le pondrá a su disposición una cámara de éxtasis, donde podrá explayarse a gusto en la observación analisis y estudió de la criatura.
—¿Cuánto tiempo le costará preparar y reunir su grupo profesor? —pregunto el segundo cilindro con su voz anciana.
—No más de dos o tres días —respondió el profesor Klauss. El profesor Brokenhaimer acaba de regresar de Tanzania con un cargamento de nuevas piedras; el señor Constantine llega hoy de nuestra sede de Arizona en el zeppelín de las dos, ya que tenía previsto llevarse los restos de una Mantícora al almacén Nº13 para su conservación y catalogación, iré a esperarlo al aeropuerto y le pondré en antecedentes y en cuanto al señor Absenta seguro que está ensimismado en alguna investigación en su mansión, enviaré a alguien a recogerlo y ya todos juntos prepararemos el material necesario para la expedición.
—Bien que así sea, le deseo buena suerte y le ruego que tenga cuidado con von Krupp, no se fie de él —Se despido el primer cilindro.
—Ten mucho cuidado hijo mío, allí fuera hay fuerzas mucho más terribles a las que no te has enfrentado nunca, ni de las que tienes conocimiento. —Dijo con voz pausada y tierna el segundo cilindro.
—Así lo haré padre —contestó el profesor Klauss mientras acariciaba con su mano el extraño colmillo incrustado en la tapa de su reloj de plata y una pequeña lágrima se esbozaba en sus ojos. Ante el vinieron en cascada los recuerdos de su padre el profesor William H. Klauss, antaño gran explorador e inventor, el único que había conseguido sobrevivir al ataque de un Nosferatu Imperialis o Nosferatu Prime, nombre técnico con el que se identifica a los vampiros originales sin mezcla humana, seres tan antiguos como la creación, que algunos sospechan vinieron de otro mundo hace milenios y de los que ahora se pueden contar su número con los dedos de la mano. aunque sus descendientes criaturas convertidas en no muertos por otros vampiros que una vez fu eron humanos son una plaga en muchos países del mundo. El colmillo que tantas veces habían visto sus compañeros de aventuras acariciar cada vez que estaba nervioso o que su mente se concentraba en encontrar la solución a algún complicado enigma, era el único vestigio que quedo del terrible enfrentamiento entre su padre y el antiguo y milenario vampiro, acariciarlo le servía para entrar en sintonía con la mente de su padre o por lo menos esa era la sensación que tenía. Ahora que su cerebro formaba parte de la triada del consejo de ancianos, el profesor Klauss a veces tenía la sensación de que parte de la antigua mente original de su padre se había diluido entre la maquinaría a la que estaba conectado su cerebro. Pero las tiernas palabras de despedida, ahora que volvía a partir a otra peligrosa misión, le confirmaba que dentro de ese cilindro frio y metálico, seguía estando su padre intacto, tanto en mente como alma. Ese padre que de niño le regaló un lanza estacas Wörsen como regalo de Navidad cuando solo contaba con seis años, el mismo que le llevo de exploración al desierto de Kenia en busca de la ciudad perdida de Thasala y que le introdujo en los secretos de la mística de los Dogón. Ese mismo padre que ahora desde el frio cascarón metálico del cilindro de conservación se despedía de él.
—Buena suerte profesor y manténganos informados de cualquier novedad.—dijo el tercer cilindro amodo de despedida. —Yo también le sugiero precaución con von Krupp por lo menos hasta que sepamos sus verdaderas intenciones, si es que oculta algo realmente.
Realmente ocultaría algo Víktor von Krupp, serían otras sus intenciones, si es así porque necesitaba la ayuda de la Ars Obscura. Con esos pensamientos en mente, salió de la sala del consejo de ancianos y partió a iniciar los preparativos del viaje.
Viktor von Krupp- Catedrático malvado
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Re: Relato Colmillos en la oscuridad
CAPITULO 2
EL VIAJE
El cielo estaba nublado y amenazaba lluvia aunque unos tímidos rayos de sol parecían prometer tiempos mejores, era el típico día ingles. El aeropuerto estaba repleto de gente por todos lados; mozos cargando maletas en pequeño carros mecánicos impulsados por diminutas calderas de vapor, que expulsaban un pequeño chorro de humo a la atmosfera cada vez que su piloto aceleraba para llevar su valiosa carga a alguna de las zonas de de despegue, pilotos que en grupo se dirigían a las cabinas de sus zeppelines, caballeros muy bien vestidos y sonrientes que acompañaban a sus esposas a la zona de embarque seguidos por sus doncellas y mayordomos, mecánicos, fogoneros, etc. Toda una troupe para el gran espectáculo que componía el gran aeropuerto de Londres.
A casi diez kilómetros de la capital, el aeropuerto de Londres era el más importante del mundo, comunicaba con más de veinte países en vuelos regulares, incluyendo los viajes trasatlánticos. Su flota la formaban 20 zeppelines 7 de ellos de gran tamaño y dedicados exclusivamente a pasajeros de clase alta y vuelos transoceánicos y el resto de menor tamaño se repartían los vuelos interiores y el transporte de mercancías. La joya de la corona de la Royal Air England Flights eran el HMS Narcissus y el HMS Queen Victory; siendo el primero el mayor de todos. Era una monstruosidad; eso es lo que pensaron el profesor Klauss, el profesor Brokenhaimer, el señor Constantine y el señor Absenta cuando vieron por primera vez la alargada figura del Narcissus recortándose hacia el horizonte. Sin duda era una imagen imponente con sus 245 metros de largo y sus 41 metros de diámetro que le conferían la forma de una enorme bala de cañón, aunque el profesor Absenta jurase que le recordaba más a un pepino de Gloucester. Fabricado con una estructura interior de aluminio ultraligera pero súper resistente, el cuerpo exterior estaba realizado en algodón, barnizado con oxido de hierro y acetato-butirato de celulosa impregnado de polvo de aluminio, lo cual le daba rigidez y resistencia a la par que ligereza. En su interior albergaba 18 bolsas de hidrogeno y 4 balones de aire que le daban una capacidad de 210.000 m3 de gas y un empuje de 12 toneladas, los pasajeros se albergaban en el interior de la estructura del zeppelín en lujosos camarotes que podrían ser la envidia de cualquier hotel de lujo. En el exterior 6 motores de hipervapor le proveían de 1500 caballos de potencia y una velocidad máxima de 150 Km por hora. Gracias a esa velocidad este nuevo modelo de zeppelín podía recorrer en un año la asombrosa cantidad de 300.000 km transportando a casi 3000 pasajeros, permitiéndole cruzar además 19 veces el atlántico con una media de 4 días por viaje. La proa era un enorme mascaron a imitación del de los barcos de vela, una suerte de gigantesco Ícaro dorado cuyos brazos se habían transformado en alas y que partiendo de sus hombros recorrían hasta casi la mitad de la longitud total del dirigible, los ojos del moderno Ícaro eran dos potentes reflectores que ayudaban a la iluminación del espacio aéreo en días tormentosos o con baja luminosidad. Pero tanta belleza no debía engañar al espectador, bajo ese aspecto de agradable bajel aéreo se encontraba también una criatura bien armada. Debido al constante asedio al que habían sido llevados en los últimos tiempos muchos grandes zeppelines y otros dirigibles de menor tamaño, se opto por dotar a las naves de sus propias formas de defensa. Para tal fin el Narcissus contaba con un total de 11 puestos de ametralladora que se escamoteaban en el interior de la súper estructura dejándolos invisibles hasta su utilización, seis de ellos estaban en los laterales, tres a babor y tres a estribor. Dos en la parte superior uno en cada extremo y lo mismo para la parte inferior y por ultimo uno en la proa, cada puesto lo conformaban dos ametralladoras gemelas Maxim; invento de ese hijo adoptivo de Inglaterra pero de origen americano llamado Hiram Maxim. Los piratas aéreos había refinado mucho su técnica de abordar los dirigibles ya no los destruían y rebuscaban entre los restos ni intentaban colarse dentro para secuestrarlos. Con sus cañones de arpeo impulsados por vapor se enganchaban a las góndolas inferiores o a las rampas de control y empezaban a jalar a la desafortunada nave hasta ellos, cuando ya los tenían a la distancia adecuada colocaban largas rampas con ganchos y cruzaban por ellas en tropel, gritando maldiciones y disparando de vez en cuando al aire a sabiendas de que el mínimo roce de una bala podía causar una desgracia, pero ellos eran así, su lema los identificaba claramente, "Mi país el cielo, la espada en mi mano, la muerte mi forma de vivir". Con ese armamento abordo el Narcissus era un plato difícil de digerir para los piratas al que apodaban "el erizo", con lo cual era pocas veces atacado y los que lo había intentado acababan con su dirigibles incendiándose y estrellándose entre las rocas o el mar.
Cuando los cuatro miembros de la Ars Obscura llegaron a la zona de embarque, se estaban ultimando las últimas maniobras de reaprovisionamiento del Narcissus. Un miembro de la tripulación al pie de de la escalera que daba acceso a la nave les solicito con una amplia sonrisa sus billetes y les indico donde se encontraban sus respectivos camarotes, seguidamente un mayordomo vestido con casaca roja, bombachos blancos, medias rojas, zapatos de charol y tocado con una gorra de plato, uniforme habitual en el Narcissus recogió sus maletas y les acompaño durante el trayecto.
El despegue se realizó con completa normalidad. Se comenzó retirando la escalera de acceso de pasajeros y la de la góndola de la tripulación, luego se soltó lastre y los seis propulsores se pusieron en marcha, de las salidas de vapor surgieron una serie de chorros de humo negro y ceniza y las hélices comenzaron a girar a gran velocidad, los miembros de tierra sujetaban los amarres y fueron guiando poco a poco la nave hasta que esta estuvo enderezada y completamente horizontal; desde la torre de amarre un operario hizo una señal con una bandera verde al capitán de la nave y esta se desengancho del anclaje, un segundo después los operarios de tierra soltaron las cuerdas que la seguían manteniendo unida al suelo y el Narcissus ascendió rápidamente hacia el cielo londinense, en dirección a la costa.
El trayecto hasta Berlín aun duraría algunas horas así que se reunieron todos en la habitación del profesor Klaus para repasar los detalles más importantes de la expedición. La habitación decorada con un gusto exquisito que recordaba el lujo de algunos hoteles parisinos tenía una cama de mediano tamaño hecha de bronce con pequeñas esfinges estilo imperio en la cabecera y lo pies, las almohadas estaban rellenas del mejor plumón de oca, y las sabanas tejidas con algodón egipcio de la mejor calidad, la cubierta de seda color burdeos había sido confeccionada expresamente en China para el Narcissus y en la esquina derecha de cada elemento textil se podía ver el símbolo del la nave; una letra N de hilo de oro con un par de alas saliéndole de los laterales. El resto del mobiliario lo componían una cómoda de cerezo exquisitamente trabajada con un espejo dorado estilo Versalles, un par de sillas a juego, dos confortables sillones de piel, una palangana de porcelana china sobre un trípode de bronce con su correspondiente jarra, un espejo articulado ideal para afeitarse y una pequeña mesa redonda para facilitar la tarea de la escritura a aquel viajero que lo desease. El suelo estaba recubierto con una alfombra persa de complicados dibujos e hilo grueso lo cual se agradecía pues a cierta altura el frio del suelo se sentía a través de los zapatos. En las paredes varios cuadros de Joseph Turner le daban un ambiente cálido a la habitación ya que las paredes se mantenían desnudas de cualquier tipo de recubrimiento a excepción de la del propio del zeppelín.
—Bueno señores… —comenzó a hablar el profesor Klauss —tomen asiento donde quieran y comencemos a discutir los por menores de este particular viaje.
—En primer lugar quisiera saber si efectivamente veremos personalmente a von Krupp en el transcurso de esta misión —preguntó el profesor Brokenhaimer.
—No tengo la menor duda —le respondió el profesor Klauss. —En su carta lo afirma y según tengo entendido es hombre de palabra y fiel cumplidor de ella. Según su misiva tal y como sabrán al haberla leído, nos espera en la villa de Vladek en Rumania, un pequeña población de no más de 300 habitantes situada al noroeste a dos o tres días de viaje de la capital de Carpatia por el trayecto normal, menos si uno esta tan loco de atravesar los Cárpatos por sus senderos más oscuros e inhóspitos.
—Pero su misiva no indica a qué tipo de peligro nos enfrentaremos, vamos un poco a ciegas querido profesor —comento el señor Constantine mientras se levantaba de uno de los sillones donde había estado sentado hasta ese momento y se dirigía a la cómoda donde reposaba una bandeja de plata con una botella de cristal tallado y cuatro copas. —Ya sabéis profesor, que en cuanto se refiere a peligro y extrañas criaturas yo soy el primero en apuntarse cuando surge la ocasión, pero esto creo es ir un poco lejos, sin tener en cuenta que en esta habitación no creo que nadie se fie enteramente de tal von Krupp, ni siquiera usted querido profesor —Dijo mientras se servía una generosa medida del licor contenido en la botella. —¡Vaya por Dios, brandy! —blasfemo mientras saboreaba con desagrado el rojizo licor. —Cuando pondrán en estos armatostes buen whiskey americano o bourbon —Y dicho esto se lo tomo de un trago sin respirar, provocando la risa entre los presentes.
—Yo pienso… —empezó a decir el señor Absenta —que el señor von Krupp tendrá sus buenos motivos, cierto que a mí tampoco me gustan las expediciones a ciegas, sin embargo sea lo que sea lo que se encuentra en Rumania, debe ser un hallazgo muy importante si se nos ha sugerido el capturarlo vivo y evidentemente el peligro que significa para la población del lugar es más que evidente, sólo espero no vernos obligados a matarlo y poder conservarlo vivo para su estudio. Lástima que las obligaciones de mi esposa en Canadá no la hayan permitido venir.
—Si es un cambiaformas o un licántropo por mi parte no esperéis verlo con vida señor Absenta —dijo el profesor brokenhaimer mientras miraba de soslayo al señor Constantine.
—No adelantemos acontecimientos —dijo el profesor Klauss levantándose de su silla y siguiendo con su mirada a todos los presentes hasta llegar a los ojos del profesor brokenhaimer donde la dejo detenida con gesto de desaprobación. —En unas ocho horas llegaremos a Berlín donde cablegrafiaré un mensaje a la Ars Obscura Manor informando al consejo de ancianos de nuestra llegada sin problemas y tomaremos un tren que nos llevará hasta Varsovia y desde allí en diligencia a través de Carpatia hasta Rumania. La embajada de Carpatia en Londres, ya nos ha proveído de los correspondientes visados para que podamos atravesar sus fronteras sin problemas —sacó del interior de su levita cuatro sobres lacrados con el escudo de Carpatia y se lo dio a cada uno de los expedicionarios. —Si no surgen problemas Víktor von Krupp nos estará esperando ya en Vladek, donde nos pondrá en antecedentes y terminará de darnos toda la información necesaria para el cumplimiento de esta misión.
Ocho horas después el Narcissus era sujetado a la torre de amarre del aeropuerto alemán. Los pasajeros fueron bajando por la escalera puesta a tal efecto mientras el capitán al pie de ella iba despidiéndose personalmente de cada uno de ellos. Al llegar los expedicionarios al suelo el capitán les indico que tenían preparado un carruaje que les llevaría hasta la estación de tren de la Alexanderplatz, todos los gastos tanto del viaje en zeppelín, como del carruaje y el tren ya habían sido convenientemente abonados por la embajada de Carpatia en Berlín, con lo cual no deberían preocuparse de nada, un pequeño carro les acompañaría hasta la estación transportando la cámara de animación suspendida donde sería cargado en un vagón especial.
El trayecto hasta la Alexanderplatz fue relativamente corto, por el camino pudieron admirar la magnífica arquitectura de la ciudad, que junto a Londres y París eran las más cosmopolitas de Europa. Por las calzadas multitud de vehículos a vapor de todos los tamaños recorrían la ciudad por todas partes. Había desde pequeños triciclos cuyas calderines hacían funcionar una transmisión por cadenas engranada con el piñón de sus ruedas hasta pesados vehículos de mercancías cuya parte trasera estaba repleta de todo tipo de artículos para su reparto por los pequeños mercados y tiendas de la ciudad, verduras, cajas, muebles, pescado. En un momento del trayecto el carruaje que transportaba a los expedicionarios se paro para dejar paso a un enorme transporte de pasajeros articulado que se desplazaba lentamente sobre el suelo adoquinado de la calle. En la parte delantera una gran rueda omnidireccional era propulsada por dos enormes bielas unidas a dos grandes volantes. En una pequeña cabina sus conductores andaban ocupados controlando palancas, revisando la presión de la enorme caldera en los múltiples manómetros e indicadores y echando grandes paletadas de carbón en el hogar para mantener siempre vivo el fuego. Sus dos chimeneas de remates dorados, bufaban a cada paletada mientras tiraba con fuerza del conjunto articulado de máquina y vagones; uno diría al verlo que era una mezcla entre tractor y pequeño tren de pasajeros. Sus tres vagones de madera estaban repletos de gente que venía de trabajar desde las enormes fabricas a orillas del Rhin y regresaban a sus casas para la hora de la cena, unos sentados en sencillos asientos de madera y otros de pie agarrados a barras de metal, mientras pasaban el rato leyendo las noticias en el diario local o charlaban sobre la escandalosa subida del precio del pan.
Tras el paso del mastodóntico transporte de pasajeros, el carruaje llegó hasta la estación de trenes donde recogieron los billetes con destino a Illiavna, la capital de Carpatia, el país de origen de Víktor von Krupp. Como suele decirse vulgarmente, "la precisión germánica" permitió que el tren saliese a su hora exacta, con nuestros expedicionarios ya acomodados dentro de su vagón.
—¿Será largo el viaje profesor? —pregunto el señor Constantine mientras veía pasar a la gente por el andén a través de su ventana.
—No creo —respondió el profesor Klauss. —Tenga en cuenta señor Constantine que aunque mal pudiéramos pensar que las comunicaciones en el este de Europa son pobres y en mal estado, la ruta que atraviesa el ferrocarril entre Alemania y Polonia hasta Carpatia es realmente buena y bastante reciente, sobre todo la parte de Carpatia. Peor lo llevaremos cuando tengamos que atravesar en diligencia la conocida como ruta de Stregoicavar y que une Hungría con Carpatia y Rumania, ya que desde Illievna hasta nuestro destino en Vladek no hay vía férrea todavía.
—Odio las diligencias —comento el señor Absenta mientras hacia un gesto negativo con la cabeza. —Siempre acabo con todas mis cosas revueltas o tiradas por todos lados, la última vez se me mezclaron las placas de análisis y se me rompió uno de mis mejores microscopios.
—Ese von Krupp debería ampliar de una vez su red de ferrocarriles hasta Rumania, así nos ahorraríamos el mal trago —asintió el profesor Brokenhaimer. —Quizás deberíamos haber venido por la ruta marítima, ¿no cree profesor?.
—No, imposible —negó con la cabeza el profesor Klauss. —Es demasiado larga, además nos encontraríamos con el mismo problema. Llegaríamos en barco hasta el puerto de Varna, luego tendríamos que coger un tren hasta Budapest y desde allí hasta Vladek atravesar toda Rumania en diligencia, con lo cual si ya nos apetece poco este trayecto relativamente corto en diligencia, no quiero ni pensar atravesar toda Rumania.
El viaje a través de Polonia fue tranquilo y sin contratiempos, empezaron a caer las primeras nieves y un manto blanco cubrió todo el trayecto hasta Varsovia donde el grupo hizo transbordo para coger el tren que les llevaría desde la capital polaca hasta Cracovia y desde allí hasta Illievna capital de Carpatia.
En Illievna fueron recibidos por Vladimir Riskok un hombre grande de pelo rojizo y poblada barba bien recortada y cuidada, consejero y mano derecha del monarca carpatiano quien les informo que su señor debía ya encontrase en la villa de Vladek pues había partido hacia allí unos días atrás. Riskok les acompañó hasta sus alojamientos en el castillo donde podrían descansar hasta reanudar el viaje, viaje que se realizaría en diligencia por la inexistencia de una vía férrea que comunicara la capital con Rumania. Después de descansar un par de horas el grupo se reunió en el gran salón donde por orden de Riskov se les había preparado una copiosa y suculenta cena a base de los productos típicos de país. Faisán con miel y cebolletas al estilo de Illievna, esturión con mantequilla a las finas hierbas. Gruchev, un tipo de ensalada muy especial del norte del país y que algunos dicen rejuvenece a las personas ya que contiene entre sus ingredientes raíz de Alandro, una planta que sólo aparece una vez cada 5 años y que es considerada una exquisitez, tanto por su rareza como por su sabor. Todo regado con vino de las propias vides del castillo, un vino de excelente sabor, afrutado con ligeros toques a maderas, con cuerpo pero no de alta graduación, ideal para todo tipo de celebraciones. Para postre trajeron una enorme colección de diferentes postres representando cada uno una región diferente, había pastelitos de frambuesa de la región del rio Navcok, pastel de calabaza y mora del sur de Ingustav, tartaletas de trufa y manzana de Nierma y otros tipos de exquisiteces dulces y placenteras al paladar. Después de cenar se dirigieron a una pequeña pero acogedora sala anexa al gran comedor, donde habitualmente Von Krupp solía reposar la cena tomando un aromático café arábigo y una copa de brandy añejo. Estaba decorada con grandes estanterías de libros, aunque no era una biblioteca, entre las estanterías repletas de volúmenes, estaban colgados cuadros enormes que representaban figuras de caballeros, unos posando serios con sus cotas de malla y sus espadas y escudos y otros representados en cruentas batallas. Uno de esos cuadros llamó la atención particularmente del profesor Klauss, pues en él se veían representados a dos caballeros luchando en inferioridad de condiciones contra un ingente número de soldados con turbante y armados con cimitarras. Uno de los caballeros pintados, de semblante adusto y barba poblada blandía una enorme hacha con intención inequívoca de hundírsela en el cráneo de uno de los soldados caídos mientras este alzaba la mano en señal de suplica o como si intentase desesperadamente parar el fatal golpe con la mano, el otro un hombre de aspecto fiero con largos bigotes y mirada oscura atravesaba con su lanza el pecho de otro soldado enemigo, mientras de su boca parecía surgir una maldición o un alarido de alegría salvaje y desbocada, al preguntar el profesor Klauss sobre la identidad de los dos guerreros del cuadro, Riskok le contesto que el hombre de la gran barba y el hacha era el barón Dumitru von Krupp antepasado del señor y antiguo monarca de Carpatia, el otro era Vlad Tepes, monarca de Rumania, príncipe de Valaquia. El lienzo representaba el momento en que Dumitru Aloisius von Krupp acudió a Cluj Napoca en ayuda del monarca Valaco para tratar de parar la invasión turca. En la batalla de Cluj Napoca Von Krupp y Vlad Tepes se enfrentaron juntos a las hordas turcas mucho más numerosas, después de varias horas de combate, sólo quedaron en pie ellos dos y un pequeño grupo de sus hombres, las tropas turcas habían sido aniquiladas. Tepes entonces dio orden a las tropas de refresco que habían llegado para ayudarles, de que cogieran a los enemigos que habían sobrevivido y que fueran empalados como castigo por invadir sus tierras, al terminar el día los campos se habían convertido en un mar inmenso de cuerpos empalados, según las crónicas, los soldados rumanos y carpatianos hundían su botas al caminar por un rio de sangre de más de un palmo de profundidad, en esa zona ya no volvió a crecer nunca más planta alguna e incluso dicen que los animales siguen rehuyendo pasar por ahí.
Aprovechando la conversación relativa al cuadro el profesor Klauss consideró que era una buena ocasión para que Riskok que les había hecho de anfitrión durante la cena les aclarase algunos dudas sobre la misión que les había encomendado su señor.
—Y bien señor Riskok…, que nos puede contar de la misiva que nos envió su señor hace unos días y por la cual estamos aquí —preguntó el profesor Klauss.
— Hasta lo que yo puedo contarles, solo puedo decirles, que herr Krupp ha solicitado su ayuda porque la criatura a la que se van a enfrentan nunca se había visto antes. Herr Krupp posee vastos conocimientos sobre muchas entidades y ha cazado a muchas de esas criaturas, pero en vista de los datos aportados por el alcalde de la villa de Vladek, esta se aleja de cualquier cosa conocida por él. Mi señor ha puesto su confianza en que ustedes y la sociedad Ars Obscura puedan aportar algo de luz a este misterio de la naturaleza.
—¿Y qué datos aporto el alcalde de Vladek? —pregunto el profesor Brokenhaimer mientras apuraba una copa de buen brandy añejo.
—Por lo que nos dijo, las cosas en la villa no habían mejorado después de la gran plaga de peste de hace 20 años, la mayoría de la población había sucumbido o huido a otras regiones. Los pocos que quedaron siguieron con las tareas habituales del campo, sobre todo ganadería; los quesos de Vladek son conocidos en toda Rumania y su fama se extiende hasta Carpatia, Hungria, Ucrania y más allá. Pero de un tiempo a esta parte muchos de sus animales empezaron a padecer algún tipo de anemia y algunos aparecieron en los pastos con sus cuerpos destrozados y desangrados.
—¿Un vampiro? —pregunto el señor Absenta.
—Con el cuerpo destrozado no creo, el vampiro habría consumido su sangre, ¿pero qué necesidad tendría de destrozar el cuerpo? —se pregunto a sí mismo el profesor Brokenhaimer.
—Lo desconozco —le respondió Riskok aunque la pregunta no fuera dirigida directamente a él. —A día de hoy es probable que herr Krupp posea información más detallada, por lo que es sumamente importante que partan mañana hacia Vladek. He dado órdenes a la diligencia para que les espere a la entrada del castillo, así no tendrán que desplazarse a la capital.
Después de que el consejero de von Krupp se hubiese despedido amablemente y los dejase solos en la habitación para seguir con sus tareas habituales en el castillo, el grupo de exploradores e investigadores se pusieron a recapitular y planificar sus próximos pasos. Por la mañana partirían rumbo a la frontera rumana atravesando el territorio hasta Vladek por la conocida como ruta de Stregoicavar, un antiguo camino comercial que unía Hungria, Carpatia y Rumania, llegando hasta la costa donde terminaba en el puerto de Varna. Era un trayecto peligroso, ya que atravesaba los Carpatos por una serie de intrincados caminos, rodeados de traicioneras gargantas y profundos y abismales acantilados, y si no era eso de por si suficiente para pensarse dos veces tomar esa ruta, se venían a sumar las historias sobre ataques sufridos por diligencias y carretas de transporte de mercancías. Historias que de vez en cuando aparecían escondidas entre las noticias locales en los diarios de la región; noticias que hablaban de sombras que surgían en la noche desde las cunetas de los caminos y atacaban a los caballos desgarrándoles la garganta, o saltaban encima del cochero hasta derribarlo. Los ancianos del lugar hablaban temerosos entre susurros de la estirpe del empalador, pero la opinión más generalizada era la de ataque de grandes lobos o perros asilvestrados, que debido a la falta de alimento sobre todo durante el duro invierno, habían perdido el miedo a los seres humanos y se envalentonaban bajando de las montañas, atreviéndose a acercarse a los caminos para atacarlos y devorar sus animales incluso dentro de sus granjas. Pero si bien esa explicación hubiese podido tranquilizar a la población foránea, ¿a qué clase de fenómeno se podría atribuir la ausencia total de sangre en algunos de los cadáveres encontrados?. El grupo del profesor Klauss lo sospechaba puesto que se había enfrentado en otras ocasiones a criaturas similares.
EL VIAJE
El cielo estaba nublado y amenazaba lluvia aunque unos tímidos rayos de sol parecían prometer tiempos mejores, era el típico día ingles. El aeropuerto estaba repleto de gente por todos lados; mozos cargando maletas en pequeño carros mecánicos impulsados por diminutas calderas de vapor, que expulsaban un pequeño chorro de humo a la atmosfera cada vez que su piloto aceleraba para llevar su valiosa carga a alguna de las zonas de de despegue, pilotos que en grupo se dirigían a las cabinas de sus zeppelines, caballeros muy bien vestidos y sonrientes que acompañaban a sus esposas a la zona de embarque seguidos por sus doncellas y mayordomos, mecánicos, fogoneros, etc. Toda una troupe para el gran espectáculo que componía el gran aeropuerto de Londres.
A casi diez kilómetros de la capital, el aeropuerto de Londres era el más importante del mundo, comunicaba con más de veinte países en vuelos regulares, incluyendo los viajes trasatlánticos. Su flota la formaban 20 zeppelines 7 de ellos de gran tamaño y dedicados exclusivamente a pasajeros de clase alta y vuelos transoceánicos y el resto de menor tamaño se repartían los vuelos interiores y el transporte de mercancías. La joya de la corona de la Royal Air England Flights eran el HMS Narcissus y el HMS Queen Victory; siendo el primero el mayor de todos. Era una monstruosidad; eso es lo que pensaron el profesor Klauss, el profesor Brokenhaimer, el señor Constantine y el señor Absenta cuando vieron por primera vez la alargada figura del Narcissus recortándose hacia el horizonte. Sin duda era una imagen imponente con sus 245 metros de largo y sus 41 metros de diámetro que le conferían la forma de una enorme bala de cañón, aunque el profesor Absenta jurase que le recordaba más a un pepino de Gloucester. Fabricado con una estructura interior de aluminio ultraligera pero súper resistente, el cuerpo exterior estaba realizado en algodón, barnizado con oxido de hierro y acetato-butirato de celulosa impregnado de polvo de aluminio, lo cual le daba rigidez y resistencia a la par que ligereza. En su interior albergaba 18 bolsas de hidrogeno y 4 balones de aire que le daban una capacidad de 210.000 m3 de gas y un empuje de 12 toneladas, los pasajeros se albergaban en el interior de la estructura del zeppelín en lujosos camarotes que podrían ser la envidia de cualquier hotel de lujo. En el exterior 6 motores de hipervapor le proveían de 1500 caballos de potencia y una velocidad máxima de 150 Km por hora. Gracias a esa velocidad este nuevo modelo de zeppelín podía recorrer en un año la asombrosa cantidad de 300.000 km transportando a casi 3000 pasajeros, permitiéndole cruzar además 19 veces el atlántico con una media de 4 días por viaje. La proa era un enorme mascaron a imitación del de los barcos de vela, una suerte de gigantesco Ícaro dorado cuyos brazos se habían transformado en alas y que partiendo de sus hombros recorrían hasta casi la mitad de la longitud total del dirigible, los ojos del moderno Ícaro eran dos potentes reflectores que ayudaban a la iluminación del espacio aéreo en días tormentosos o con baja luminosidad. Pero tanta belleza no debía engañar al espectador, bajo ese aspecto de agradable bajel aéreo se encontraba también una criatura bien armada. Debido al constante asedio al que habían sido llevados en los últimos tiempos muchos grandes zeppelines y otros dirigibles de menor tamaño, se opto por dotar a las naves de sus propias formas de defensa. Para tal fin el Narcissus contaba con un total de 11 puestos de ametralladora que se escamoteaban en el interior de la súper estructura dejándolos invisibles hasta su utilización, seis de ellos estaban en los laterales, tres a babor y tres a estribor. Dos en la parte superior uno en cada extremo y lo mismo para la parte inferior y por ultimo uno en la proa, cada puesto lo conformaban dos ametralladoras gemelas Maxim; invento de ese hijo adoptivo de Inglaterra pero de origen americano llamado Hiram Maxim. Los piratas aéreos había refinado mucho su técnica de abordar los dirigibles ya no los destruían y rebuscaban entre los restos ni intentaban colarse dentro para secuestrarlos. Con sus cañones de arpeo impulsados por vapor se enganchaban a las góndolas inferiores o a las rampas de control y empezaban a jalar a la desafortunada nave hasta ellos, cuando ya los tenían a la distancia adecuada colocaban largas rampas con ganchos y cruzaban por ellas en tropel, gritando maldiciones y disparando de vez en cuando al aire a sabiendas de que el mínimo roce de una bala podía causar una desgracia, pero ellos eran así, su lema los identificaba claramente, "Mi país el cielo, la espada en mi mano, la muerte mi forma de vivir". Con ese armamento abordo el Narcissus era un plato difícil de digerir para los piratas al que apodaban "el erizo", con lo cual era pocas veces atacado y los que lo había intentado acababan con su dirigibles incendiándose y estrellándose entre las rocas o el mar.
Cuando los cuatro miembros de la Ars Obscura llegaron a la zona de embarque, se estaban ultimando las últimas maniobras de reaprovisionamiento del Narcissus. Un miembro de la tripulación al pie de de la escalera que daba acceso a la nave les solicito con una amplia sonrisa sus billetes y les indico donde se encontraban sus respectivos camarotes, seguidamente un mayordomo vestido con casaca roja, bombachos blancos, medias rojas, zapatos de charol y tocado con una gorra de plato, uniforme habitual en el Narcissus recogió sus maletas y les acompaño durante el trayecto.
El despegue se realizó con completa normalidad. Se comenzó retirando la escalera de acceso de pasajeros y la de la góndola de la tripulación, luego se soltó lastre y los seis propulsores se pusieron en marcha, de las salidas de vapor surgieron una serie de chorros de humo negro y ceniza y las hélices comenzaron a girar a gran velocidad, los miembros de tierra sujetaban los amarres y fueron guiando poco a poco la nave hasta que esta estuvo enderezada y completamente horizontal; desde la torre de amarre un operario hizo una señal con una bandera verde al capitán de la nave y esta se desengancho del anclaje, un segundo después los operarios de tierra soltaron las cuerdas que la seguían manteniendo unida al suelo y el Narcissus ascendió rápidamente hacia el cielo londinense, en dirección a la costa.
El trayecto hasta Berlín aun duraría algunas horas así que se reunieron todos en la habitación del profesor Klaus para repasar los detalles más importantes de la expedición. La habitación decorada con un gusto exquisito que recordaba el lujo de algunos hoteles parisinos tenía una cama de mediano tamaño hecha de bronce con pequeñas esfinges estilo imperio en la cabecera y lo pies, las almohadas estaban rellenas del mejor plumón de oca, y las sabanas tejidas con algodón egipcio de la mejor calidad, la cubierta de seda color burdeos había sido confeccionada expresamente en China para el Narcissus y en la esquina derecha de cada elemento textil se podía ver el símbolo del la nave; una letra N de hilo de oro con un par de alas saliéndole de los laterales. El resto del mobiliario lo componían una cómoda de cerezo exquisitamente trabajada con un espejo dorado estilo Versalles, un par de sillas a juego, dos confortables sillones de piel, una palangana de porcelana china sobre un trípode de bronce con su correspondiente jarra, un espejo articulado ideal para afeitarse y una pequeña mesa redonda para facilitar la tarea de la escritura a aquel viajero que lo desease. El suelo estaba recubierto con una alfombra persa de complicados dibujos e hilo grueso lo cual se agradecía pues a cierta altura el frio del suelo se sentía a través de los zapatos. En las paredes varios cuadros de Joseph Turner le daban un ambiente cálido a la habitación ya que las paredes se mantenían desnudas de cualquier tipo de recubrimiento a excepción de la del propio del zeppelín.
—Bueno señores… —comenzó a hablar el profesor Klauss —tomen asiento donde quieran y comencemos a discutir los por menores de este particular viaje.
—En primer lugar quisiera saber si efectivamente veremos personalmente a von Krupp en el transcurso de esta misión —preguntó el profesor Brokenhaimer.
—No tengo la menor duda —le respondió el profesor Klauss. —En su carta lo afirma y según tengo entendido es hombre de palabra y fiel cumplidor de ella. Según su misiva tal y como sabrán al haberla leído, nos espera en la villa de Vladek en Rumania, un pequeña población de no más de 300 habitantes situada al noroeste a dos o tres días de viaje de la capital de Carpatia por el trayecto normal, menos si uno esta tan loco de atravesar los Cárpatos por sus senderos más oscuros e inhóspitos.
—Pero su misiva no indica a qué tipo de peligro nos enfrentaremos, vamos un poco a ciegas querido profesor —comento el señor Constantine mientras se levantaba de uno de los sillones donde había estado sentado hasta ese momento y se dirigía a la cómoda donde reposaba una bandeja de plata con una botella de cristal tallado y cuatro copas. —Ya sabéis profesor, que en cuanto se refiere a peligro y extrañas criaturas yo soy el primero en apuntarse cuando surge la ocasión, pero esto creo es ir un poco lejos, sin tener en cuenta que en esta habitación no creo que nadie se fie enteramente de tal von Krupp, ni siquiera usted querido profesor —Dijo mientras se servía una generosa medida del licor contenido en la botella. —¡Vaya por Dios, brandy! —blasfemo mientras saboreaba con desagrado el rojizo licor. —Cuando pondrán en estos armatostes buen whiskey americano o bourbon —Y dicho esto se lo tomo de un trago sin respirar, provocando la risa entre los presentes.
—Yo pienso… —empezó a decir el señor Absenta —que el señor von Krupp tendrá sus buenos motivos, cierto que a mí tampoco me gustan las expediciones a ciegas, sin embargo sea lo que sea lo que se encuentra en Rumania, debe ser un hallazgo muy importante si se nos ha sugerido el capturarlo vivo y evidentemente el peligro que significa para la población del lugar es más que evidente, sólo espero no vernos obligados a matarlo y poder conservarlo vivo para su estudio. Lástima que las obligaciones de mi esposa en Canadá no la hayan permitido venir.
—Si es un cambiaformas o un licántropo por mi parte no esperéis verlo con vida señor Absenta —dijo el profesor brokenhaimer mientras miraba de soslayo al señor Constantine.
—No adelantemos acontecimientos —dijo el profesor Klauss levantándose de su silla y siguiendo con su mirada a todos los presentes hasta llegar a los ojos del profesor brokenhaimer donde la dejo detenida con gesto de desaprobación. —En unas ocho horas llegaremos a Berlín donde cablegrafiaré un mensaje a la Ars Obscura Manor informando al consejo de ancianos de nuestra llegada sin problemas y tomaremos un tren que nos llevará hasta Varsovia y desde allí en diligencia a través de Carpatia hasta Rumania. La embajada de Carpatia en Londres, ya nos ha proveído de los correspondientes visados para que podamos atravesar sus fronteras sin problemas —sacó del interior de su levita cuatro sobres lacrados con el escudo de Carpatia y se lo dio a cada uno de los expedicionarios. —Si no surgen problemas Víktor von Krupp nos estará esperando ya en Vladek, donde nos pondrá en antecedentes y terminará de darnos toda la información necesaria para el cumplimiento de esta misión.
Ocho horas después el Narcissus era sujetado a la torre de amarre del aeropuerto alemán. Los pasajeros fueron bajando por la escalera puesta a tal efecto mientras el capitán al pie de ella iba despidiéndose personalmente de cada uno de ellos. Al llegar los expedicionarios al suelo el capitán les indico que tenían preparado un carruaje que les llevaría hasta la estación de tren de la Alexanderplatz, todos los gastos tanto del viaje en zeppelín, como del carruaje y el tren ya habían sido convenientemente abonados por la embajada de Carpatia en Berlín, con lo cual no deberían preocuparse de nada, un pequeño carro les acompañaría hasta la estación transportando la cámara de animación suspendida donde sería cargado en un vagón especial.
El trayecto hasta la Alexanderplatz fue relativamente corto, por el camino pudieron admirar la magnífica arquitectura de la ciudad, que junto a Londres y París eran las más cosmopolitas de Europa. Por las calzadas multitud de vehículos a vapor de todos los tamaños recorrían la ciudad por todas partes. Había desde pequeños triciclos cuyas calderines hacían funcionar una transmisión por cadenas engranada con el piñón de sus ruedas hasta pesados vehículos de mercancías cuya parte trasera estaba repleta de todo tipo de artículos para su reparto por los pequeños mercados y tiendas de la ciudad, verduras, cajas, muebles, pescado. En un momento del trayecto el carruaje que transportaba a los expedicionarios se paro para dejar paso a un enorme transporte de pasajeros articulado que se desplazaba lentamente sobre el suelo adoquinado de la calle. En la parte delantera una gran rueda omnidireccional era propulsada por dos enormes bielas unidas a dos grandes volantes. En una pequeña cabina sus conductores andaban ocupados controlando palancas, revisando la presión de la enorme caldera en los múltiples manómetros e indicadores y echando grandes paletadas de carbón en el hogar para mantener siempre vivo el fuego. Sus dos chimeneas de remates dorados, bufaban a cada paletada mientras tiraba con fuerza del conjunto articulado de máquina y vagones; uno diría al verlo que era una mezcla entre tractor y pequeño tren de pasajeros. Sus tres vagones de madera estaban repletos de gente que venía de trabajar desde las enormes fabricas a orillas del Rhin y regresaban a sus casas para la hora de la cena, unos sentados en sencillos asientos de madera y otros de pie agarrados a barras de metal, mientras pasaban el rato leyendo las noticias en el diario local o charlaban sobre la escandalosa subida del precio del pan.
Tras el paso del mastodóntico transporte de pasajeros, el carruaje llegó hasta la estación de trenes donde recogieron los billetes con destino a Illiavna, la capital de Carpatia, el país de origen de Víktor von Krupp. Como suele decirse vulgarmente, "la precisión germánica" permitió que el tren saliese a su hora exacta, con nuestros expedicionarios ya acomodados dentro de su vagón.
—¿Será largo el viaje profesor? —pregunto el señor Constantine mientras veía pasar a la gente por el andén a través de su ventana.
—No creo —respondió el profesor Klauss. —Tenga en cuenta señor Constantine que aunque mal pudiéramos pensar que las comunicaciones en el este de Europa son pobres y en mal estado, la ruta que atraviesa el ferrocarril entre Alemania y Polonia hasta Carpatia es realmente buena y bastante reciente, sobre todo la parte de Carpatia. Peor lo llevaremos cuando tengamos que atravesar en diligencia la conocida como ruta de Stregoicavar y que une Hungría con Carpatia y Rumania, ya que desde Illievna hasta nuestro destino en Vladek no hay vía férrea todavía.
—Odio las diligencias —comento el señor Absenta mientras hacia un gesto negativo con la cabeza. —Siempre acabo con todas mis cosas revueltas o tiradas por todos lados, la última vez se me mezclaron las placas de análisis y se me rompió uno de mis mejores microscopios.
—Ese von Krupp debería ampliar de una vez su red de ferrocarriles hasta Rumania, así nos ahorraríamos el mal trago —asintió el profesor Brokenhaimer. —Quizás deberíamos haber venido por la ruta marítima, ¿no cree profesor?.
—No, imposible —negó con la cabeza el profesor Klauss. —Es demasiado larga, además nos encontraríamos con el mismo problema. Llegaríamos en barco hasta el puerto de Varna, luego tendríamos que coger un tren hasta Budapest y desde allí hasta Vladek atravesar toda Rumania en diligencia, con lo cual si ya nos apetece poco este trayecto relativamente corto en diligencia, no quiero ni pensar atravesar toda Rumania.
El viaje a través de Polonia fue tranquilo y sin contratiempos, empezaron a caer las primeras nieves y un manto blanco cubrió todo el trayecto hasta Varsovia donde el grupo hizo transbordo para coger el tren que les llevaría desde la capital polaca hasta Cracovia y desde allí hasta Illievna capital de Carpatia.
En Illievna fueron recibidos por Vladimir Riskok un hombre grande de pelo rojizo y poblada barba bien recortada y cuidada, consejero y mano derecha del monarca carpatiano quien les informo que su señor debía ya encontrase en la villa de Vladek pues había partido hacia allí unos días atrás. Riskok les acompañó hasta sus alojamientos en el castillo donde podrían descansar hasta reanudar el viaje, viaje que se realizaría en diligencia por la inexistencia de una vía férrea que comunicara la capital con Rumania. Después de descansar un par de horas el grupo se reunió en el gran salón donde por orden de Riskov se les había preparado una copiosa y suculenta cena a base de los productos típicos de país. Faisán con miel y cebolletas al estilo de Illievna, esturión con mantequilla a las finas hierbas. Gruchev, un tipo de ensalada muy especial del norte del país y que algunos dicen rejuvenece a las personas ya que contiene entre sus ingredientes raíz de Alandro, una planta que sólo aparece una vez cada 5 años y que es considerada una exquisitez, tanto por su rareza como por su sabor. Todo regado con vino de las propias vides del castillo, un vino de excelente sabor, afrutado con ligeros toques a maderas, con cuerpo pero no de alta graduación, ideal para todo tipo de celebraciones. Para postre trajeron una enorme colección de diferentes postres representando cada uno una región diferente, había pastelitos de frambuesa de la región del rio Navcok, pastel de calabaza y mora del sur de Ingustav, tartaletas de trufa y manzana de Nierma y otros tipos de exquisiteces dulces y placenteras al paladar. Después de cenar se dirigieron a una pequeña pero acogedora sala anexa al gran comedor, donde habitualmente Von Krupp solía reposar la cena tomando un aromático café arábigo y una copa de brandy añejo. Estaba decorada con grandes estanterías de libros, aunque no era una biblioteca, entre las estanterías repletas de volúmenes, estaban colgados cuadros enormes que representaban figuras de caballeros, unos posando serios con sus cotas de malla y sus espadas y escudos y otros representados en cruentas batallas. Uno de esos cuadros llamó la atención particularmente del profesor Klauss, pues en él se veían representados a dos caballeros luchando en inferioridad de condiciones contra un ingente número de soldados con turbante y armados con cimitarras. Uno de los caballeros pintados, de semblante adusto y barba poblada blandía una enorme hacha con intención inequívoca de hundírsela en el cráneo de uno de los soldados caídos mientras este alzaba la mano en señal de suplica o como si intentase desesperadamente parar el fatal golpe con la mano, el otro un hombre de aspecto fiero con largos bigotes y mirada oscura atravesaba con su lanza el pecho de otro soldado enemigo, mientras de su boca parecía surgir una maldición o un alarido de alegría salvaje y desbocada, al preguntar el profesor Klauss sobre la identidad de los dos guerreros del cuadro, Riskok le contesto que el hombre de la gran barba y el hacha era el barón Dumitru von Krupp antepasado del señor y antiguo monarca de Carpatia, el otro era Vlad Tepes, monarca de Rumania, príncipe de Valaquia. El lienzo representaba el momento en que Dumitru Aloisius von Krupp acudió a Cluj Napoca en ayuda del monarca Valaco para tratar de parar la invasión turca. En la batalla de Cluj Napoca Von Krupp y Vlad Tepes se enfrentaron juntos a las hordas turcas mucho más numerosas, después de varias horas de combate, sólo quedaron en pie ellos dos y un pequeño grupo de sus hombres, las tropas turcas habían sido aniquiladas. Tepes entonces dio orden a las tropas de refresco que habían llegado para ayudarles, de que cogieran a los enemigos que habían sobrevivido y que fueran empalados como castigo por invadir sus tierras, al terminar el día los campos se habían convertido en un mar inmenso de cuerpos empalados, según las crónicas, los soldados rumanos y carpatianos hundían su botas al caminar por un rio de sangre de más de un palmo de profundidad, en esa zona ya no volvió a crecer nunca más planta alguna e incluso dicen que los animales siguen rehuyendo pasar por ahí.
Aprovechando la conversación relativa al cuadro el profesor Klauss consideró que era una buena ocasión para que Riskok que les había hecho de anfitrión durante la cena les aclarase algunos dudas sobre la misión que les había encomendado su señor.
—Y bien señor Riskok…, que nos puede contar de la misiva que nos envió su señor hace unos días y por la cual estamos aquí —preguntó el profesor Klauss.
— Hasta lo que yo puedo contarles, solo puedo decirles, que herr Krupp ha solicitado su ayuda porque la criatura a la que se van a enfrentan nunca se había visto antes. Herr Krupp posee vastos conocimientos sobre muchas entidades y ha cazado a muchas de esas criaturas, pero en vista de los datos aportados por el alcalde de la villa de Vladek, esta se aleja de cualquier cosa conocida por él. Mi señor ha puesto su confianza en que ustedes y la sociedad Ars Obscura puedan aportar algo de luz a este misterio de la naturaleza.
—¿Y qué datos aporto el alcalde de Vladek? —pregunto el profesor Brokenhaimer mientras apuraba una copa de buen brandy añejo.
—Por lo que nos dijo, las cosas en la villa no habían mejorado después de la gran plaga de peste de hace 20 años, la mayoría de la población había sucumbido o huido a otras regiones. Los pocos que quedaron siguieron con las tareas habituales del campo, sobre todo ganadería; los quesos de Vladek son conocidos en toda Rumania y su fama se extiende hasta Carpatia, Hungria, Ucrania y más allá. Pero de un tiempo a esta parte muchos de sus animales empezaron a padecer algún tipo de anemia y algunos aparecieron en los pastos con sus cuerpos destrozados y desangrados.
—¿Un vampiro? —pregunto el señor Absenta.
—Con el cuerpo destrozado no creo, el vampiro habría consumido su sangre, ¿pero qué necesidad tendría de destrozar el cuerpo? —se pregunto a sí mismo el profesor Brokenhaimer.
—Lo desconozco —le respondió Riskok aunque la pregunta no fuera dirigida directamente a él. —A día de hoy es probable que herr Krupp posea información más detallada, por lo que es sumamente importante que partan mañana hacia Vladek. He dado órdenes a la diligencia para que les espere a la entrada del castillo, así no tendrán que desplazarse a la capital.
Después de que el consejero de von Krupp se hubiese despedido amablemente y los dejase solos en la habitación para seguir con sus tareas habituales en el castillo, el grupo de exploradores e investigadores se pusieron a recapitular y planificar sus próximos pasos. Por la mañana partirían rumbo a la frontera rumana atravesando el territorio hasta Vladek por la conocida como ruta de Stregoicavar, un antiguo camino comercial que unía Hungria, Carpatia y Rumania, llegando hasta la costa donde terminaba en el puerto de Varna. Era un trayecto peligroso, ya que atravesaba los Carpatos por una serie de intrincados caminos, rodeados de traicioneras gargantas y profundos y abismales acantilados, y si no era eso de por si suficiente para pensarse dos veces tomar esa ruta, se venían a sumar las historias sobre ataques sufridos por diligencias y carretas de transporte de mercancías. Historias que de vez en cuando aparecían escondidas entre las noticias locales en los diarios de la región; noticias que hablaban de sombras que surgían en la noche desde las cunetas de los caminos y atacaban a los caballos desgarrándoles la garganta, o saltaban encima del cochero hasta derribarlo. Los ancianos del lugar hablaban temerosos entre susurros de la estirpe del empalador, pero la opinión más generalizada era la de ataque de grandes lobos o perros asilvestrados, que debido a la falta de alimento sobre todo durante el duro invierno, habían perdido el miedo a los seres humanos y se envalentonaban bajando de las montañas, atreviéndose a acercarse a los caminos para atacarlos y devorar sus animales incluso dentro de sus granjas. Pero si bien esa explicación hubiese podido tranquilizar a la población foránea, ¿a qué clase de fenómeno se podría atribuir la ausencia total de sangre en algunos de los cadáveres encontrados?. El grupo del profesor Klauss lo sospechaba puesto que se había enfrentado en otras ocasiones a criaturas similares.
Viktor von Krupp- Catedrático malvado
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Re: Relato Colmillos en la oscuridad
CAPITULO 3
Al clarear el día el grupo ya estaba preparado a la entrada del castillo con sus maletas dispuestas, el cochero revisó las riendas y los arneses de las cinco mulas de tiro y su ayudante que hacía las veces de guarda armado por si surgía algún imprevisto durante el trayecto, colocó los bultos en la parte superior protegiéndolos con una lona de las inclemencias del tiempo.
—Bueno caballeros, les deseo un buen viaje —dijo Riskok, estrechando con firmeza la mano de los cuatro aventureros. —Esta diligencia les llevara directamente hasta Vladek, donde ya les estará esperando von Krupp, si no surge ningún contratiempo, estarán allí en un par de días puede que menos si las mulas son rápidas.
—Le agradecemos mucho su hospitalidad y la de von Krupp, y esperamos serle de ayuda. —contesto el profesor Klauss.
La diligencia partió del castillo mientras ligeros y algodonosos copos de nieve empezaban a cubrir los caminos, el valle donde se asentaba Illiavna dejo paso al profundo bosque que lo rodeaba, una extraña oscuridad se cernió sobre el carruaje provocada por el tupido manto formado por las copas de los árboles milenarios entrelazadas entre sí, el cochero paro el vehículo y dio orden a su ayudante para que encendiera las lámparas alimentadas con aceite.
—¿Qué ocurre cochero? —preguntó el señor Constantine asomándose por una de las ventanas. —¿Por qué nos paramos?
—Disculpen caballeros —respondió el cochero dirigiéndose al extrañado grupo que miraba inquisitivo a través de las ventanas laterales de la diligencia. —Nos encontramos en los bosques de Carpatia, pronto llegaremos a la ruta de Stregoicavar, pero hasta que no los atravesemos debemos llevar la luz encendida. Estos bosque son muy profundos, a lo largo de las épocas, las copas de sus árboles han ido entretejiendo una especie de bóveda sobre nuestras cabezas, restando visibilidad y convierte en noche lo que en realidad es día, así evitaremos accidentes y cualquier peligro que pueda surgir.
—Pensaba que Carpatia era un lugar relativamente seguro, no han habido noticias de vampirismo en décadas. —Comento el profesor Brokenhaimer.
—Y no los ha habido caballeros —asevero el cochero. —Pero la oscuridad trae otras cosas, cosas que se arrastran, olisquean y arañan. Las profundidades de estos bosques impenetrables no han sido hoyadas por los hombres desde hace mucho, este es el único camino seguro de paso, y son pocos los valientes que se atreven a atravesarlos por sus antiguas veredas. Se cuentan historias… Sí historias a la tenue luz de las velas, mientras estas a salvo recogido en la seguridad del hogar con tu familia. Historias de hombres que se transforman en lobos y de lobos mordidos por estos mismos y que se convierten a su vez en hombres.
—Lupus homine sin duda, un caso raro pero no imposible de reversión genética —afirmó con un más que ostentoso movimiento afirmativo de la cabeza el señor Absenta.
—No lo sé caballero no soy hombre de ciencia —continuó hablando el cochero. —Pero la gente habla con miedo de cierto paraje del bosque. No muy lejos de aquí hacia el este, en un pequeño claro, se levanta un conjunto de extraños troncos de árbol, han sido cortados y colocados de forma extraña a semejanza de un gran pasillo en espiral y dicen los que lo han visto que su superficie está grabada con extraños símbolos. Un anciano leñador me conto una vez mientras deliraba por todo el alcohol que había bebido, que una vez de niño acompañó a su padre a cortar unos árboles cerca de ese lugar, estuvieron cortando troncos durante horas y como había empezado a anochecer y hacia frio su padre le envió a recoger ramas para preparar una hoguera con la que calentarse mientras el ataba los troncos a los caballos de arrastre antes de regresar a su casa pues su tarea ya estaba casi concluida, el chico obedeciendo a su padre fue recogiéndolas. No se había alejado ni cien metros cuando de repente oyó un extraño crujido en la hojarasca, extrañado fue buscando con la mirada su posible origen y entonces vio una sombra furtiva moviéndose entre los árboles, todos sabemos cómo son los chiquillos, curiosos por naturaleza cual gatillos, el caso es que fue tras la sombra pensando que podría tratarse de algún cervatillo. Sin darse cuenta se alejó de la zona donde estaba su padre cortando leña y llegó al claro donde se encontraban los extraños troncos, se puso a observarlos viendo las curiosas figuras grabadas en su corteza, el anciano me dijo que representaban escenas de hombres armados con lanzas persiguiendo a otro que tan pronto era un hombre como se convertía en un figura bípeda con cabeza de lobo o perro. Entonces volvió a oír otro crujido, pero esta vez más fuerte y más cerca. Temeroso de que no fuese un cervatillo sino algún oso, se apresuró a esconderse tras el tronco de un grueso árbol, pero lo suficientemente cerca como para ver la curiosa formación de troncos de la que ahora se daba cuenta que estaban puestos formando una especie de pasillo en espiral y en cuyo centro había una especie de piel, quizás los restos de algún animal muerto. Volvió a oír el crujido pero esta vez pudo distinguir que eran producidos por pasos entre la hojarasca caída por los suelos. Asomó un poco la vista y vio a un hombre al que reconoció como el boticario del pueblo, este empezó a recitar una extraña salmodia o plegaria que identifico como latín ya que había oído hablar muchas veces al cura en ese idioma durante la misa en la iglesia. A medida que la iba recitando el boticario avanzaba a través del pasillo en espiral formado por los árboles cortados y se iba desprendiendo de su ropa. El muchacho no podía apartar la vista fascinado por el extraño comportamiento de un conocido hombre de bien, cabal y padre de familia. Cuando llegó al centro de la espiral, el hombre ya estaba desnudo por completo, no portaba nada excepto un tarro de barro en la mano derecha, quitó el tapón de corcho que lo cerraba y vertió su contenido en lo que parecía ser la piel de un animal, se agachó para recogerla y empezó a frotar el extraño liquido de color rojizo por toda la superficie. Ahora lo que les voy a contar caballeros pueden considerarlo una cuestión de locura producida por el exceso de alcohol y la mente senil de un anciano o una de esas realidades tenebrosas que de vez en cuando surgen de la noche para acechar la vida de los hombres. Pero el anciano me juro y perjuró que lo que vio fue tan cierto y real como les estoy yo viendo a ustedes ahora mismo. Me dijo que una vez que hubo embadurnado la piel con el líquido, el boticario la alzo sobre su cabeza hacia la luna llena que ya estaba asomada en el firmamento y empezó a gritar más y más fuerte palabras que él, de muchacho no comprendió pero que pasados muchos años un maestro venido de la capital las identifico como la palabra latina "Lupus" y la griega "Selene". Entonces se puso la piel alrededor de la cintura a modo de taparrabos y empezó a recorrer el camino inverso a través del pasillo de troncos en espiral; a medida que iba recorriendo ese camino y esto es lo más increíble, la figura del hombre se fue encorvando, su rostro se agitaba por un intenso dolor, sus brazos se alargaron e hicieron más fuertes y musculados, los dedos de las manos se encorvaron mientras sus uñas se alargaban y curvaban hasta convertirse en garras, la cara se le estiro hacia delante en una terrible mueca de horror insufrible hasta adquirir el aspecto de un hocico, mientras sus labios se retraían dejando ver una hilera de terribles colmillos caninos, las orejas se agrandaron y se volvieron puntiagudas y todo el cuerpo empezó a cubrirse de un pelo ralo, negro y duro, lo que antes habían sido sus pies también sufrieron una terrible transformación adoptando la vaga forma de los cuartos traseros de un animal salvaje con los dedos transformados en poderosas garras, de la parte trasera de su cuerpo surgió una larga cola peluda, y toda su espalda se erizo con un vello negro y tupido como un cepillo. Cuando terminó de salir de la espiral de arboles, lo que antes había sido una persona se había transformado en una terrible bestia, un inmenso lobo que andaba sobre sus patas traseras como una mala imitación de un hombre, pero lo que más aterrorizó al muchacho fueron sus ojos, unos ojos bestiales, amarillentos como la flema, con una pupila negra como la noche, pero con una mirada terriblemente inteligente, una mirada que ninguna criatura del bosque posee, y solo la tienen los seres humanos.
Finalmente la horrible criatura se alejo por entre los árboles rumbo a la negrura más profunda, el muchacho al principio no se atrevió a contarle nada a su padre cuando regresaron a casa, por miedo a que lo tomara por loco, pero la aparición de varias vacas muertas y la desaparición de varios vecinos del pueblo en días sucesivos le convenció para contarle todo lo que había visto esa terrible noche.
—Entonces… ¿Fueron a por el boticario? —pregunto el señor Constantine sumamente interesado.
—No en ese mismo momento —le contesto el cochero mientras encendía una vieja pipa y le daba un par de amplias caladas antes de proseguir su relato. —Aunque el padre le creyese y confiase en lo que le había contado. La gente del pueblo no iba a hacer caso de lo primero que contase un chiquillo. Así que el padre se reunió primero con el consejo del pueblo y les expuso lo que había visto el chaval, afirmando que el muchacho no era un soñador y no tendía a exagerar las cosas que había visto. El jefe del pueblo un hombre que debía rondar casi los ochenta años y había visto y oído muchas cosas en su vida, no dudo de la palabra del hombre, pero el boticario era un hombre de bien y muy respetado en la aldea, no podían hacer una acusación tan grave a la ligera, necesitaban pruebas contundentes y la mejor manera de conseguirlas dijo el anciano, era esperar a la siguiente noche de luna llena parapetados entre los árboles y se actuaría en consecuencia a lo que se observase. Al consejo allí reunido le pareció una buena idea, se aprobó reunir a un grupo de los mejores cazadores del pueblo y esperar a la siguiente noche de luna llena para observar y actuar en consecuencia contra el boticario o contra cualquier criatura que apareciese en las profundidades del bosque.
Un mes más tarde, en la primera noche de luna llena, un grupo de diez personas, los mejores cazadores del pueblo con el padre del muchacho a la cabeza, partieron hacia el extraño claro donde se encontraba las espiral de troncos, llegaron antes que anocheciese, y se fueron distribuyendo alrededor del claro para evitar que nada ni nadie pudiese escapar por ningún sitio. A eso de las nueve, con la luna ya alta, apareció por un sendero el boticario, se le veía tranquilo ya que no sospechaba que le estuviesen aguardando, entonces el padre del muchacho hizo un sonido imitando a una corneja, una señal solo conocida por los cazadores para que aguardasen y no se precipitasen en sus actos. El boticario ignorante de lo que ocurría a su alrededor empezó con su letanía de palabras en latín y griego, muchos pudieron oír palabras como "Lupus", "Selene" y "Mater Gaia", aunque no entendían su significado. En un momento de su rezo, el boticario entro en el interior del pasillo de troncos en forma de espiral y comenzó a quitarse la ropa, tal y como había contado el muchacho. Ahora que no tenían dudas de que lo que había contado el muchacho era cierto, amartillaron sus escopetas y se aprestaron para el ataque en cuanto el padre del chico y líder de la partida diera la señal. Este tenía que estar completamente seguro, aunque si se iba a transformar en una horrible bestia no le daría tiempo a que culminase su transformación y daría la orden de disparar antes de que esta concluyese. Cuando el boticario ya completamente desnudo llego al centro de la espiral, comenzó el ritual de impregnar la piel que había en el suelo con el líquido rojizo de su tarro de barro. La alzó sobre su cabeza mirando directamente a la luna y aumento el volumen de su voz repitiendo una y otra vez las palabras "Lupus" "Selene" y "Mater Gaia", como si exigiera a la luna algo que los allí presentes desconocían . Se ato la piel completamente recubierta por el extraño líquido a la cintura y comenzó a deshacer el camino que había hecho a través de la espiral. Entonces ante la atónita y aterrada mirada de los cazadores comenzó la dantesca transformación. Ante la duda de si serían suficientes los hombres para acabar con una criatura como la que les había contado su hijo, el líder del grupo silbó todo lo fuerte que pudo a modo de señal, entonces de entre la oscuridad surgieron los cazadores escopeta en mano apuntando y al unisonó dispararon contra el cuerpo del boticario-lobo, sin darle tiempo a que concluyese la transformación. Este comenzó una cacofónica mezcla de gritos humanos y aullidos de lobo y arrastrándose como pudo llego al centro de la espiral donde se derrumbo jadeando. El grupo de cazadores llego ante los pies del boticario, y pudieron observar que su cuerpo desnudo era una delirante mezcla de miembros humanos y perrunos, su cara estaba deformada hasta hacerse irreconocible, por una lado tenia orejas de hombre pero por otro su rostro se había estirado y deformado hasta adquirir el aspecto de un hocico, sus brazos eran mucho más fuertes que los de un hombre pero mientras uno de ellos terminaba en una mano humana, el otro era más una garra animal, sus piernas seguían siendo de hombre y su piel aunque desnuda estaba empezando a recubrirse de una gruesa capa de pelo negruzco. El padre del muchacho se arrodillo ante la grotesca figura tendida y le pregunto.
—¿Por qué?, ¿por qué lo ha hecho?.
—Por la libertad —contesto el boticario mientras la sangre le surcaba la comisura de los labios.
—¿La libertad?, no lo entiendo —volvió a preguntarle el hombre.
—Usted mejor que nadie debería saberlo. Usted es un cazador, sabe lo que significa ir por el bosque tras su presa, la sensación de libertad que implica eso, usted solo ante la naturaleza. El hombre en su ignorancia cree que es libre, pobre iluso atado a los convencionalismo de la vida normal. Yo quería ser libre, libre de verdad, como lo es el lobo, sentirme parte de la naturaleza, formar parte de lo que eso implica. Po eso busque tanto entre antiguos libros y pergaminos, hasta que un día en un viejo mapa de la región encontré este lugar. ¿Sabía que aquí vivió una raza de hombres lobo procedentes de lejanas tierras?. Sí, vivieron mucho antes de que naciera el más anciano de los habitantes el pueblo, durante los periodos sin luna llena habitaban en una gran choza comunitaria en cuyo centro estaba esta espiral donde nos encontramos ahora, adorando a Gaia y a Selene, pero cuando llegaba la luna llena, comenzaban el ritual y se convertían en lobos, durante ese tiempo vivían libres, cazando, corriendo por el bosque, sin ataduras sociales ni morales, pero entonces llego el hombre y al verlos y ver su libertad se horrorizo y dio orden de cazarlos como alimañas, lo hacían fuera de los días de luna llena cuando eran vulnerables. En poco tiempo se extinguieron y solo quedo como vestigio de su existencia la espiral de troncos, las imágenes que se ven en la corteza muestran su exterminio. Ahora muero, pero muero con el convencimiento de haber sido el único hombre libre de este pueblo.
—No es un hombre libre, solo es un patético monstruo de la naturaleza —y dicho esto, el padre del muchacho que en ningún momento había apartado los cañones de su arma de la cabeza del boticario, apretó el gatillo, un estampido monstruoso rompió la tranquilidad milenaria del bosque y cuando se disipo la nube de pólvora, vio la cabeza deforme del boticario tendida sobre una gran mancha de sangre, con medio rostro desaparecido por los efectos del disparo.
—Creía que a los hombres lobo solo se les podía matar con plata —dijo extrañado el profesor Brokenhaimer. —Quizás lo que mataron esos hombres fue otra cosa, el miedo, la oscuridad, puede confundirnos y hacernos ver cosas que no existen. ¿No cree profesor Klauss?.
—Ciertamente un hombre lobo completamente transformado es inmune a la munición normal tal y como sabemos, y solo puede ser muerto por una bala de plata o en su defecto cualquier arma de filo fabricado con ese material precioso, pero aquí nos encontramos con un ser humano en pleno proceso de transformación, el padre del muchacho fue muy inteligente al no esperar a que se completase dicha transformación, si lo hubiesen dejado terminar, habrían muerto.
—Estoy completamente de acuerdo con usted profesor —dijo el señor Constantine.
—Sí, pero lastima no haber podido contar con el cadáver de la criatura para poder examinarlo más detenidamente —añadió el señor Absenta, pensado como siempre en las grandes respuestas que puede aportar el analizar una criatura sobrenatural.
—Es cierto. ¿Sabe usted cochero que ocurrió con el cadáver del boticario?, ¿que fueron de sus restos? —pegunto el profesor Klauss dirigiéndose al cochero que volvía a encender la pipa, con otra carga de aromático tabaco húngaro.
—Por lo que me contó el anciano —respondió el cochero intentando prender fuego al tabaco de su pipa que se negaba a encenderse a causa de las ráfagas de aire. —Se llevaron el cadáver al pueblo y fue mostrado ante el consejo, se envió un mensajero a la capital comunicando todo lo que había ocurrido y solicitando información sobre lo que tenían que hacer con los restos. Dos días después apareció en el pueblo un carruaje real, con dos guardias y un mensaje. El príncipe Augustus Cornelius von Krupp ordenaba que los restos del boticario fueran depositados en el carruaje para su traslado a Illiavna, donde se pondrían a buen recaudo. El cadáver fue cargado en el carruaje partiendo a toda prisa hacia la capital sin dar más explicaciones y ya no se volvió a saber nada del boticario ni de su cuerpo. Aunque hay quien dice, que fue despellejado y su cabeza y piel se conservan disecadas en un almacén secreto del castillo como si se tratase de una pieza de caza.
—Una historia increíble sin duda —comento el señor Constantine mientras miraba de reojo, como si esperase un ataque al carruaje por parte de una criatura peluda de aspecto humanoide.
—Pero no deben hacerme mucho caso tampoco señores —comento el cochero como no dando mucha importancia al relato que había contado. —Piensen que quien me contó la historia es un hombre mayor con mas alcohol en su cuerpo que muchas barricas de brandy que yo he visto —y se echó a reír con una fuerte carcajada mientras se agarraba con las dos manos su oronda barriga, contagiando con ese inesperado arranque de feliz risa al resto del grupo. —Prosigamos nuestro viaje, aun queda mucho trecho hasta Vladek. ¡Muchacho!, ¿has acabado de encender las lámparas?.
—Si señor ya están listas —contesto el joven que no había dejado en ningún momento de escuchar la historia contada por el cochero.
—Pues vamos –se subió al pescante y dando un fuerte grito, azuzo a las mulas que se pusieron en marcha rumbo a la profundidad del bosque.
Al clarear el día el grupo ya estaba preparado a la entrada del castillo con sus maletas dispuestas, el cochero revisó las riendas y los arneses de las cinco mulas de tiro y su ayudante que hacía las veces de guarda armado por si surgía algún imprevisto durante el trayecto, colocó los bultos en la parte superior protegiéndolos con una lona de las inclemencias del tiempo.
—Bueno caballeros, les deseo un buen viaje —dijo Riskok, estrechando con firmeza la mano de los cuatro aventureros. —Esta diligencia les llevara directamente hasta Vladek, donde ya les estará esperando von Krupp, si no surge ningún contratiempo, estarán allí en un par de días puede que menos si las mulas son rápidas.
—Le agradecemos mucho su hospitalidad y la de von Krupp, y esperamos serle de ayuda. —contesto el profesor Klauss.
La diligencia partió del castillo mientras ligeros y algodonosos copos de nieve empezaban a cubrir los caminos, el valle donde se asentaba Illiavna dejo paso al profundo bosque que lo rodeaba, una extraña oscuridad se cernió sobre el carruaje provocada por el tupido manto formado por las copas de los árboles milenarios entrelazadas entre sí, el cochero paro el vehículo y dio orden a su ayudante para que encendiera las lámparas alimentadas con aceite.
—¿Qué ocurre cochero? —preguntó el señor Constantine asomándose por una de las ventanas. —¿Por qué nos paramos?
—Disculpen caballeros —respondió el cochero dirigiéndose al extrañado grupo que miraba inquisitivo a través de las ventanas laterales de la diligencia. —Nos encontramos en los bosques de Carpatia, pronto llegaremos a la ruta de Stregoicavar, pero hasta que no los atravesemos debemos llevar la luz encendida. Estos bosque son muy profundos, a lo largo de las épocas, las copas de sus árboles han ido entretejiendo una especie de bóveda sobre nuestras cabezas, restando visibilidad y convierte en noche lo que en realidad es día, así evitaremos accidentes y cualquier peligro que pueda surgir.
—Pensaba que Carpatia era un lugar relativamente seguro, no han habido noticias de vampirismo en décadas. —Comento el profesor Brokenhaimer.
—Y no los ha habido caballeros —asevero el cochero. —Pero la oscuridad trae otras cosas, cosas que se arrastran, olisquean y arañan. Las profundidades de estos bosques impenetrables no han sido hoyadas por los hombres desde hace mucho, este es el único camino seguro de paso, y son pocos los valientes que se atreven a atravesarlos por sus antiguas veredas. Se cuentan historias… Sí historias a la tenue luz de las velas, mientras estas a salvo recogido en la seguridad del hogar con tu familia. Historias de hombres que se transforman en lobos y de lobos mordidos por estos mismos y que se convierten a su vez en hombres.
—Lupus homine sin duda, un caso raro pero no imposible de reversión genética —afirmó con un más que ostentoso movimiento afirmativo de la cabeza el señor Absenta.
—No lo sé caballero no soy hombre de ciencia —continuó hablando el cochero. —Pero la gente habla con miedo de cierto paraje del bosque. No muy lejos de aquí hacia el este, en un pequeño claro, se levanta un conjunto de extraños troncos de árbol, han sido cortados y colocados de forma extraña a semejanza de un gran pasillo en espiral y dicen los que lo han visto que su superficie está grabada con extraños símbolos. Un anciano leñador me conto una vez mientras deliraba por todo el alcohol que había bebido, que una vez de niño acompañó a su padre a cortar unos árboles cerca de ese lugar, estuvieron cortando troncos durante horas y como había empezado a anochecer y hacia frio su padre le envió a recoger ramas para preparar una hoguera con la que calentarse mientras el ataba los troncos a los caballos de arrastre antes de regresar a su casa pues su tarea ya estaba casi concluida, el chico obedeciendo a su padre fue recogiéndolas. No se había alejado ni cien metros cuando de repente oyó un extraño crujido en la hojarasca, extrañado fue buscando con la mirada su posible origen y entonces vio una sombra furtiva moviéndose entre los árboles, todos sabemos cómo son los chiquillos, curiosos por naturaleza cual gatillos, el caso es que fue tras la sombra pensando que podría tratarse de algún cervatillo. Sin darse cuenta se alejó de la zona donde estaba su padre cortando leña y llegó al claro donde se encontraban los extraños troncos, se puso a observarlos viendo las curiosas figuras grabadas en su corteza, el anciano me dijo que representaban escenas de hombres armados con lanzas persiguiendo a otro que tan pronto era un hombre como se convertía en un figura bípeda con cabeza de lobo o perro. Entonces volvió a oír otro crujido, pero esta vez más fuerte y más cerca. Temeroso de que no fuese un cervatillo sino algún oso, se apresuró a esconderse tras el tronco de un grueso árbol, pero lo suficientemente cerca como para ver la curiosa formación de troncos de la que ahora se daba cuenta que estaban puestos formando una especie de pasillo en espiral y en cuyo centro había una especie de piel, quizás los restos de algún animal muerto. Volvió a oír el crujido pero esta vez pudo distinguir que eran producidos por pasos entre la hojarasca caída por los suelos. Asomó un poco la vista y vio a un hombre al que reconoció como el boticario del pueblo, este empezó a recitar una extraña salmodia o plegaria que identifico como latín ya que había oído hablar muchas veces al cura en ese idioma durante la misa en la iglesia. A medida que la iba recitando el boticario avanzaba a través del pasillo en espiral formado por los árboles cortados y se iba desprendiendo de su ropa. El muchacho no podía apartar la vista fascinado por el extraño comportamiento de un conocido hombre de bien, cabal y padre de familia. Cuando llegó al centro de la espiral, el hombre ya estaba desnudo por completo, no portaba nada excepto un tarro de barro en la mano derecha, quitó el tapón de corcho que lo cerraba y vertió su contenido en lo que parecía ser la piel de un animal, se agachó para recogerla y empezó a frotar el extraño liquido de color rojizo por toda la superficie. Ahora lo que les voy a contar caballeros pueden considerarlo una cuestión de locura producida por el exceso de alcohol y la mente senil de un anciano o una de esas realidades tenebrosas que de vez en cuando surgen de la noche para acechar la vida de los hombres. Pero el anciano me juro y perjuró que lo que vio fue tan cierto y real como les estoy yo viendo a ustedes ahora mismo. Me dijo que una vez que hubo embadurnado la piel con el líquido, el boticario la alzo sobre su cabeza hacia la luna llena que ya estaba asomada en el firmamento y empezó a gritar más y más fuerte palabras que él, de muchacho no comprendió pero que pasados muchos años un maestro venido de la capital las identifico como la palabra latina "Lupus" y la griega "Selene". Entonces se puso la piel alrededor de la cintura a modo de taparrabos y empezó a recorrer el camino inverso a través del pasillo de troncos en espiral; a medida que iba recorriendo ese camino y esto es lo más increíble, la figura del hombre se fue encorvando, su rostro se agitaba por un intenso dolor, sus brazos se alargaron e hicieron más fuertes y musculados, los dedos de las manos se encorvaron mientras sus uñas se alargaban y curvaban hasta convertirse en garras, la cara se le estiro hacia delante en una terrible mueca de horror insufrible hasta adquirir el aspecto de un hocico, mientras sus labios se retraían dejando ver una hilera de terribles colmillos caninos, las orejas se agrandaron y se volvieron puntiagudas y todo el cuerpo empezó a cubrirse de un pelo ralo, negro y duro, lo que antes habían sido sus pies también sufrieron una terrible transformación adoptando la vaga forma de los cuartos traseros de un animal salvaje con los dedos transformados en poderosas garras, de la parte trasera de su cuerpo surgió una larga cola peluda, y toda su espalda se erizo con un vello negro y tupido como un cepillo. Cuando terminó de salir de la espiral de arboles, lo que antes había sido una persona se había transformado en una terrible bestia, un inmenso lobo que andaba sobre sus patas traseras como una mala imitación de un hombre, pero lo que más aterrorizó al muchacho fueron sus ojos, unos ojos bestiales, amarillentos como la flema, con una pupila negra como la noche, pero con una mirada terriblemente inteligente, una mirada que ninguna criatura del bosque posee, y solo la tienen los seres humanos.
Finalmente la horrible criatura se alejo por entre los árboles rumbo a la negrura más profunda, el muchacho al principio no se atrevió a contarle nada a su padre cuando regresaron a casa, por miedo a que lo tomara por loco, pero la aparición de varias vacas muertas y la desaparición de varios vecinos del pueblo en días sucesivos le convenció para contarle todo lo que había visto esa terrible noche.
—Entonces… ¿Fueron a por el boticario? —pregunto el señor Constantine sumamente interesado.
—No en ese mismo momento —le contesto el cochero mientras encendía una vieja pipa y le daba un par de amplias caladas antes de proseguir su relato. —Aunque el padre le creyese y confiase en lo que le había contado. La gente del pueblo no iba a hacer caso de lo primero que contase un chiquillo. Así que el padre se reunió primero con el consejo del pueblo y les expuso lo que había visto el chaval, afirmando que el muchacho no era un soñador y no tendía a exagerar las cosas que había visto. El jefe del pueblo un hombre que debía rondar casi los ochenta años y había visto y oído muchas cosas en su vida, no dudo de la palabra del hombre, pero el boticario era un hombre de bien y muy respetado en la aldea, no podían hacer una acusación tan grave a la ligera, necesitaban pruebas contundentes y la mejor manera de conseguirlas dijo el anciano, era esperar a la siguiente noche de luna llena parapetados entre los árboles y se actuaría en consecuencia a lo que se observase. Al consejo allí reunido le pareció una buena idea, se aprobó reunir a un grupo de los mejores cazadores del pueblo y esperar a la siguiente noche de luna llena para observar y actuar en consecuencia contra el boticario o contra cualquier criatura que apareciese en las profundidades del bosque.
Un mes más tarde, en la primera noche de luna llena, un grupo de diez personas, los mejores cazadores del pueblo con el padre del muchacho a la cabeza, partieron hacia el extraño claro donde se encontraba las espiral de troncos, llegaron antes que anocheciese, y se fueron distribuyendo alrededor del claro para evitar que nada ni nadie pudiese escapar por ningún sitio. A eso de las nueve, con la luna ya alta, apareció por un sendero el boticario, se le veía tranquilo ya que no sospechaba que le estuviesen aguardando, entonces el padre del muchacho hizo un sonido imitando a una corneja, una señal solo conocida por los cazadores para que aguardasen y no se precipitasen en sus actos. El boticario ignorante de lo que ocurría a su alrededor empezó con su letanía de palabras en latín y griego, muchos pudieron oír palabras como "Lupus", "Selene" y "Mater Gaia", aunque no entendían su significado. En un momento de su rezo, el boticario entro en el interior del pasillo de troncos en forma de espiral y comenzó a quitarse la ropa, tal y como había contado el muchacho. Ahora que no tenían dudas de que lo que había contado el muchacho era cierto, amartillaron sus escopetas y se aprestaron para el ataque en cuanto el padre del chico y líder de la partida diera la señal. Este tenía que estar completamente seguro, aunque si se iba a transformar en una horrible bestia no le daría tiempo a que culminase su transformación y daría la orden de disparar antes de que esta concluyese. Cuando el boticario ya completamente desnudo llego al centro de la espiral, comenzó el ritual de impregnar la piel que había en el suelo con el líquido rojizo de su tarro de barro. La alzó sobre su cabeza mirando directamente a la luna y aumento el volumen de su voz repitiendo una y otra vez las palabras "Lupus" "Selene" y "Mater Gaia", como si exigiera a la luna algo que los allí presentes desconocían . Se ato la piel completamente recubierta por el extraño líquido a la cintura y comenzó a deshacer el camino que había hecho a través de la espiral. Entonces ante la atónita y aterrada mirada de los cazadores comenzó la dantesca transformación. Ante la duda de si serían suficientes los hombres para acabar con una criatura como la que les había contado su hijo, el líder del grupo silbó todo lo fuerte que pudo a modo de señal, entonces de entre la oscuridad surgieron los cazadores escopeta en mano apuntando y al unisonó dispararon contra el cuerpo del boticario-lobo, sin darle tiempo a que concluyese la transformación. Este comenzó una cacofónica mezcla de gritos humanos y aullidos de lobo y arrastrándose como pudo llego al centro de la espiral donde se derrumbo jadeando. El grupo de cazadores llego ante los pies del boticario, y pudieron observar que su cuerpo desnudo era una delirante mezcla de miembros humanos y perrunos, su cara estaba deformada hasta hacerse irreconocible, por una lado tenia orejas de hombre pero por otro su rostro se había estirado y deformado hasta adquirir el aspecto de un hocico, sus brazos eran mucho más fuertes que los de un hombre pero mientras uno de ellos terminaba en una mano humana, el otro era más una garra animal, sus piernas seguían siendo de hombre y su piel aunque desnuda estaba empezando a recubrirse de una gruesa capa de pelo negruzco. El padre del muchacho se arrodillo ante la grotesca figura tendida y le pregunto.
—¿Por qué?, ¿por qué lo ha hecho?.
—Por la libertad —contesto el boticario mientras la sangre le surcaba la comisura de los labios.
—¿La libertad?, no lo entiendo —volvió a preguntarle el hombre.
—Usted mejor que nadie debería saberlo. Usted es un cazador, sabe lo que significa ir por el bosque tras su presa, la sensación de libertad que implica eso, usted solo ante la naturaleza. El hombre en su ignorancia cree que es libre, pobre iluso atado a los convencionalismo de la vida normal. Yo quería ser libre, libre de verdad, como lo es el lobo, sentirme parte de la naturaleza, formar parte de lo que eso implica. Po eso busque tanto entre antiguos libros y pergaminos, hasta que un día en un viejo mapa de la región encontré este lugar. ¿Sabía que aquí vivió una raza de hombres lobo procedentes de lejanas tierras?. Sí, vivieron mucho antes de que naciera el más anciano de los habitantes el pueblo, durante los periodos sin luna llena habitaban en una gran choza comunitaria en cuyo centro estaba esta espiral donde nos encontramos ahora, adorando a Gaia y a Selene, pero cuando llegaba la luna llena, comenzaban el ritual y se convertían en lobos, durante ese tiempo vivían libres, cazando, corriendo por el bosque, sin ataduras sociales ni morales, pero entonces llego el hombre y al verlos y ver su libertad se horrorizo y dio orden de cazarlos como alimañas, lo hacían fuera de los días de luna llena cuando eran vulnerables. En poco tiempo se extinguieron y solo quedo como vestigio de su existencia la espiral de troncos, las imágenes que se ven en la corteza muestran su exterminio. Ahora muero, pero muero con el convencimiento de haber sido el único hombre libre de este pueblo.
—No es un hombre libre, solo es un patético monstruo de la naturaleza —y dicho esto, el padre del muchacho que en ningún momento había apartado los cañones de su arma de la cabeza del boticario, apretó el gatillo, un estampido monstruoso rompió la tranquilidad milenaria del bosque y cuando se disipo la nube de pólvora, vio la cabeza deforme del boticario tendida sobre una gran mancha de sangre, con medio rostro desaparecido por los efectos del disparo.
—Creía que a los hombres lobo solo se les podía matar con plata —dijo extrañado el profesor Brokenhaimer. —Quizás lo que mataron esos hombres fue otra cosa, el miedo, la oscuridad, puede confundirnos y hacernos ver cosas que no existen. ¿No cree profesor Klauss?.
—Ciertamente un hombre lobo completamente transformado es inmune a la munición normal tal y como sabemos, y solo puede ser muerto por una bala de plata o en su defecto cualquier arma de filo fabricado con ese material precioso, pero aquí nos encontramos con un ser humano en pleno proceso de transformación, el padre del muchacho fue muy inteligente al no esperar a que se completase dicha transformación, si lo hubiesen dejado terminar, habrían muerto.
—Estoy completamente de acuerdo con usted profesor —dijo el señor Constantine.
—Sí, pero lastima no haber podido contar con el cadáver de la criatura para poder examinarlo más detenidamente —añadió el señor Absenta, pensado como siempre en las grandes respuestas que puede aportar el analizar una criatura sobrenatural.
—Es cierto. ¿Sabe usted cochero que ocurrió con el cadáver del boticario?, ¿que fueron de sus restos? —pegunto el profesor Klauss dirigiéndose al cochero que volvía a encender la pipa, con otra carga de aromático tabaco húngaro.
—Por lo que me contó el anciano —respondió el cochero intentando prender fuego al tabaco de su pipa que se negaba a encenderse a causa de las ráfagas de aire. —Se llevaron el cadáver al pueblo y fue mostrado ante el consejo, se envió un mensajero a la capital comunicando todo lo que había ocurrido y solicitando información sobre lo que tenían que hacer con los restos. Dos días después apareció en el pueblo un carruaje real, con dos guardias y un mensaje. El príncipe Augustus Cornelius von Krupp ordenaba que los restos del boticario fueran depositados en el carruaje para su traslado a Illiavna, donde se pondrían a buen recaudo. El cadáver fue cargado en el carruaje partiendo a toda prisa hacia la capital sin dar más explicaciones y ya no se volvió a saber nada del boticario ni de su cuerpo. Aunque hay quien dice, que fue despellejado y su cabeza y piel se conservan disecadas en un almacén secreto del castillo como si se tratase de una pieza de caza.
—Una historia increíble sin duda —comento el señor Constantine mientras miraba de reojo, como si esperase un ataque al carruaje por parte de una criatura peluda de aspecto humanoide.
—Pero no deben hacerme mucho caso tampoco señores —comento el cochero como no dando mucha importancia al relato que había contado. —Piensen que quien me contó la historia es un hombre mayor con mas alcohol en su cuerpo que muchas barricas de brandy que yo he visto —y se echó a reír con una fuerte carcajada mientras se agarraba con las dos manos su oronda barriga, contagiando con ese inesperado arranque de feliz risa al resto del grupo. —Prosigamos nuestro viaje, aun queda mucho trecho hasta Vladek. ¡Muchacho!, ¿has acabado de encender las lámparas?.
—Si señor ya están listas —contesto el joven que no había dejado en ningún momento de escuchar la historia contada por el cochero.
—Pues vamos –se subió al pescante y dando un fuerte grito, azuzo a las mulas que se pusieron en marcha rumbo a la profundidad del bosque.
Viktor von Krupp- Catedrático malvado
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Re: Relato Colmillos en la oscuridad
CAPITULO 4
Los bosque de Carpatia aun esconden muchos antiguos secretos entre su salvaje frondosidad, pero aun más oscuros son los secretos que se esconden en las tierras rumanas. Algunos de una edad indecible, provenientes de una época en la que el hombre aun no había recibido ese nombre. Cualquier estudioso de su cultura y mitología sabe que existen cientos de historias sobre las criaturas que supuestamente aun merodean ciertos parajes de este país, así como las lúgubres historias de algunos de sus variopintos personajes. Aunque es más conocida la historia del príncipe Vlad Tepes, otros personajes más oscuros, parecen no haber sobrevivido más que en la memoria de los ancianos y de algunos escritores de leyendas. Historias como la de Ionurka Popescu, un oscuro doctor y alquimista del siglo XVII que creía en la posibilidad no solo de capturar el alma humana, sino también de conservarla o incluso transferirla a otro cuerpo. Mientras duraron sus macabros experimentos cerca de doscientas personas fueron torturadas y asesinadas, aunque ese número podría ser muy superior, pues las personas desaparecidas en la región superaban con creces esa cifra.
En sus odiosas prácticas el doctor Popescu ataba a sus víctimas a una estrella de cinco puntas de cobre inscrita en un grueso anillo del mismo material rodeado de símbolos mágicos y cabalísticos a modo de círculo mágico. De tal manera que cabeza, brazos y piernas coincidían con los vértices de la estrella. Todo esto estaba unido a un gigantesco generador electrostático de su invención mediante cables; que facilitaban la transmisión de la corriente eléctrica. Cubriendo su rostro colocaba una extraña mascara de latón que tapaba completamente nariz y boca, y unía esta mediante un largo tubo de goma de casi media pulgada de diámetro a una maquina compuesta de una serie de engranajes bielas y émbolos que él denominaba “Condensador Espiritual”. La teoría era que al aplicar una gran corriente eléctrica al anillo el sujeto fallecería electrocutado. Pero su alma, al estar sujeta a nuestro plano material por la acción del círculo mágico y tras ser expulsada por la nariz y la boca sería absorbida por la acción succionante de la máscara del “Condensador Espiritual” siendo llevada a través de la máquina para ser almacenada en una vasija de cuarzo recubierta de oro, donde estaban grabados una serie de antiguos sellos místicos que debían impedir que el alma escapase de su encierro atravesando sus paredes. No hace falta decir que según la opinión de los científicos de la época que ayudaron en la investigación del caso, de las doscientas personas asesinadas, no habría logrado guardar ni un solo alma en sus vasijas de oro. Aunque uno de los soldados que participó en el asalto al laboratorio del doctor Popescu le contó en el lecho de muerte a uno de sus hijos, que después de haberlo matado y registrado concienzudamente su laboratorio, encontraron en el sótano oculto tras una estantería de libros, una gran sala repleta de pequeños nichos escavados en las paredes de piedra, dentro de cada nicho había un curioso recipiente de oro con extraños grabados. El soldado juró a sus hijo que allí por lo menos había trescientos o más de esos botes y que al abrir uno de ellos para verificar su contenido, surgió de él una extraña nube de color azulado acompañada de lo que le pareció como un quejido humano, no tanto de dolor como de alivio. La nube atravesó la sala y subió por las escaleras girándose en el último momento hacia el soldado como queriendo darle las gracias antes de desaparecer en dirección al cielo nocturno. Pero eso podría formar parte de las ensoñaciones de un joven con exceso de imaginación al que la oscuridad y la soledad de una oscuro sótano hizo ver cosas que no existían, ¿o tal vez no?.
Tras el largo y dificultoso viaje en la diligencia por fin llegaron a Vladek donde Ladislau el alcalde cuya cara estaba marcada por una terrible cicatriz les saludo profusamente y les invitó a que le acompañaran a su hogar ya que las luces del ocaso empezaban a decaer y el frio se hacía más perceptible. La casa del alcalde como la mayoría de las casas de la villa era de construcción sencilla pero solida, tanto en su planteamiento como en los materiales de su construcción. Las paredes eran de piedra y unas recias vigas de madera traídas del aserradero cercano conformaban la estructura de la casa de dos plantas. En la planta inferior o planta noble se encontraba un pequeño salón comedor al que se accedía directamente desde la entrada ya que la vivienda no poseía ningún tipo de vestíbulo, a la derecha había una pequeña cocina, donde a través de una puerta abierta se veía a una mujer de rasgos típicamente caucásicos, de pelo castaño recogido en una gruesa trenza y cuerpo robusto aunque muy femenino. Esta se afanaba entre peroles y cacerolas, y cierto olor a carne guisada con cerveza, yogurt y especias les llegaba a los expedicionarios. Más al fondo pasado el salón una puerta daba a la habitación del matrimonio donde se veía una gran cama de madera con figuras geométricas talladas y un pequeño armario para guardar la ropa, a la derecha del dormitorio de matrimonio, una escalera sin barandilla llevaba al piso superior que antaño había sido el dormitorio de los hijos del matrimonio y que llevaba muchos años sin usar desde que la gran peste asolase la región llevándose la vida de muchos niños y ancianos.
El alcalde acompaño al profesor Klauss y sus compañeros hasta la chimenea del salón donde una figura sentada en un viejo sillón de piel aguardaba semioculto entre las sombras del hogar. Al levantarse y dirigirse hacia ellos pudieron ver que se trataba de un hombre muy alto, de no menos de metro noventa, cubierto por un grueso abrigo de piel de oso con capucha, bajo el cual se entreveía un grueso chaleco de piel de lobo gris con botones de plata con el escudo de Carpatia, y una camisa de cazador húngaro hecha del mejor algodón. El chaleco además estaba reforzado en la zona del pecho con dos placas metálicas remachadas de color dorado, con una serie de extrañas inscripciones y diagramas grabados en ellas, seguramente para proteger el corazón del dueño del chaleco de algún tipo de ataque mágico, además de proporcionarle una excelente protección frente a ataques físicos. Portaba también el extraño sujeto unos pantalones militares de color verde que el profesor Klauss identificó como pertenecientes a la guardia de Dragones del ejercito de Carpatia y unas botas de montar reforzadas con grebas de metal y puntera de acero. Al desprenderse de su abrigo los exploradores pudieron observar una canana con unos cartuchos de proporciones inusualmente grandes que ocultaban un ancho cinturón rematado con una hebilla que representaba la cabeza de un gran dragón. Pero lo que más sorprendió al grupo y que les hizo retroceder un paso fue el rostro del sujeto. Un rostro duro, adusto y serio, con una larga melena grisácea y barba poblada del mismo color, con la parte superior izquierda del rostro oculta tras una máscara dorada finamente trabajada con filigranas plateadas, sujeta a la cabeza mediante una serie de tiras de cuero con hebillas metálicas. Allí donde debería estar su ojo izquierdo había una pieza de gran complejidad mecánica. Se trataba de un juego de tres lentes de color rojo como el rubí y de diferentes tamaños que se desplazaban alrededor de un eje central mediante un complicado sistema de engranajes dorados, permitiendo al extraño personaje adaptar su visión a tres tipos de distancias, había una lente para distancias muy cortas incluso microscópicas, otra para la visión normal y media distancia y otra que servía para las largas distancias, haciendo las veces de catalejo. Para cambiar de una lente a otra solo se tenía que desear con el pensamiento y la orden era transmitida al conjunto de engranajes que inmediatamente hacían girar las lentes hasta posicionar en su sitio correcto la deseada. Si era necesario, a estas lentes se les podía añadir otras que permitían aumentar la luz nocturna permitiendo al usuario ver en la oscuridad. Otras permitían ver fluidos espectrales y rastros ectoplasmaticos, incluso había unas que servían para seguir el rastro de feromonas de ciertas criaturas. En su conjunto el hombre que tenían ante ellos era sin duda impresionante, tanto por su aspecto físico como por su porte que indicaba su pertenencia a la nobleza centroeuropea.
—Bienvenidos caballeros —dijo el enmascarado con voz recia, casi glacial. —Les estaba esperando.
—Herr Víctor von Krupp supongo —preguntó el profesor Klauss mientras inclinaba levemente la cabeza y alargaba la mano a modo de saludo.
—Ahh…, el profesor Klauss me imagino. Sí soy Víktor von Krupp, me alegro de conocerle por fin. —dijo von Krupp relajando el tono de su voz, mientras estrechaba fuertemente la mano del profesor.
—Yo también señor Krupp, he oído muchas cosas de usted aunque hubiera preferido conocerle en otra situación —respondió el profesor.
—Le aseguro que la mayoría de las cosas que se dicen de mí son exageraciones aunque no puedo negar que alguna puede que sean verdad —contestó con tono irónico.
—Espero que las exageraciones solo sean las cosas malas. Me presento soy el profesor Torsten von Brokenhaimer.
—Profesor Brokenhaimer, he leído muchas cosas sobre usted y algunas de sus creaciones forman parte de mi colección de armas.
—Vaya, no esperaba que mis creaciones hubieran llegado tan lejos, me considero un mero inventor y explorador.
—Vamos, vamos, herr profesor no peque de inmodestia, si bien los movimientos de la Ars Obscura se mantienen en secreto por razones obvias, la fama de algunos de sus miembros ha atravesado las fronteras y es conocida entre las gente que nos dedicamos a esto —respondió von Krupp apretando fuertemente la mano del profesor Brokenhaimer entre las suyas.
—Permítame presentarle a dos de nuestros colaboradores —dijo el profesor Klauss dirigiéndose a von Krupp. —El señor Constantine miembro de la rama americana de la Ars Obscura; es nuestro catalogador jefe y dirige el Almacén 13 en Arizona. Es además un insigne y atrevido explorador, aparte de un reputado criptoarqueólogo.
—Un placer conocerle herr Constantine, quizás un día de estos pueda mostrarle algunas piezas de mi colección, como criptoarqueólogo seguro que estará muy interesado —dijo dirigiéndose al señor Constantine.
—Será un honor, he oído grandes halagos sobre su país, sobre todo sobre sus ríos y su pesca de la que soy gran aficionado en el tiempo que tengo libre, por desgracia nuestro paso por Carpatia fue demasiado apresurado como para permitirme practicar mi afición.
—Pues dese por invitado herr Constantine, nuestros ríos y los peces que hay en ellos quedan a su disposición y la de su caña —respondió von Krupp de manera animada.
—Este es el señor Absenta —dijo el profesor Klauss mientras indicaba con un gesto al señor Absenta que se acercara a ellos. —Puede que haya leído algunos de sus trabajos sobre criptozoologia y medios de conservación de especies no naturales, además tanto él como su esposa son grandes inventores, nuestra organización dispone de muchas de sus creaciones ya sea a nivel de aparatos de laboratorio como de armas y hemos de reconocer, que algunas de estas nos han sacado de más de un apuro.
—Un placer conocerle señor Krupp y he de decirle que estoy vivamente interesado en saber todo sobre el asunto que nos trae aquí —dijo el señor Absenta.
—El placer es mío herr Absenta, mi biblioteca dispone de algunos ejemplares de sus estudios de investigación sobre la conservación de entidades paranormales así como de sus exploraciones a las regiones árticas. Lamento que su esposa no haya podido venir, quizás en otra ocasión y en cuanto al asunto que les trae aquí ahora mismo pasare a darles todos los detalles posibles.
Dicho esto von Krupp hizo una señal a Ladislau y este trajo consigo varias sillas que coloco cerca del fuego y alrededor del sillón donde había estado sentado el monarca carpatiano antes de que llegaran los exploradores. Segundos después la mujer del alcalde apareció con una bandeja de metal con seis pequeños vasos de cristal y una botella de barro de las que se usan habitualmente en esa región para guardar bebidas espirituosas.
—Bien caballeros, siéntense y les pondré en antecedentes. Hace dos meses ocurrió el primer suceso destacable. Un joven del lugar llamado Varnia fue encontrado en el campo donde había llevado a pastar sus vacas con el cuerpo completamente destrozado y sin una gota de sangre. En días sucesivos los animales de varias granjas empezaron a padecer algún tipo de anemia que les hizo perder mucho peso, y en ciertas partes de su cuerpo aparecieron diversas marcas sospechosas a modo de mordisco. La opinión inicial de la gente del pueblo fue que debían haber estado sufriendo el ataque de lobos o perros asilvestrados ya que estos cuando no tienen alimento en las montañas debido a la nieve suelen bajar al pueblo y matar una o dos vacas para alimentarse, pero era extraño pues todavía faltaba mucho para las primeras nieves. Fue entonces cuando Ladislau aquí presente comento que un mes antes del primer suceso fue de caza a un bosquecillo cercano, donde habitualmente suele haber buena provisión de liebres y algún zorro y se dio cuenta de que no había ninguno, el bosquecillo estaba vacío. Otros vecinos también cazadores dieron referencia de casos similares, pero no le habían dado importancia pensando que quizás habían tenido un golpe de mala suerte. Con lo cual nos encontraríamos con una especie de progresión, primero fueron atacados los animales del bosque, luego lo que fuera que estaba actuando de esa manera atacó al joven Varnia en un campo lejos del núcleo del pueblo y luego se envalentono lo suficiente como para entrar incluso en las granjas dentro del pueblo.
—Sinceramente y no se ofenda von Krupp —dijo el señor Absenta. —Por lo que nos ha contado hasta ahora no da la impresión de que nos estemos enfrentado a ningún tipo de criatura extraña, admito que si bien es cierto que los lobos y perros asilvestrados suelen atacar granjas y a personas solas cuando en su territorio no hay alimento y que esto suele ocurrir solamente en tiempos de grandes nevadas. No es más cierto que algunas especies de perros asilvestrados han creado el pánico en muchos países de Europa central, arrasando poblaciones enteras, devorando todo lo que encontraban en su camino, y no solo en invierno, sino también en primavera y verano. Con lo cual mucho me temo que en este caso estemos también ante el ataque de algún perro asilvestrado que se ha envalentonado lo suficiente como para atacar dentro del pueblo.
—Pero… yo lo vi —dijo el alcalde Ladislau acercándose temerosamente al grupo allí reunido. —No era un perro, ni un lobo, estoy seguro, era una criatura del infierno.
—¿Y cómo puede estar usted tan seguro señor alcalde? —pregunto inquisitivamente el señor Constantine.
—Por qué ningún perro asilvestrado, ningún lobo hambriento, se abría puesto a dos patas y me habría destrozado la cara así —y dicho esto el alcalde cogió un porta vela que había encima de una repisa en la chimenea y mostro al grupo la gran cicatriz angulosa que recorría toda la longitud de su rostro.
—¡Válgame el cielo! —espeto el profesor Brokenhaimer. —¿Eso se lo ha hecho esa criatura?.
—Fue hace dos semanas, empezaba a anochecer y una anciana vino toda asustada a buscarme a casa, había visto una gran sombra moviéndose entre las tumbas del cementerio, justo cuando salía de rezar, en vista de lo que había estando pasando cogí mi escopeta y fui a pedir ayuda a algunos miembros del consejo, pero estos estaban demasiado asustados como para ir, así que decidí ir yo solo. El lugar estaba tranquilo, primero miré dentro de la iglesia, allí no había nadie. Desde que falleció el párroco hace tres años nunca se hacen misas, pero la gente es devota y entra a rezar y limpiar la iglesia. Luego fui al cementerio que está pegado a la iglesia. Al principio no vi nada anormal, pero mientras me iba acercando al panteón donde fueron enterrados los fallecidos por la peste vi que su puerta había sido movida, más bien desplazada de su sitio, aunque te tenías que fijar mucho para darte cuenta. Fue entonces cuando los oí —en ese momento el alcalde que hasta ese momento intentaba mantener la compostura, perdió durante unos segundos el habla debido a una mezcla entre emoción y miedo por rememorar tan dramático acontecimiento.
—¡Por Júpiter Tonante! —lanzó un exabrupto el señor Constantine. —No nos deje así con este suspense señor alcalde, beba un poco de licor y recupere el habla por Dios.
—Gracias caballero —respondió el alcalde mientras cogía con sus temblorosas manos el vaso con licor de hierbas que le tendía amablemente el señor Constantine y se lo tomaba de un solo trago.
—¿Qué es lo que oyó señor Ladislau? —preguntó el profesor Klauss intentando dar a su voz una entonación lo más calmada posible.
—Pasos, caballero, oí pasos que provenían de las profundas criptas del panteón.
—Sería algún vecino visitándolo, llevando flores a algún familiar —argumentó el señor Constantine mientras vertía una medida de licor de hierbas en el vaso que les había traído de manera discreta la esposa del alcalde.
—No, ese lugar no lo visita nadie. Hace veinte años cuando la peste asoló esta región, muchos de nuestros vecinos incluyendo mis hijos fallecieron a causa de la enfermedad. Debido al miedo al contagio sus cuerpos en vez de enterrarlos en tumbas individuales, fueron colocados bajo una antigua caverna que hay en el cementerio, esta caverna tiene varios niveles de profundidad y enlaza con otras más pequeñas por múltiples túneles inexplorados. Ya había sido utilizada muchos siglos atrás como cripta por las poblaciones que habían vivido antes en esta región y nos pareció lo mejor para guardarlos. Encima de la entrada se construyó un acceso con escaleras y se coloco una puerta metálica para impedir que nadie pudiera acceder a ella.
—¿Y porque no incineraron los cuerpo? Es lo más habitual en los casos de peste —pregunto el profesor Klauss.
—Son Haschinn —respondió von Krupp —es una rama de la religión ortodoxa que piensa que para que una persona que muere pueda entrar en el cielo su cuerpo debe estar intacto, por eso no se incineran, incinerarlos habría significado para ellos condenar eternamente el alma de sus seres más queridos.
—Así es —agregó el alcalde —nuestra fe prohíbe manipular o molestar a los cuerpos de los fallecidos de alguna manera, por eso me extraño que alguien del pueblo hubiese bajado a la cripta, así que acerque mi oído a la puerta metálica intentando averiguar algo y los volví a oír, volví a oír los pasos que subían pesadamente por los escalones de piedra, era un andar extraño, como si a la persona que subía de las profundidades del panteón le costase mantener el equilibrio. Entonces oí un chillido bestial y ensordecedor justo detrás de la puerta. No sabría decirle que ocurrió exactamente después porque mi mente quedo medio nublada por el horror y el espanto, pero sí recuerdo que la puerta salió despedida hacia atrás llevándoseme conmigo, quede medio inconsciente por el fuerte impacto y al tratar de incorporarme lo vi. Una enorme sombra bípeda, mucho más alta que yo, incluso que von Krupp, con unos ojos grandes, rojizos, que brillaban a la luz de la luna con enorme malignidad e inteligencia y entonces llego el horror definitivo, de su rostro del que solo veía los brillantes ojos surgió una enorme boca en la que se vislumbraban unos terribles y feroces colmillos, mirar esa boca bestial de cerca, esa oscura apertura al averno fue como mirar al abismo y que este te devolviera la mirada y su aliento era como el de mil tumbas abiertas y entonces chilló y volvió a chillar, nunca había oído antes de ese día un sonido como ese, era algo que vibraba, que te atravesaba el alma, dejándola paralizada, intente incorporarme para defenderme, pues daba por hecho que los terribles colmillos estaban dispuestos a atravesar mi carne y desgarrarla por completo y fue entonces cuando me golpeo con su ala en la cabeza, dejándome inconsciente y marcándome la cicatriz que pueden ver en mi rostro.
—¿Un ala?, ¿está completamente seguro de que es eso lo que vio? —pregunto sin poder ocultar su excitación el profesor Klauss.
—Sí, estoy completamente seguro, un ala correosa con garras que fueron las que me hirieron.
—¿Y después? —pregunto el profesor Brokenhaimer mientras miraba más detenidamente las horribles marcas de la cara del alcalde.
—Después nada, un vecino me encontró tirado en el suelo inconsciente y sangrando profusamente por la cara, con la puerta metálica aun cubriéndome parte de mi cuerpo, me llevaron a casa y estuve varios días con fiebre y fuertes dolores, el golpe me había roto varias costillas así que tuvo que venir el médico y vendármelas. Me calle lo que había visto para no causar más miedo entre la gente y después cuando me conciencie de que lo que había visto no era natural decidí ir a pedir ayuda a von Krupp, ya que su fama sobre sus conocimientos de temas arcanos es muy conocida.
—Y bien von Krupp, ¿qué opina?, que cree que vio nuestro alcalde —pregunto el profesor Klauss dirigiéndose a von Krupp.
—¿Sinceramente?, no tengo ni idea —respondió von Krupp con un gesto negativo de la cabeza. —Cuando el señor Ladislau llego a mi castillo solicitando mi ayuda y me contó lo que les acaba de referir, me puse a buscar entre mis archivos cualquier información que pudiese aportar un poco de luz al asunto, pero fracasé, tengo muchas criaturas extrañas catalogadas entre mis archivos, ya sea criaturas criptozoologicas, entidades sobrenaturales o preternaturales, demonios, etc. y ninguna concordaba con lo que me había relatado el señor Ladislau.
—Quizás un vampiro, en Rumania no son raros las noticias de ataques de esas criaturas —dijo el señor Absenta.
—Al principio lo pensé, pero… si la criatura que ataco a nuestro buen alcalde es la misma que ha realizado los ataques por la zona, no puede serlo, ya que al joven Varnia lo mataron de día y los vampiros son nocturnos como todos sabemos y además está lo de las alas, sinceramente no encontré conexión entre vampiros y alas.
—Algunas leyendas hablan de la capacidad de algunos vampiros de convertirse en murciélagos ¿no?. —dijo el señor Constantine a modo de pregunta.
—Cierto —le respondió el profesor Klauss —pero se tratarían de murciélagos pequeños de no más de tres metros de envergadura alar, y aquí estamos hablando de una criatura que erguida ya mide los dos metros de alto con lo que su envergadura alar sería de por lo menos diez o más metros.
—Válgame el cielo, donde nos hemos ido a meter —dijo el profesor Brokenhaimer mientras sorbía un poco del verdoso licor de hierbas.
En ese momento von Krupp se levanto del sillón donde había estado sentado durante todo ese tiempo y se dirigió a los miembros de la Ars Obscura allí presentes. —Ya les dije que esto sería muy interesante, interesante y peligroso —Y entonces sin que nadie los esperase, de manera espontanea, rompió a reír con unas carcajadas fuertes y secas, como si una estatua de mármol tuviese esa capacidad. Los miembros del grupo se miraron unos a otros sorprendidos por tal acto de espontaneidad proveniente de alguien que ellos no esperaban que pudiera tener y rompieron a reír también al unisonó, en parte por los nervios y en parte por alivio.
—Yo creo que con su permiso me retirare a dormir, este mejunje diabólico que he estado bebiendo, está empezando a marearme —dijo el señor Constantine mientras intentaba agarrarse al respaldo de su silla.
—Le acompañare a los aposentos que les hemos preparado —respondió el alcalde. —Están en el piso de arriba, donde se encontraban los dormitorios de los chicos.
—Creo que yo también me retirare con su permiso, estoy un poco cansado del viaje y será bueno recuperar fuerzas para lo que pueda ocurrir —dijo el profesor Brokenhaimer siguiendo a los dos primeros.
—Yo me quedaría pero esa maldita carreta, porque no puede recibir otro nombre, me ha estado destrozando la espalda durante todo el viaje, a saber cómo amaneceré mañana, por suerte me he traído un linimento hecho en el Tíbet, que quita todos los dolores articulares, quizás alguno de ustedes pueda aplicármelo en la espalda —comento el señor Absenta mirando al grupo que ya empezaba a subir la escaleras.
—Ni lo piense, señor Absenta, puede que esté un poco borracho por ese mejunje de hierbas, pero aun estoy lo suficientemente sobrio como para no jugar a aplicar cremitas ni otros mejunjes con otro hombre —respondió el señor Constantine mientras se le escapaba la saliva por la boca a medida que intentaba pronunciar las palabras con la torpeza habitual de aquellos que llevan en su cuerpo una copa de mas.
—Bueno… —empezó a responder todo colorado el señor Absenta. —Es que estoy acostumbrado a que sea mí amada esposa la que me lo aplique en las zonas donde yo no llego, y como ella no está yo pensé… .
—No se preocupe señor Absenta —dijo Ladislau mientras ayudaba a subir otro escalón al señor Constantine. —Yo mismo se lo aplicare, aquí es costumbre muy habitual el uso de linimentos, cataplasmas, ungüentos y demás, tenemos medico, pero es compartido con otros pueblos, así que a veces nosotros mismo debemos hacer nuestras propias curas.
Dicho esto el grupo subió a la habitación superior mientras abajo quedaban el profesor Klauss y Viktor von Krupp.
—¿Le sirvo otro vaso de licor de hierbas profesor? —pregunto von Krupp señalando con el dedo la botella de barro llena de liquido verdoso.
—Ufff no gracias señor Krupp he visto los efectos de tan diabólico mejunje en el señor Constantine y eso que él es un hombre acostumbrado a beber bebidas muy fuertes y en grandes cantidades.
—Sí, este licor es una receta ancestral, que ya son muy pocos la que la conocen, la trajeron según he oído unos monjes que la elaboraban con una formula heredada de los antiguos celtas. Según cuentan la crearon mientras buscaban una licor espirituoso que otorgara la vida eterna, y puede que lo haga, pues en los pueblos donde se sigue bebiendo los más ancianos superan con creces los cien años. Pero hay que tener mucho cuidado con ella, entra suave por la garganta como el anís de España pero al rato sus efectos son demoledores, aunque estés acostumbrado a bebidas fuertes como el whiskey, el vodka o la mismísima absenta.
Mmmm… Observo que mira con mucha atención mi ojo izquierdo profesor —comento von Krupp cambiando radicalmente de tema.
—Lo siento, no quería ofenderle —respondió el profesor Klauss un tanto avergonzado al verse descubierto.
—No me ofende, la curiosidad fue la que hizo que el hombre prehistórico saliese de su caverna y explorase este mundo.
—¿Puedo preguntarle que le ocurrió?. He oído historias al respecto, pero preferiría oír su versión.
—Bueno… —respondió el monarca buscando en su mente los recuerdos de acontecimientos pasados —fue hace mucho tiempo, yo era muy joven y como tal muy impetuoso y hasta cierto punto un tanto engreído también. Lo quería saber todo, buscaba conocimiento, ansiaba el conocimiento supremo. Eso me llevo a indagar sobre los mitos del Edén, del árbol del conocimiento del bien y del mal y la fuente de la eterna juventud. Estuve muchos años investigando, visitando antiguas bibliotecas de saber prohibido, preguntando a maestros y sabios de múltiples religiones y países. Hasta que un día localicé su posición en cierta región inexplorada de Asia. En un valle oculto en el Himalaya, entre dos ríos y rodeado de cumbres imposibles. Organicé una gran expedición le dije a mi padre que partía en busca del secreto definitivo y me dirigí hacia el Tíbet. Después de varios meses de viaje, con todos los demás miembros de la expedición muertos o desaparecidos llegue exhausto y muerto de frio a la entrada del valle donde me encontré ante su guardián. Una criatura a la que los antiguos textos bíblicos denominaban Querub y que por su aspecto nosotros llamamos Dragón.
—¿Querub?, ¿no es un tipo de ángel? —preguntó el profesor Klauss sorprendido ante tal afirmación.
—Sí —respondió Krupp mientras se servía otra vaso de licor —según las antiguas tradiciones de entre la jerarquía angelical, los más importantes y poderosos son los llamados Querub y Seraph. A los Querub se los ponía a vigilar los lugares sagrados como el Edén o las puertas celestiales y a los Seraph se les encargaba la seguridad del propio Dios. Aunque su aspecto dista mucho de ser como lo representan las imágenes sagradas, con rostro de hombre y múltiples alas con ojos. En realidad son criaturas aladas, grandes y fuertes, de aspecto draconiano, con el cuerpo recubierto con un tipo de escamas que se asemejan a las partes de una armadura, un rostro de lagarto terriblemente fiero con su boca repleta de colmillos y una especie de recubrimiento piloso en la cabeza que le da el aspecto de una larga cabellera que oscila entre el color dorado y el blanco níveo. Siempre van armados con una larga lanza y cuando se desplazan pueden hacerlo volando, a dos patas o arremeter furiosos a cuatro. Cuando lo vi ante mí me recordó una extraña fusión entre un gran lagarto y un antiguo caballero medieval con su armadura. No es de extrañar que a Lucifer que era un Seraph pasaran a llamarlo la Antigua Serpiente y a representar a los arcángeles abatiéndolo con una lanza mientras intenta defenderse con sus fauces.
—Entonces… ¿consiguió entrar?.
—Ja, ja, ja —rió estruendosamente von Krupp —estimado profesor, no pase ni de la entrada como se diría vulgarmente. Enfrentarse a una criatura así es enfrentarse a la cólera de Dios en la Tierra. Yo iba bien pertrechado de conjuros y hechizos, incluso llevaba conmigo mi escopeta favorita, que ha llegado a abatir un Mokèle-mbèmbé en los pantanos del Congo —von Krupp le mostró su arma que hasta ese momento se encontraba apoyada en una de las paredes del pequeño salón. Se trataba de una escopeta con un cargador circular de grandes proporciones. Tanto el cañón como los receptáculos de los cartuchos eran del color de la plata bruñida con piezas doradas incrustadas en ellos, debajo del gran cañón se encontraba una cabeza de león símbolo de Carpatia y que al profesor Klauss le pareció estaba hecha de oro, la empuñadura con relieves y la mira parecían estar hechos también de ese mismo material. Más que un arma para la caza, parecía una joya hecha para decorar el salón de algún gran señor.
—¿Entonces…? —preguntó el profesor Klauss mientras admiraba el delicado trabajo artesano de la escopeta y se preguntaba mentalmente que clase de persona aguantaría el retroceso de semejantes cartuchos.
—Entonces… —continuo von Krupp —hice lo que cualquier estúpido joven e impulsivo habría hecho. ¡Atacar!. Primero lance un hechizo de retención con intención de atrapar a la criatura sin dañarla. Obvia decir, que a los Querubs no les hace efecto la magia, aunque entonces yo no lo sabía. Visto que eso no servía, cogí mi arma, le quité el seguro y le descerrajé cuatro tiros seguidos. Los cuatro hicieron impacto en su cabeza de lagarto, pero fue como si un mosquito picase a un elefante, ni se inmutó. Aunque no debió hacerle mucha gracia pues arremetió contra mí con toda su fuerza. Con un solo golpe de su ala fui arrojado contra un árbol, sentí un tremendo dolor en el costado causado por la rotura de una costilla, me empezó a faltar el aliento y el sabor de la sangre tiño mi boca, si no hubiese ido protegido por una cota de malla debajo de mi camisa, seguramente habría muerto en ese mismo instante. Eso me hizo enfadar, ¡como osaba esa criatura dañarme! a mí a un von Krupp, cogí mi machete de caza y sin dudarlo me abalance contra su pecho intentando golpear allí donde suponía estaría su corazón. Todo fue inútil, el duro acero carpatiano se partió como una rama seca al impactar contra él. La criatura rugió más por indignación que por dolor ya que mi cuchillo no había hecho mella en su acorazado pecho y lanzó un fuerte zarpazo contra mi rostro. La sangre caliente surgió a borbotones del lugar donde momentos antes había tenido un ojo y que ahora solo era una cuenca vacía. El dolor era insufrible, con la costilla rota clavándose en mi pulmón y mi ojo izquierdo arrancado de cuajo. Pero yo estaba colérico y solo pensaba en derrotar a la criatura que ahora intentaba morderme en la cabeza con su poderosa mandíbula. A tientas conseguí coger una granada de palo que siempre llevo sujeta de mi cinturón. Mientras esquivaba sus embates, conseguí quitar la anilla e introducir el explosivo dentro de su boca. Intente apartarme a tiempo, pero el Querub me había sujetado con una de sus garras. La explosión hizo que me soltase violentamente y quede inconsciente al golpear mi cabeza con una roca.
Cuando desperté minutos después, el se encontraba allí, mirándome. Su rostro mostraba enfado e indignación, pero no ira, era como si lo que realmente le molestase hubiese sido mi osadía al atacarle, pues no debía ser considerado por él digno de tal acto.
Entonces el Querub habló, nunca habría podido imaginar un sonido como ese, por un lado era como el sonido del trueno retumbando en las montañas, pero por otro tenía cierto deje armonioso y musical.
—Como osas atacarme subcriatura —gruñó el Querub.
— ¡Vengo a reclamar mi derecho al conocimiento! —grite yo, mientras escupía una mezcla de sangre y saliva.
— ¿Tu derecho? — preguntó el Querub. —Tú un mono desnudo, un pedazo de arcilla mal moldeado, un cacho de carne en permanente estado de descomposición. ¿Tú osas hablar de derechos?.
Y entonces hizo lo que menos podría esperar que hiciera una criatura como esa. Se echo a reír. Y lo hizo con una carcajada de tal intensidad que pensé que mis oídos iban a estallar.
—Vosotros los humanos solo estáis vivos porque nuestro padre lo permite. Por vuestra culpa hubo una guerra entre hermanos. Una guerra que acabó con la muerte de muchos de nosotros. ¿Y todo por qué?, por una subcriatura, un ser egoísta que sólo piensa en comer y reproducirse, sois tan defectuosos que incluso malograsteis este lugar creado expresamente para vosotros. Un paraíso, un Edén donde tendríais que haber vivido felices para siempre y fue vuestro orgullo, vuestra prepotencia, vuestra estupidez, la que os llevo a perderlo y a ser expulsados. Y aquí estoy yo, eterno vigilante de un lugar al que nunca podréis regresar.
—Bien, acaba pues conmigo, pero no dudes que no moriré sin luchar —repliqué yo con los dientes apretados.
—Tranquilo humano, no es mi intención matarte, nuestro padre sabe de vuestra eterna curiosidad y dio por hecho que algún día alguien como tú vendría hasta aquí para intentar pasar a través de las puertas del paraíso.
—Entonces… ¿me dejaras pasar? —pregunté yo esperanzado de que la perdida de mi ojo hubiera servido para algo.
—Imposible, nuestro padre nos dio unas órdenes muy claras. No deberíamos matar a aquel humano que intentase entrar, pero nunca deberíamos permitirle que lo hiciese, no hasta que llegue el momento en que se le autorice al ser humano a regresar aquí. Y para eso os falta mucho, mucho tiempo —y volvió a reír de manera terrorífica. —Ahora parte, regresa a tu hogar, vive tu vida plenamente y quizás, solo quizás cuando mueras se te permita ver este lugar y entrar a través de las doradas puertas celestiales. —Y dándose la vuelta como si yo no estuviera allí regreso a la entrada del valle.
—Entonces… ¿regresasteis a vuestro hogar con las manos vacías? —preguntó el profesor Klauss vivamente interesado.
—Con las manos vacías y sin un ojo como podéis apreciar. Pero no por eso he cejado en mi empeño, en mi búsqueda del conocimiento. En cuanto a lo de entrar en el cielo, sinceramente, prefiero ser primero en el infierno que segundo en el cielo —y volvió a reír de manera estruendosa mientras a la mente del profesor Klauss le venía la imagen de una criatura en forma de dragón riéndose a carcajada limpia y se dijo a si mismo cuan parecidos debían haber sido esas dos criaturas, el hombre que estaba ante él con su reluciente ojo mecánico y el ser al que los antiguos llamaban Querub y al que nosotros conocemos como Dragón.
Los bosque de Carpatia aun esconden muchos antiguos secretos entre su salvaje frondosidad, pero aun más oscuros son los secretos que se esconden en las tierras rumanas. Algunos de una edad indecible, provenientes de una época en la que el hombre aun no había recibido ese nombre. Cualquier estudioso de su cultura y mitología sabe que existen cientos de historias sobre las criaturas que supuestamente aun merodean ciertos parajes de este país, así como las lúgubres historias de algunos de sus variopintos personajes. Aunque es más conocida la historia del príncipe Vlad Tepes, otros personajes más oscuros, parecen no haber sobrevivido más que en la memoria de los ancianos y de algunos escritores de leyendas. Historias como la de Ionurka Popescu, un oscuro doctor y alquimista del siglo XVII que creía en la posibilidad no solo de capturar el alma humana, sino también de conservarla o incluso transferirla a otro cuerpo. Mientras duraron sus macabros experimentos cerca de doscientas personas fueron torturadas y asesinadas, aunque ese número podría ser muy superior, pues las personas desaparecidas en la región superaban con creces esa cifra.
En sus odiosas prácticas el doctor Popescu ataba a sus víctimas a una estrella de cinco puntas de cobre inscrita en un grueso anillo del mismo material rodeado de símbolos mágicos y cabalísticos a modo de círculo mágico. De tal manera que cabeza, brazos y piernas coincidían con los vértices de la estrella. Todo esto estaba unido a un gigantesco generador electrostático de su invención mediante cables; que facilitaban la transmisión de la corriente eléctrica. Cubriendo su rostro colocaba una extraña mascara de latón que tapaba completamente nariz y boca, y unía esta mediante un largo tubo de goma de casi media pulgada de diámetro a una maquina compuesta de una serie de engranajes bielas y émbolos que él denominaba “Condensador Espiritual”. La teoría era que al aplicar una gran corriente eléctrica al anillo el sujeto fallecería electrocutado. Pero su alma, al estar sujeta a nuestro plano material por la acción del círculo mágico y tras ser expulsada por la nariz y la boca sería absorbida por la acción succionante de la máscara del “Condensador Espiritual” siendo llevada a través de la máquina para ser almacenada en una vasija de cuarzo recubierta de oro, donde estaban grabados una serie de antiguos sellos místicos que debían impedir que el alma escapase de su encierro atravesando sus paredes. No hace falta decir que según la opinión de los científicos de la época que ayudaron en la investigación del caso, de las doscientas personas asesinadas, no habría logrado guardar ni un solo alma en sus vasijas de oro. Aunque uno de los soldados que participó en el asalto al laboratorio del doctor Popescu le contó en el lecho de muerte a uno de sus hijos, que después de haberlo matado y registrado concienzudamente su laboratorio, encontraron en el sótano oculto tras una estantería de libros, una gran sala repleta de pequeños nichos escavados en las paredes de piedra, dentro de cada nicho había un curioso recipiente de oro con extraños grabados. El soldado juró a sus hijo que allí por lo menos había trescientos o más de esos botes y que al abrir uno de ellos para verificar su contenido, surgió de él una extraña nube de color azulado acompañada de lo que le pareció como un quejido humano, no tanto de dolor como de alivio. La nube atravesó la sala y subió por las escaleras girándose en el último momento hacia el soldado como queriendo darle las gracias antes de desaparecer en dirección al cielo nocturno. Pero eso podría formar parte de las ensoñaciones de un joven con exceso de imaginación al que la oscuridad y la soledad de una oscuro sótano hizo ver cosas que no existían, ¿o tal vez no?.
Tras el largo y dificultoso viaje en la diligencia por fin llegaron a Vladek donde Ladislau el alcalde cuya cara estaba marcada por una terrible cicatriz les saludo profusamente y les invitó a que le acompañaran a su hogar ya que las luces del ocaso empezaban a decaer y el frio se hacía más perceptible. La casa del alcalde como la mayoría de las casas de la villa era de construcción sencilla pero solida, tanto en su planteamiento como en los materiales de su construcción. Las paredes eran de piedra y unas recias vigas de madera traídas del aserradero cercano conformaban la estructura de la casa de dos plantas. En la planta inferior o planta noble se encontraba un pequeño salón comedor al que se accedía directamente desde la entrada ya que la vivienda no poseía ningún tipo de vestíbulo, a la derecha había una pequeña cocina, donde a través de una puerta abierta se veía a una mujer de rasgos típicamente caucásicos, de pelo castaño recogido en una gruesa trenza y cuerpo robusto aunque muy femenino. Esta se afanaba entre peroles y cacerolas, y cierto olor a carne guisada con cerveza, yogurt y especias les llegaba a los expedicionarios. Más al fondo pasado el salón una puerta daba a la habitación del matrimonio donde se veía una gran cama de madera con figuras geométricas talladas y un pequeño armario para guardar la ropa, a la derecha del dormitorio de matrimonio, una escalera sin barandilla llevaba al piso superior que antaño había sido el dormitorio de los hijos del matrimonio y que llevaba muchos años sin usar desde que la gran peste asolase la región llevándose la vida de muchos niños y ancianos.
El alcalde acompaño al profesor Klauss y sus compañeros hasta la chimenea del salón donde una figura sentada en un viejo sillón de piel aguardaba semioculto entre las sombras del hogar. Al levantarse y dirigirse hacia ellos pudieron ver que se trataba de un hombre muy alto, de no menos de metro noventa, cubierto por un grueso abrigo de piel de oso con capucha, bajo el cual se entreveía un grueso chaleco de piel de lobo gris con botones de plata con el escudo de Carpatia, y una camisa de cazador húngaro hecha del mejor algodón. El chaleco además estaba reforzado en la zona del pecho con dos placas metálicas remachadas de color dorado, con una serie de extrañas inscripciones y diagramas grabados en ellas, seguramente para proteger el corazón del dueño del chaleco de algún tipo de ataque mágico, además de proporcionarle una excelente protección frente a ataques físicos. Portaba también el extraño sujeto unos pantalones militares de color verde que el profesor Klauss identificó como pertenecientes a la guardia de Dragones del ejercito de Carpatia y unas botas de montar reforzadas con grebas de metal y puntera de acero. Al desprenderse de su abrigo los exploradores pudieron observar una canana con unos cartuchos de proporciones inusualmente grandes que ocultaban un ancho cinturón rematado con una hebilla que representaba la cabeza de un gran dragón. Pero lo que más sorprendió al grupo y que les hizo retroceder un paso fue el rostro del sujeto. Un rostro duro, adusto y serio, con una larga melena grisácea y barba poblada del mismo color, con la parte superior izquierda del rostro oculta tras una máscara dorada finamente trabajada con filigranas plateadas, sujeta a la cabeza mediante una serie de tiras de cuero con hebillas metálicas. Allí donde debería estar su ojo izquierdo había una pieza de gran complejidad mecánica. Se trataba de un juego de tres lentes de color rojo como el rubí y de diferentes tamaños que se desplazaban alrededor de un eje central mediante un complicado sistema de engranajes dorados, permitiendo al extraño personaje adaptar su visión a tres tipos de distancias, había una lente para distancias muy cortas incluso microscópicas, otra para la visión normal y media distancia y otra que servía para las largas distancias, haciendo las veces de catalejo. Para cambiar de una lente a otra solo se tenía que desear con el pensamiento y la orden era transmitida al conjunto de engranajes que inmediatamente hacían girar las lentes hasta posicionar en su sitio correcto la deseada. Si era necesario, a estas lentes se les podía añadir otras que permitían aumentar la luz nocturna permitiendo al usuario ver en la oscuridad. Otras permitían ver fluidos espectrales y rastros ectoplasmaticos, incluso había unas que servían para seguir el rastro de feromonas de ciertas criaturas. En su conjunto el hombre que tenían ante ellos era sin duda impresionante, tanto por su aspecto físico como por su porte que indicaba su pertenencia a la nobleza centroeuropea.
—Bienvenidos caballeros —dijo el enmascarado con voz recia, casi glacial. —Les estaba esperando.
—Herr Víctor von Krupp supongo —preguntó el profesor Klauss mientras inclinaba levemente la cabeza y alargaba la mano a modo de saludo.
—Ahh…, el profesor Klauss me imagino. Sí soy Víktor von Krupp, me alegro de conocerle por fin. —dijo von Krupp relajando el tono de su voz, mientras estrechaba fuertemente la mano del profesor.
—Yo también señor Krupp, he oído muchas cosas de usted aunque hubiera preferido conocerle en otra situación —respondió el profesor.
—Le aseguro que la mayoría de las cosas que se dicen de mí son exageraciones aunque no puedo negar que alguna puede que sean verdad —contestó con tono irónico.
—Espero que las exageraciones solo sean las cosas malas. Me presento soy el profesor Torsten von Brokenhaimer.
—Profesor Brokenhaimer, he leído muchas cosas sobre usted y algunas de sus creaciones forman parte de mi colección de armas.
—Vaya, no esperaba que mis creaciones hubieran llegado tan lejos, me considero un mero inventor y explorador.
—Vamos, vamos, herr profesor no peque de inmodestia, si bien los movimientos de la Ars Obscura se mantienen en secreto por razones obvias, la fama de algunos de sus miembros ha atravesado las fronteras y es conocida entre las gente que nos dedicamos a esto —respondió von Krupp apretando fuertemente la mano del profesor Brokenhaimer entre las suyas.
—Permítame presentarle a dos de nuestros colaboradores —dijo el profesor Klauss dirigiéndose a von Krupp. —El señor Constantine miembro de la rama americana de la Ars Obscura; es nuestro catalogador jefe y dirige el Almacén 13 en Arizona. Es además un insigne y atrevido explorador, aparte de un reputado criptoarqueólogo.
—Un placer conocerle herr Constantine, quizás un día de estos pueda mostrarle algunas piezas de mi colección, como criptoarqueólogo seguro que estará muy interesado —dijo dirigiéndose al señor Constantine.
—Será un honor, he oído grandes halagos sobre su país, sobre todo sobre sus ríos y su pesca de la que soy gran aficionado en el tiempo que tengo libre, por desgracia nuestro paso por Carpatia fue demasiado apresurado como para permitirme practicar mi afición.
—Pues dese por invitado herr Constantine, nuestros ríos y los peces que hay en ellos quedan a su disposición y la de su caña —respondió von Krupp de manera animada.
—Este es el señor Absenta —dijo el profesor Klauss mientras indicaba con un gesto al señor Absenta que se acercara a ellos. —Puede que haya leído algunos de sus trabajos sobre criptozoologia y medios de conservación de especies no naturales, además tanto él como su esposa son grandes inventores, nuestra organización dispone de muchas de sus creaciones ya sea a nivel de aparatos de laboratorio como de armas y hemos de reconocer, que algunas de estas nos han sacado de más de un apuro.
—Un placer conocerle señor Krupp y he de decirle que estoy vivamente interesado en saber todo sobre el asunto que nos trae aquí —dijo el señor Absenta.
—El placer es mío herr Absenta, mi biblioteca dispone de algunos ejemplares de sus estudios de investigación sobre la conservación de entidades paranormales así como de sus exploraciones a las regiones árticas. Lamento que su esposa no haya podido venir, quizás en otra ocasión y en cuanto al asunto que les trae aquí ahora mismo pasare a darles todos los detalles posibles.
Dicho esto von Krupp hizo una señal a Ladislau y este trajo consigo varias sillas que coloco cerca del fuego y alrededor del sillón donde había estado sentado el monarca carpatiano antes de que llegaran los exploradores. Segundos después la mujer del alcalde apareció con una bandeja de metal con seis pequeños vasos de cristal y una botella de barro de las que se usan habitualmente en esa región para guardar bebidas espirituosas.
—Bien caballeros, siéntense y les pondré en antecedentes. Hace dos meses ocurrió el primer suceso destacable. Un joven del lugar llamado Varnia fue encontrado en el campo donde había llevado a pastar sus vacas con el cuerpo completamente destrozado y sin una gota de sangre. En días sucesivos los animales de varias granjas empezaron a padecer algún tipo de anemia que les hizo perder mucho peso, y en ciertas partes de su cuerpo aparecieron diversas marcas sospechosas a modo de mordisco. La opinión inicial de la gente del pueblo fue que debían haber estado sufriendo el ataque de lobos o perros asilvestrados ya que estos cuando no tienen alimento en las montañas debido a la nieve suelen bajar al pueblo y matar una o dos vacas para alimentarse, pero era extraño pues todavía faltaba mucho para las primeras nieves. Fue entonces cuando Ladislau aquí presente comento que un mes antes del primer suceso fue de caza a un bosquecillo cercano, donde habitualmente suele haber buena provisión de liebres y algún zorro y se dio cuenta de que no había ninguno, el bosquecillo estaba vacío. Otros vecinos también cazadores dieron referencia de casos similares, pero no le habían dado importancia pensando que quizás habían tenido un golpe de mala suerte. Con lo cual nos encontraríamos con una especie de progresión, primero fueron atacados los animales del bosque, luego lo que fuera que estaba actuando de esa manera atacó al joven Varnia en un campo lejos del núcleo del pueblo y luego se envalentono lo suficiente como para entrar incluso en las granjas dentro del pueblo.
—Sinceramente y no se ofenda von Krupp —dijo el señor Absenta. —Por lo que nos ha contado hasta ahora no da la impresión de que nos estemos enfrentado a ningún tipo de criatura extraña, admito que si bien es cierto que los lobos y perros asilvestrados suelen atacar granjas y a personas solas cuando en su territorio no hay alimento y que esto suele ocurrir solamente en tiempos de grandes nevadas. No es más cierto que algunas especies de perros asilvestrados han creado el pánico en muchos países de Europa central, arrasando poblaciones enteras, devorando todo lo que encontraban en su camino, y no solo en invierno, sino también en primavera y verano. Con lo cual mucho me temo que en este caso estemos también ante el ataque de algún perro asilvestrado que se ha envalentonado lo suficiente como para atacar dentro del pueblo.
—Pero… yo lo vi —dijo el alcalde Ladislau acercándose temerosamente al grupo allí reunido. —No era un perro, ni un lobo, estoy seguro, era una criatura del infierno.
—¿Y cómo puede estar usted tan seguro señor alcalde? —pregunto inquisitivamente el señor Constantine.
—Por qué ningún perro asilvestrado, ningún lobo hambriento, se abría puesto a dos patas y me habría destrozado la cara así —y dicho esto el alcalde cogió un porta vela que había encima de una repisa en la chimenea y mostro al grupo la gran cicatriz angulosa que recorría toda la longitud de su rostro.
—¡Válgame el cielo! —espeto el profesor Brokenhaimer. —¿Eso se lo ha hecho esa criatura?.
—Fue hace dos semanas, empezaba a anochecer y una anciana vino toda asustada a buscarme a casa, había visto una gran sombra moviéndose entre las tumbas del cementerio, justo cuando salía de rezar, en vista de lo que había estando pasando cogí mi escopeta y fui a pedir ayuda a algunos miembros del consejo, pero estos estaban demasiado asustados como para ir, así que decidí ir yo solo. El lugar estaba tranquilo, primero miré dentro de la iglesia, allí no había nadie. Desde que falleció el párroco hace tres años nunca se hacen misas, pero la gente es devota y entra a rezar y limpiar la iglesia. Luego fui al cementerio que está pegado a la iglesia. Al principio no vi nada anormal, pero mientras me iba acercando al panteón donde fueron enterrados los fallecidos por la peste vi que su puerta había sido movida, más bien desplazada de su sitio, aunque te tenías que fijar mucho para darte cuenta. Fue entonces cuando los oí —en ese momento el alcalde que hasta ese momento intentaba mantener la compostura, perdió durante unos segundos el habla debido a una mezcla entre emoción y miedo por rememorar tan dramático acontecimiento.
—¡Por Júpiter Tonante! —lanzó un exabrupto el señor Constantine. —No nos deje así con este suspense señor alcalde, beba un poco de licor y recupere el habla por Dios.
—Gracias caballero —respondió el alcalde mientras cogía con sus temblorosas manos el vaso con licor de hierbas que le tendía amablemente el señor Constantine y se lo tomaba de un solo trago.
—¿Qué es lo que oyó señor Ladislau? —preguntó el profesor Klauss intentando dar a su voz una entonación lo más calmada posible.
—Pasos, caballero, oí pasos que provenían de las profundas criptas del panteón.
—Sería algún vecino visitándolo, llevando flores a algún familiar —argumentó el señor Constantine mientras vertía una medida de licor de hierbas en el vaso que les había traído de manera discreta la esposa del alcalde.
—No, ese lugar no lo visita nadie. Hace veinte años cuando la peste asoló esta región, muchos de nuestros vecinos incluyendo mis hijos fallecieron a causa de la enfermedad. Debido al miedo al contagio sus cuerpos en vez de enterrarlos en tumbas individuales, fueron colocados bajo una antigua caverna que hay en el cementerio, esta caverna tiene varios niveles de profundidad y enlaza con otras más pequeñas por múltiples túneles inexplorados. Ya había sido utilizada muchos siglos atrás como cripta por las poblaciones que habían vivido antes en esta región y nos pareció lo mejor para guardarlos. Encima de la entrada se construyó un acceso con escaleras y se coloco una puerta metálica para impedir que nadie pudiera acceder a ella.
—¿Y porque no incineraron los cuerpo? Es lo más habitual en los casos de peste —pregunto el profesor Klauss.
—Son Haschinn —respondió von Krupp —es una rama de la religión ortodoxa que piensa que para que una persona que muere pueda entrar en el cielo su cuerpo debe estar intacto, por eso no se incineran, incinerarlos habría significado para ellos condenar eternamente el alma de sus seres más queridos.
—Así es —agregó el alcalde —nuestra fe prohíbe manipular o molestar a los cuerpos de los fallecidos de alguna manera, por eso me extraño que alguien del pueblo hubiese bajado a la cripta, así que acerque mi oído a la puerta metálica intentando averiguar algo y los volví a oír, volví a oír los pasos que subían pesadamente por los escalones de piedra, era un andar extraño, como si a la persona que subía de las profundidades del panteón le costase mantener el equilibrio. Entonces oí un chillido bestial y ensordecedor justo detrás de la puerta. No sabría decirle que ocurrió exactamente después porque mi mente quedo medio nublada por el horror y el espanto, pero sí recuerdo que la puerta salió despedida hacia atrás llevándoseme conmigo, quede medio inconsciente por el fuerte impacto y al tratar de incorporarme lo vi. Una enorme sombra bípeda, mucho más alta que yo, incluso que von Krupp, con unos ojos grandes, rojizos, que brillaban a la luz de la luna con enorme malignidad e inteligencia y entonces llego el horror definitivo, de su rostro del que solo veía los brillantes ojos surgió una enorme boca en la que se vislumbraban unos terribles y feroces colmillos, mirar esa boca bestial de cerca, esa oscura apertura al averno fue como mirar al abismo y que este te devolviera la mirada y su aliento era como el de mil tumbas abiertas y entonces chilló y volvió a chillar, nunca había oído antes de ese día un sonido como ese, era algo que vibraba, que te atravesaba el alma, dejándola paralizada, intente incorporarme para defenderme, pues daba por hecho que los terribles colmillos estaban dispuestos a atravesar mi carne y desgarrarla por completo y fue entonces cuando me golpeo con su ala en la cabeza, dejándome inconsciente y marcándome la cicatriz que pueden ver en mi rostro.
—¿Un ala?, ¿está completamente seguro de que es eso lo que vio? —pregunto sin poder ocultar su excitación el profesor Klauss.
—Sí, estoy completamente seguro, un ala correosa con garras que fueron las que me hirieron.
—¿Y después? —pregunto el profesor Brokenhaimer mientras miraba más detenidamente las horribles marcas de la cara del alcalde.
—Después nada, un vecino me encontró tirado en el suelo inconsciente y sangrando profusamente por la cara, con la puerta metálica aun cubriéndome parte de mi cuerpo, me llevaron a casa y estuve varios días con fiebre y fuertes dolores, el golpe me había roto varias costillas así que tuvo que venir el médico y vendármelas. Me calle lo que había visto para no causar más miedo entre la gente y después cuando me conciencie de que lo que había visto no era natural decidí ir a pedir ayuda a von Krupp, ya que su fama sobre sus conocimientos de temas arcanos es muy conocida.
—Y bien von Krupp, ¿qué opina?, que cree que vio nuestro alcalde —pregunto el profesor Klauss dirigiéndose a von Krupp.
—¿Sinceramente?, no tengo ni idea —respondió von Krupp con un gesto negativo de la cabeza. —Cuando el señor Ladislau llego a mi castillo solicitando mi ayuda y me contó lo que les acaba de referir, me puse a buscar entre mis archivos cualquier información que pudiese aportar un poco de luz al asunto, pero fracasé, tengo muchas criaturas extrañas catalogadas entre mis archivos, ya sea criaturas criptozoologicas, entidades sobrenaturales o preternaturales, demonios, etc. y ninguna concordaba con lo que me había relatado el señor Ladislau.
—Quizás un vampiro, en Rumania no son raros las noticias de ataques de esas criaturas —dijo el señor Absenta.
—Al principio lo pensé, pero… si la criatura que ataco a nuestro buen alcalde es la misma que ha realizado los ataques por la zona, no puede serlo, ya que al joven Varnia lo mataron de día y los vampiros son nocturnos como todos sabemos y además está lo de las alas, sinceramente no encontré conexión entre vampiros y alas.
—Algunas leyendas hablan de la capacidad de algunos vampiros de convertirse en murciélagos ¿no?. —dijo el señor Constantine a modo de pregunta.
—Cierto —le respondió el profesor Klauss —pero se tratarían de murciélagos pequeños de no más de tres metros de envergadura alar, y aquí estamos hablando de una criatura que erguida ya mide los dos metros de alto con lo que su envergadura alar sería de por lo menos diez o más metros.
—Válgame el cielo, donde nos hemos ido a meter —dijo el profesor Brokenhaimer mientras sorbía un poco del verdoso licor de hierbas.
En ese momento von Krupp se levanto del sillón donde había estado sentado durante todo ese tiempo y se dirigió a los miembros de la Ars Obscura allí presentes. —Ya les dije que esto sería muy interesante, interesante y peligroso —Y entonces sin que nadie los esperase, de manera espontanea, rompió a reír con unas carcajadas fuertes y secas, como si una estatua de mármol tuviese esa capacidad. Los miembros del grupo se miraron unos a otros sorprendidos por tal acto de espontaneidad proveniente de alguien que ellos no esperaban que pudiera tener y rompieron a reír también al unisonó, en parte por los nervios y en parte por alivio.
—Yo creo que con su permiso me retirare a dormir, este mejunje diabólico que he estado bebiendo, está empezando a marearme —dijo el señor Constantine mientras intentaba agarrarse al respaldo de su silla.
—Le acompañare a los aposentos que les hemos preparado —respondió el alcalde. —Están en el piso de arriba, donde se encontraban los dormitorios de los chicos.
—Creo que yo también me retirare con su permiso, estoy un poco cansado del viaje y será bueno recuperar fuerzas para lo que pueda ocurrir —dijo el profesor Brokenhaimer siguiendo a los dos primeros.
—Yo me quedaría pero esa maldita carreta, porque no puede recibir otro nombre, me ha estado destrozando la espalda durante todo el viaje, a saber cómo amaneceré mañana, por suerte me he traído un linimento hecho en el Tíbet, que quita todos los dolores articulares, quizás alguno de ustedes pueda aplicármelo en la espalda —comento el señor Absenta mirando al grupo que ya empezaba a subir la escaleras.
—Ni lo piense, señor Absenta, puede que esté un poco borracho por ese mejunje de hierbas, pero aun estoy lo suficientemente sobrio como para no jugar a aplicar cremitas ni otros mejunjes con otro hombre —respondió el señor Constantine mientras se le escapaba la saliva por la boca a medida que intentaba pronunciar las palabras con la torpeza habitual de aquellos que llevan en su cuerpo una copa de mas.
—Bueno… —empezó a responder todo colorado el señor Absenta. —Es que estoy acostumbrado a que sea mí amada esposa la que me lo aplique en las zonas donde yo no llego, y como ella no está yo pensé… .
—No se preocupe señor Absenta —dijo Ladislau mientras ayudaba a subir otro escalón al señor Constantine. —Yo mismo se lo aplicare, aquí es costumbre muy habitual el uso de linimentos, cataplasmas, ungüentos y demás, tenemos medico, pero es compartido con otros pueblos, así que a veces nosotros mismo debemos hacer nuestras propias curas.
Dicho esto el grupo subió a la habitación superior mientras abajo quedaban el profesor Klauss y Viktor von Krupp.
—¿Le sirvo otro vaso de licor de hierbas profesor? —pregunto von Krupp señalando con el dedo la botella de barro llena de liquido verdoso.
—Ufff no gracias señor Krupp he visto los efectos de tan diabólico mejunje en el señor Constantine y eso que él es un hombre acostumbrado a beber bebidas muy fuertes y en grandes cantidades.
—Sí, este licor es una receta ancestral, que ya son muy pocos la que la conocen, la trajeron según he oído unos monjes que la elaboraban con una formula heredada de los antiguos celtas. Según cuentan la crearon mientras buscaban una licor espirituoso que otorgara la vida eterna, y puede que lo haga, pues en los pueblos donde se sigue bebiendo los más ancianos superan con creces los cien años. Pero hay que tener mucho cuidado con ella, entra suave por la garganta como el anís de España pero al rato sus efectos son demoledores, aunque estés acostumbrado a bebidas fuertes como el whiskey, el vodka o la mismísima absenta.
Mmmm… Observo que mira con mucha atención mi ojo izquierdo profesor —comento von Krupp cambiando radicalmente de tema.
—Lo siento, no quería ofenderle —respondió el profesor Klauss un tanto avergonzado al verse descubierto.
—No me ofende, la curiosidad fue la que hizo que el hombre prehistórico saliese de su caverna y explorase este mundo.
—¿Puedo preguntarle que le ocurrió?. He oído historias al respecto, pero preferiría oír su versión.
—Bueno… —respondió el monarca buscando en su mente los recuerdos de acontecimientos pasados —fue hace mucho tiempo, yo era muy joven y como tal muy impetuoso y hasta cierto punto un tanto engreído también. Lo quería saber todo, buscaba conocimiento, ansiaba el conocimiento supremo. Eso me llevo a indagar sobre los mitos del Edén, del árbol del conocimiento del bien y del mal y la fuente de la eterna juventud. Estuve muchos años investigando, visitando antiguas bibliotecas de saber prohibido, preguntando a maestros y sabios de múltiples religiones y países. Hasta que un día localicé su posición en cierta región inexplorada de Asia. En un valle oculto en el Himalaya, entre dos ríos y rodeado de cumbres imposibles. Organicé una gran expedición le dije a mi padre que partía en busca del secreto definitivo y me dirigí hacia el Tíbet. Después de varios meses de viaje, con todos los demás miembros de la expedición muertos o desaparecidos llegue exhausto y muerto de frio a la entrada del valle donde me encontré ante su guardián. Una criatura a la que los antiguos textos bíblicos denominaban Querub y que por su aspecto nosotros llamamos Dragón.
—¿Querub?, ¿no es un tipo de ángel? —preguntó el profesor Klauss sorprendido ante tal afirmación.
—Sí —respondió Krupp mientras se servía otra vaso de licor —según las antiguas tradiciones de entre la jerarquía angelical, los más importantes y poderosos son los llamados Querub y Seraph. A los Querub se los ponía a vigilar los lugares sagrados como el Edén o las puertas celestiales y a los Seraph se les encargaba la seguridad del propio Dios. Aunque su aspecto dista mucho de ser como lo representan las imágenes sagradas, con rostro de hombre y múltiples alas con ojos. En realidad son criaturas aladas, grandes y fuertes, de aspecto draconiano, con el cuerpo recubierto con un tipo de escamas que se asemejan a las partes de una armadura, un rostro de lagarto terriblemente fiero con su boca repleta de colmillos y una especie de recubrimiento piloso en la cabeza que le da el aspecto de una larga cabellera que oscila entre el color dorado y el blanco níveo. Siempre van armados con una larga lanza y cuando se desplazan pueden hacerlo volando, a dos patas o arremeter furiosos a cuatro. Cuando lo vi ante mí me recordó una extraña fusión entre un gran lagarto y un antiguo caballero medieval con su armadura. No es de extrañar que a Lucifer que era un Seraph pasaran a llamarlo la Antigua Serpiente y a representar a los arcángeles abatiéndolo con una lanza mientras intenta defenderse con sus fauces.
—Entonces… ¿consiguió entrar?.
—Ja, ja, ja —rió estruendosamente von Krupp —estimado profesor, no pase ni de la entrada como se diría vulgarmente. Enfrentarse a una criatura así es enfrentarse a la cólera de Dios en la Tierra. Yo iba bien pertrechado de conjuros y hechizos, incluso llevaba conmigo mi escopeta favorita, que ha llegado a abatir un Mokèle-mbèmbé en los pantanos del Congo —von Krupp le mostró su arma que hasta ese momento se encontraba apoyada en una de las paredes del pequeño salón. Se trataba de una escopeta con un cargador circular de grandes proporciones. Tanto el cañón como los receptáculos de los cartuchos eran del color de la plata bruñida con piezas doradas incrustadas en ellos, debajo del gran cañón se encontraba una cabeza de león símbolo de Carpatia y que al profesor Klauss le pareció estaba hecha de oro, la empuñadura con relieves y la mira parecían estar hechos también de ese mismo material. Más que un arma para la caza, parecía una joya hecha para decorar el salón de algún gran señor.
—¿Entonces…? —preguntó el profesor Klauss mientras admiraba el delicado trabajo artesano de la escopeta y se preguntaba mentalmente que clase de persona aguantaría el retroceso de semejantes cartuchos.
—Entonces… —continuo von Krupp —hice lo que cualquier estúpido joven e impulsivo habría hecho. ¡Atacar!. Primero lance un hechizo de retención con intención de atrapar a la criatura sin dañarla. Obvia decir, que a los Querubs no les hace efecto la magia, aunque entonces yo no lo sabía. Visto que eso no servía, cogí mi arma, le quité el seguro y le descerrajé cuatro tiros seguidos. Los cuatro hicieron impacto en su cabeza de lagarto, pero fue como si un mosquito picase a un elefante, ni se inmutó. Aunque no debió hacerle mucha gracia pues arremetió contra mí con toda su fuerza. Con un solo golpe de su ala fui arrojado contra un árbol, sentí un tremendo dolor en el costado causado por la rotura de una costilla, me empezó a faltar el aliento y el sabor de la sangre tiño mi boca, si no hubiese ido protegido por una cota de malla debajo de mi camisa, seguramente habría muerto en ese mismo instante. Eso me hizo enfadar, ¡como osaba esa criatura dañarme! a mí a un von Krupp, cogí mi machete de caza y sin dudarlo me abalance contra su pecho intentando golpear allí donde suponía estaría su corazón. Todo fue inútil, el duro acero carpatiano se partió como una rama seca al impactar contra él. La criatura rugió más por indignación que por dolor ya que mi cuchillo no había hecho mella en su acorazado pecho y lanzó un fuerte zarpazo contra mi rostro. La sangre caliente surgió a borbotones del lugar donde momentos antes había tenido un ojo y que ahora solo era una cuenca vacía. El dolor era insufrible, con la costilla rota clavándose en mi pulmón y mi ojo izquierdo arrancado de cuajo. Pero yo estaba colérico y solo pensaba en derrotar a la criatura que ahora intentaba morderme en la cabeza con su poderosa mandíbula. A tientas conseguí coger una granada de palo que siempre llevo sujeta de mi cinturón. Mientras esquivaba sus embates, conseguí quitar la anilla e introducir el explosivo dentro de su boca. Intente apartarme a tiempo, pero el Querub me había sujetado con una de sus garras. La explosión hizo que me soltase violentamente y quede inconsciente al golpear mi cabeza con una roca.
Cuando desperté minutos después, el se encontraba allí, mirándome. Su rostro mostraba enfado e indignación, pero no ira, era como si lo que realmente le molestase hubiese sido mi osadía al atacarle, pues no debía ser considerado por él digno de tal acto.
Entonces el Querub habló, nunca habría podido imaginar un sonido como ese, por un lado era como el sonido del trueno retumbando en las montañas, pero por otro tenía cierto deje armonioso y musical.
—Como osas atacarme subcriatura —gruñó el Querub.
— ¡Vengo a reclamar mi derecho al conocimiento! —grite yo, mientras escupía una mezcla de sangre y saliva.
— ¿Tu derecho? — preguntó el Querub. —Tú un mono desnudo, un pedazo de arcilla mal moldeado, un cacho de carne en permanente estado de descomposición. ¿Tú osas hablar de derechos?.
Y entonces hizo lo que menos podría esperar que hiciera una criatura como esa. Se echo a reír. Y lo hizo con una carcajada de tal intensidad que pensé que mis oídos iban a estallar.
—Vosotros los humanos solo estáis vivos porque nuestro padre lo permite. Por vuestra culpa hubo una guerra entre hermanos. Una guerra que acabó con la muerte de muchos de nosotros. ¿Y todo por qué?, por una subcriatura, un ser egoísta que sólo piensa en comer y reproducirse, sois tan defectuosos que incluso malograsteis este lugar creado expresamente para vosotros. Un paraíso, un Edén donde tendríais que haber vivido felices para siempre y fue vuestro orgullo, vuestra prepotencia, vuestra estupidez, la que os llevo a perderlo y a ser expulsados. Y aquí estoy yo, eterno vigilante de un lugar al que nunca podréis regresar.
—Bien, acaba pues conmigo, pero no dudes que no moriré sin luchar —repliqué yo con los dientes apretados.
—Tranquilo humano, no es mi intención matarte, nuestro padre sabe de vuestra eterna curiosidad y dio por hecho que algún día alguien como tú vendría hasta aquí para intentar pasar a través de las puertas del paraíso.
—Entonces… ¿me dejaras pasar? —pregunté yo esperanzado de que la perdida de mi ojo hubiera servido para algo.
—Imposible, nuestro padre nos dio unas órdenes muy claras. No deberíamos matar a aquel humano que intentase entrar, pero nunca deberíamos permitirle que lo hiciese, no hasta que llegue el momento en que se le autorice al ser humano a regresar aquí. Y para eso os falta mucho, mucho tiempo —y volvió a reír de manera terrorífica. —Ahora parte, regresa a tu hogar, vive tu vida plenamente y quizás, solo quizás cuando mueras se te permita ver este lugar y entrar a través de las doradas puertas celestiales. —Y dándose la vuelta como si yo no estuviera allí regreso a la entrada del valle.
—Entonces… ¿regresasteis a vuestro hogar con las manos vacías? —preguntó el profesor Klauss vivamente interesado.
—Con las manos vacías y sin un ojo como podéis apreciar. Pero no por eso he cejado en mi empeño, en mi búsqueda del conocimiento. En cuanto a lo de entrar en el cielo, sinceramente, prefiero ser primero en el infierno que segundo en el cielo —y volvió a reír de manera estruendosa mientras a la mente del profesor Klauss le venía la imagen de una criatura en forma de dragón riéndose a carcajada limpia y se dijo a si mismo cuan parecidos debían haber sido esas dos criaturas, el hombre que estaba ante él con su reluciente ojo mecánico y el ser al que los antiguos llamaban Querub y al que nosotros conocemos como Dragón.
Viktor von Krupp- Catedrático malvado
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Re: Relato Colmillos en la oscuridad
CAPITULO 5
La mañana estaba muy fría, el suelo permanecía con una ligera capa de nieve de la noche anterior, por suerte nuestros exploradores habían recuperado fuerzas gracias a un suculento y abundante desayuno preparado por Gerta la esposa del alcalde de Vladek. Tenían previsto visitar los lugares donde habían sucedido los ataques de la criatura, primero el bosque, después los campos donde el joven Varnia había sido asesinado, luego alguna de las granjas y por último el cementerio. Dejaron este para el final porque no querían levantar suspicacias ni crear malestar entre los vecinos del pueblo. Una cosa era que unos extranjeros vinieran a echarles una mano y otra muy distinta es que fueran a molestar a sus difuntos. En esa clase de temas los Haschinn eran muy estrictos.
El Bosque se encontraba a un par de kilómetros del pueblo y era extremadamente frondoso, y muy rico en caza por lo que les había comentado el alcalde, pero en esos momentos, excepto por algunos pájaros de nieve que los miraban curiosos no pudieron observar ningún otro tipo vida animal. Tal y como había dicho Ladislau, la criatura había debido devorar todo aquello que encontró a su paso, zorros, conejos, quizás hasta algún lobo que si bien no eran muy numerosos en la zona sí que de vez en cuando se podía ver alguno merodeando las granjas más alejadas del pueblo.
Los campos donde el joven Varnia fue encontrado muerto se encontraban igual que el día de su muerte excepto por la nieve. Nadie se había atrevido a llevar sus vacas hasta allí por temor a ser atacados. El profesor Absenta recogió muestras del lugar donde se encontró el cadáver por si había restos biológicos de algún tipo. Mientras el Señor Constantine y el profesor Brokenhaimer localizaron unas extrañas pisadas en una zona embarrada y libre de nieve y se dispusieron a sacar un molde en yeso bajo la atenta mirada del profesor Klauss y von Krupp. Con sus hallazgos a buen recaudo se dirigieron a las granjas más cercanas al pueblo, las ultimas en ser visitadas por la criatura donde intentarían obtener alguna información que corroborase la historia del alcalde.
—Caballeros… les presento a Fidias Olieq, pertenece al consejo de ancianos y es el propietario de esta granja, la ultima en ser atacada por el ser al que perseguimos —Ladislau hizo las respectivas presentaciones de rigor y explico al consejero Olieq los motivos de su visita.
—Entonces, ¿creen que esa criatura que dice haber visto el alcalde es real? —pregunto el anciano al profesor Klauss.
—Bueno… el señor Ladislau no tiene ningún motivo para mentir, si bien es cierto que puede haber algún tipo de exageración en sus observaciones. Es por ese motivo por el que estamos revisando los lugares por donde se movió la criatura y cogiendo muestras. —respondió el profesor Klauss.
—¿Usted vio algo señor Olieq? —pregunto von Krupp dirigiéndose al anciano consejero.
—Ver, ver, lo que se dice ver, no, pero si intuí la presencia de algo, una especie de sombra inconexa como si se tratase de una niebla moviéndose entre el rebaño de vacas. Fue más la sensación de una extraña presencia que la certeza física de que hubiera allí algo. Pero lo que sí es cierto es que al día siguiente dos de mis vacas aparecieron desangradas y horriblemente mutiladas y dos de mis mejores corderos no estaban.
—Quizás lobos o perros asilvestrados —comentó el señor Absenta.
—No, no creo —respondió el anciano con un movimiento negativo de cabeza para reafirmar su respuesta. —Si hubieran habido dentro del corral cuatro, cinco o incluso seis vacas, sí que hubiera podido pensar en lobos o en perros asilvestrados, pero estaba el rebaño entero encerrado. ¿Ha visto alguna vez caballero lo que le hace un rebaño de vacas histérico a un lobo?.
—Admito que no, no lo he visto nunca —respondió el señor Absenta.
—Digamos de una forma grafica, que al día siguiente podría utilizar la piel del lobo como alfombra, ya que el resto del cuerpo habría sido convertido en pulpa por lo pisotones de los animales.
—No niega pues la veracidad del avistamiento del alcalde —le pregunto el profesor Brokenhaimer
—Ni niego, ni afirmo, el señor Ladislau es uno de los pilares de la comunidad, y por lo tanto un hombre al que hay que respetar tanto en sus opiniones como en sus decisiones, si él afirma que es lo que vio, para mí y para el resto del consejo nos vale, es ese el motivo por el que se acordó que fuese a buscar ayuda a Carpatia. Si hubiera sido otro vecino del pueblo el que nos hubiese venido con esa historia, probablemente a estas horas ustedes caballeros no estarían aquí. Personalmente no me hace mucha gracia la presencia de extraños en el pueblo pero la situación requiere adoptar medidas que no son del agrado del todo el mundo.
—Pues han tenido mucha suerte de que fuera él el que vio a la criatura, gracias a eso estamos nosotros aquí para solucionarles la papeleta —añadió el señor Constantine con sarcasmo sin quitar la vista de la pipa que estaba cargando con aromático tabaco cubano.
Todos se quedaron mirando enfadados al señor Constantine, excepto el alcalde Ladislau que no podía cerrar la boca por el asombro de oír a un extraño dirigirse así a un miembro del consejo de ancianos y von Krupp en cuyo rostro se veía una enorme sonrisa de condescendencia.
—¿Quéeeee…? —exclamo encogiéndose de hombros —¿Acaso no es verdad?, hemos recorrido miles de kilómetros para venir en su ayuda, sino no fuese por nosotros y por Ladislau, como esperaban ellos solucionar este embrollo.
—El señor Constantine, tiene toda la razón —dijo el anciano consejero. —Debemos agradecerles que amablemente hayan accedido a venir a ayudarnos, así mismo debemos agradecérselo al señor Krupp aquí presente y a nuestro querido alcalde. No nos malinterpreten no somos gente mala, simplemente estamos acostumbrados a solucionar nuestros propios problemas, somos demasiado orgullosos como para aceptar la ayuda de gente de fuera, pero en este caso…, en este caso la necesitamos, y les pido por favor de mi parte y de la de mis conciudadanos, que nos ayuden, antes de que todos perezcamos bajo las garras de esa criatura.
El profesor Klauss poso las manos en los hombros del anciano, que abatido y con la cabeza gacha había comenzado a llorar.
—No debe preocuparse buen hombre, aquí estamos y de aquí no nos iremos sin averiguar que es ese ser y si es posible trataremos de capturarlo vivo o muerto —le consoló el profesor Klauss.
—A ser posible vivo, —añadió el señor Absenta —he de analizar muchas cosas, su anatomía su bioquímica, su estructura ósea.
—No se preocupe señor Absenta si sobra algo de él cuando acabe, podrá analizarlo a su gusto —añadió el señor Constantine siempre sonriente mientras daba palmaditas a la funda donde reposaba su Colt Pacemaker.
—Yo estoy con el señor Absenta, —agregó el profesor Brokenhaimer —sería de mucho interés para la comunidad científica internacional si pudiéramos analizar semejante criatura.
—Por ese motivo les dije que trajeran una cámara de éxtasis —intervino von Krupp, mientras limpiaba con un pañuelo de seda el vaho formado en una de las lentes de su ojo mecánico. —En este caso la comunidad científica internacional nada tiene que ver, todos sabemos cómo acabará esa criatura si es capturada. Quedará bajo la tutela del señor Constantine aquí presente en alguna de las zonas de seguridad del Almacén Nº 13. Sin embargo de lo que se aprenda de su captura, quien sabe…, quizás pueda sacarse provecho para la humanidad en un futuro próximo.
—Así es —afirmó el profesor Klauss con un rotundo movimiento de cabeza. — Y dicho esto, deberíamos continuar nuestro periplo en busca de más información sobre la criatura, e intentar averiguar donde volverá a atacar. Usted señor Absenta, debería regresar a casa del alcalde y preparar la cámara de éxtasis por si es necesario utilizarla luego se reunirá con nosotros. Los demás, guiados por el alcalde buscaremos cual es el sitio más probable para un ataque de ese ser.
Dicho esto, el grupo se alejo de la granja del consejero, mientras el señor Absenta regresaba al pueblo para preparar la cámara de éxtasis. Pero en vez de buscar un posible objetivo de la criatura, los exploradores acompañados por el alcalde Ladislau se dirigieron directamente hacia el cementerio local.
Aunque sólo eran las cinco y media de la tarde cuando llegaron a la entrada del cementerio ya había comenzado a oscurecer, cosa normal en esa región y una ligera capa de neblina empezaba a cubrir las lapidas del suelo. Al profesor Klauss no le hacía mucha gracia entrar en el cementerio a oscuras, aunque portaban sus lámparas de gas para iluminarse, pero von Krupp le tranquilizo, a fin de cuentas la criatura parecía ser tanto diurna como nocturna con lo cual se podía esperar un ataque a cualquier hora del día, además amparados en la oscuridad podrían moverse con más tranquilidad por el cementerio sin levantar las sospechas de las gente del pueblo. Lo que menos les interesaba ahora era enfrentarse a una muchedumbre airada y probablemente armada, acusándoles de profanar el sueño de sus muertos.
El cementerio no era excesivamente grande y estaba compuesto en su mayoría por antiguas lapidas de piedra con grandes cruces ortodoxas de madera. Originariamente este había sido el lugar de enterramiento de diferentes grupos de población que habían llegado del norte y del este de Europa asentándose en la actual Vladek y que habían utilizado el sitio como lugar de reposo para sus difuntos. Eso explicaba la presencia de extrañas piedras funerarias con petroglifos grabados diseminadas por todo el camposanto. Tanto las antiguas piedras funerarias como las modernas lapidas estaban colocadas en un circulo formando radios cuyo centro era la entrada a la cripta. Por lo que les había contado Ladislau anteriormente poco se sabía de la extensión total de la cripta salvo que tenía varios niveles y múltiples bifurcaciones que en teoría llevaban a otra criptas más pequeñas y pude que incluso a algún tipo de antiguo templo pagano donde se adoraría a una oscuro dios de los muertos.
Llegados a la entrada del panteón central observaron que la puerta de metal que había sido derribada por la criatura, estaba otra vez en su lugar, pero una observación más detallada les indico que solo estaba apoyada en el marco de entrada, por lo tanto no estaba sujeta a ningún sitio, dejando practicable el acceso a las oscuras entrañas de la cripta.
Era noche cerrada cuando llegó el señor Absenta hasta ellos, la cámara de éxtasis había sido preparada con minuciosidad como era habitual en él y solo restaba colocar en su interior a su futuro inquilino. Por seguridad y en vista del alarmante nerviosismo del alcalde se decidió que este aguardase en el exterior del panteón montando guardia con una campana, que debería tocar a modo de señal en el caso de que se acercase algún habitante del pueblo a curiosear. El resto del grupo con el profesor Klauss a la cabeza, apartó la pesada puerta de metal e inició el descenso a la cripta.
Descendieron los antiguos peldaños de piedra hasta llegar al primer nivel de la cripta, ayudados con sus lámparas de gas iluminaron los alrededores de la misma pudiendo observar que se encontraban en un recinto construido con piedra sillar de forma circular y techo plano relativamente bajo, las paredes se encontraban llenas de nichos con forma de pequeño arco en cuyo interior se encontraba un ataúd de madera sin ningún tipo de refinamiento ni decoración. Al acercarse y observar más detenidamente los ataúdes pudieron percatarse de que estaban en bastante buen estado de conservación aunque esto se podía achacar al ambiente seco del interior del mausoleo. Revisando los nombres y las fechas escritas en pequeñas placas metálicas en cada uno de los ataúdes pudieron constatar que la mayoría sin duda eran anteriores a la gran plaga de peste pero no tan antiguos como para catalogarlos como pertenecientes a los antiguos pobladores que habitaron Vladek antes de la llegada de sus actuales habitantes.
Al fondo pegada a la pared encontraron otras escaleras que descendían hasta otro nivel, pero esta vez los escalones habían sido labrados directamente en la piedra y bajaban a una mayor profundidad de la que había descendido en el nivel superior. Con paso cuidadoso y siempre con la lámpara delante de ellos para iluminarse descendieron durante varios minutos hasta llegar al final de la escalera encontrándose no ante una construcción humana como la cripta superior sino con una inmensa cueva natural. Una extraña luminosidad procedente de las paredes iluminaba el lugar, probablemente algún tipo de hongo en putrefacción era el responsable de tal efecto lumínico pero gracias a ello pudieron apagar las lámparas y conservar su combustible. La gran gruta que hacía las veces de improvisada cripta tenía unos 20 metros de alto por 200 de diámetro, y en sus paredes se podían observar una serie de túneles que supuestamente debían llevar a otras criptas más pequeñas e incluso a ese oscuro templo en honor a una mítica deidad de los muertos que habías sido adorada mucho tiempo antes de que llegara el primer habitante de la actual Vladek a este lugar. La mortecina iluminación de los hongos permitió ver al grupo de exploradores que la cueva no estaba vacía, a diferencia de la cripta superior que poseía nichos construidos en las paredes en esta las paredes estaban vacías sin embargo en el centro de la misma se encontraban colocados uno al lado de otro y en hileras un conjunto de bultos envueltos en una tela que antaño debió haber sido blanca, contados los bultos resultaron ser 150, los mismos que los miembros fallecidos de la aldea, por lo tanto ese era el lugar de reposo elegido para aquellos desgraciados víctimas de la peste. Ante la idea de encontrarse delante de un cadáver sin ataúd que había fallecido por la peste los exploradores optaron por ponerse un pañuelo tapándose la boca a modo de protección frente a un posible contagio.
—Y bien… ¿ahora qué hacemos? —preguntó el señor Constantine.
—Está claro que la criatura no se encuentra en este lugar —respondió von Krupp —con lo cual es probable que haya ocupado alguna de las otras criptas a las que llevan estos caminos que aquí vemos.
—Tiene razón von Krupp —añadió el profesor Klauss —deberíamos registrar estos túneles uno por uno, seguramente alguno nos lleve hasta la guarida de la criatura.
—Creo caballeros que yo puedo indicarles sin duda alguna la dirección correcta que debemos tomar.
—¿Es una broma señor Absenta?, no me diga que ahora se nos ha vuelto adivino —comentó de forma irónica el señor Constantine.
—Chitón señor Constantine y deje explicarse al señor Absenta —le replicó con tono enfadado el profesor Brokenhaimer.
—Si, por favor señor Absenta, en que se basa para tal afirmación —pregunto el profesor Klauss.
—El suelo —dijo señalando con un dedo hacia abajo —observen el suelo, su superficie está cubierta de una ligera capa de polvo, en la práctica totalidad de su superficie ese polvo está intacto como si nadie hubiera hoyado este lugar en años, pero observen que hay unas extrañas marcas que van desde ese túnel de la derecha hasta las escaleras; marcas de algo que ha sido arrastrado y me apostaría 100 guineas a que esas manchas oscuras que se ven son restos de sangre.
Una de las lentes del ojo mecánico de von Krupp se movió a una orden de su cerebro con el delicado ronroneo de los engranajes hasta colocarse en su posición correcta. Entonces este extrajo de una pequeña caja de cuero una lente de color azul oscuro y la posicionó delante del objetivo de su ojo de metal dejándola encajada en su sitio. Activo una pequeña palanca dorada de un lateral del complejo mecanismo y una tenue luz azulada ilumino hacia donde señalaba el señor Absenta. Bajo dicha luz von Krupp pudo observar que las manchas que a simple vista se veían oscuras se iluminaban como poseedoras de algún tipo de fluorescencia.
—No hay duda, —dijo mientras volvía a guardar la lente azulada en su caja. —es sangre. He utilizado un sistema de filtrado lumínico que aísla las partículas de sangre del resto de otros materiales tanto orgánicos como inorgánicos mostrándola como si poseyera luz propia y he podido ver un rastro que parte de la escalera de la cripta y continua por ese camino tal y como ha dicho el señor Absenta.
—Entonces tomaremos ese camino —sentenció el profesor Klauss.
Ayudados por la tenue luz que brotaba de las paredes del túnel, el grupo avanzó mas y mas hasta llegar a una nueva cámara. Esta a diferencia del resto de la cueva estaba completamente a oscuras ya que no había en ella restos de ninguno de los hongos que aportaban claridad a las tinieblas de este mundo subterráneo, obligando por ello al grupo a servirse de nuevo de sus lámparas de gas. Pero antes que ver lo que mostraban sus lámparas lo primero que percibió el grupo de exploradores fue un intenso y nauseabundo olor a carne podrida; una sensación de estar en un matadero les embargo siendo confirmada sus sospechas al invadir la luz el lugar. Ante sus pies se encontraban diseminados por el suelo una docena de cuerpos de animales, casi todo vacas de las granjas de alrededor, varios restos que parecían pertenecer a lobos y tres o cuatro cabezas de conejos ya que de sus cuerpos no había rastro. El señor Absenta diligente como siempre se colocó unos guantes de goma y se acerco a uno de los cuerpos tendidos en el suelo para analizarlo.
—Y bien señor Absenta, que opina, ¿cuál es la causa de la muerte de esos animales?. —preguntó el profesor Klauss
—Increíble, no puedo usar otra palabra. Nunca había visto nada parecido, esas marcas de allí sin duda son mordiscos, esas del cuarto trasero son de garras pero son demasiado profundas y anchas como para atribuírselas a un lobo o a un perro, ni siquiera un enorme tigre Siberiano dejaría unas marcas tan profundas y anchas, pero lo más increíble es que no hay resto alguno de sangre las heridas están completamente limpias.
—La pérdida de sangre puede ser atribuida a las heridas infligidas en los cuerpos ¿no? —comento von Krupp.
—No, imposible, este animal no murió desangrado por esas heridas. Estas fueron infligidas para derribarlo. En el caso de esos lobos con esas grandes marcas de mordiscos en cuello y abdomen no tengo la menor duda de que fueron realizadas como método de defensa ante el ataque de estos últimos, pero no había intención de alimentarse de su carne. —respondió el señor Absenta abriendo una de las heridas con sus manos enguantadas para que el resto de los allí presentes pudieran observar mejor la naturaleza de las mismas.
—¿Y los animales devorados en las granjas? — Pregunto el profesor Brokenhaimer mientras golpeaba con la punta de sus botas el cadáver de uno de los lobos como si quisiera asegurarse de que este no fuera a levantarse y atacarlos.
—A mi entender no hubo tales animales devorados, lo que a los vecinos de la villa les pareció un animal devorado debió ser en realidad el acceso de la bestia al interior del cuerpo para absorber hasta el último resto de su sangre. Sin embargo observen bien este otro tipo de mordisco, es diferente a los otros —el grupo se acerco más a los restos de la vaca para observar con más detenimiento allí donde les señalaba el señor Absenta. —En realidad lo catalogaría más como punciones que como mordisco, aunque se ven claramente las marcas de incisivos frontales y laterales aparte de los colmillos claro. Fue a través de estas punciones por donde la criatura comenzó a absorber la sangre del pobre animal, luego lo abriría de arriba abajo y consumiría el resto de la sangre contenida en el cuerpo, quizás utilizando la lengua y dando lametazos o sorbiendo, eso no puedo ni asegurarlo ni confirmarlo.
—¡Por Júpiter Tonante señor Absenta!, esa imagen me va a perseguir toda mi vida en mis pesadillas. —dijo asqueado el señor Constantine. —Cuanto antes libremos a este pueblo de semejante criatura, antes podremos regresar a casa con la tranquilidad de saber que por nuestro mundo ya no sé paseará semejante abominación.
—Y que hacen aquí —Se pregunto así mismo el profesor Klauss mirando a su alrededor dentro de la pequeña cripta en la que se encontraban.
—Es un almacén o una despensa como prefiera—le respondió von Krupp aunque sabía que la pregunta no iba dirigida a nadie. —Fíjese en los cuerpos de esas dos vacas, tienen marcas de garras como los demás, pero ninguna de las punciones mencionadas por el señor Absenta. Me apostaría un Crow de oro a que tienen toda su sangre.
—Eso es fácil comprobarlo —dijo el señor Absenta dirigiéndose a uno de los restos indicados por von Krupp y practicando una pequeña incisión en la zona de la aorta de la que empezó a manar una generosa cantidad de sangre. —No se equivocaba señor Krupp, ¿pero por qué almacenarlos?.
—Por el frio amigo Absenta, me da la sensación de que a nuestro amigo no le gusta mucho alimentarse en la nieve y prefiere traerse cuerpos calientes aquí almacenarlos e ir alimentándose poco a poco de ellos.
—Entonces este no es su escondite —añadió el profesor Brokenhaimer —debe ser otro el lugar donde se refugia, donde duerme.
—Hay que encontrar ese lugar —afirmó taxativamente el señor Constantine.
—Hay cinco túneles más en la cámara anterior, perderíamos demasiado tiempo buscándolos de uno en uno —dijo el profesor Klauss. —Será mejor dividirnos y repartírnoslos. Yo y von Krupp por los dos de la derecha y el profesor Brokenhaimer, el señor Constantine y el señor Absenta por los tres de izquierda, utilicen sus telecomunicadores Luxor y ante cualquier peligro hagan un tiro de aviso e iluminen la zona con una bengala roja.
En la cámara anterior cada uno de los miembros de la expedición entro en uno de los cinco túneles que quedaban sin explorar. Todos portaban sus respectivas armas ya que el encuentro con la criatura seguramente no sería nada pacifico. El profesor Klauss llevaba una de sus más conocidas creaciones su lanza estacas a vapor modelo Cerbero Mk-1, el señor Costantine siempre fiel a su estilo había desenfundado su Colt Pacemaker modificada, un arma de gran precisión y potencia, el señor Absenta había activado su nueva versión de repulsor, capaz de enfocar y modificar ahora el ancho y la longitud del pulso magnético mejorando así su eficacia, el profesor Brokenhaimer ante la duda portaba una de sus invenciones más potentes su pistola Schaffer modelo VI también conocida como “Aliento de Dragón” y von Krupp su escopeta Schimtz’s&Hockins de cargador circular, con la peculiaridad de que había cambiado su munición habitual y en vez de llevar sus cartuchos de postas del calibre .32 llevaba munición B-52 de cartucho metálico, la misma que utilizó para acabar en los pantanos del Congo con el Mokèle-mbèmbé ese antiguo descendiente de los dinosaurios.
Comunicándose entre ellos con el invento del profesor Brokenhaimer fueron adentrándose más y más dentro de las profundidades de la tierra, a diferencia del túnel que llevaba a la despensa de la criatura que era único, los otros cinco túneles derivaban en otras ramificaciones complicando así su exploración.
Estuvieron vagando bastante rato a través de diversos e intrincados túneles moviéndose con precaución en la semioscuridad solo rota por la luz de sus lámparas, informando de su posición cada cierto tiempo con sus telecomunicadores Luxor y advirtiendo de cualquier ruido o movimiento extraño.
Fue el señor Constantine el primero que lo oyó al doblar un recodo, un chillido largo y vibrante proveniente de un lugar indeterminado entre la maraña de túneles. Su lámpara aunque potente no le permitía abarcar toda la longitud del largo tubo de piedra, lo único que podía hacer era seguir avanzando y al llegar a una bifurcación seguirla hasta el final, si esta terminaba en un punto sin salida debía volver por el mismo camino y continuar por otra. Fue regresando de uno de estos túneles sin salida cuando lo oyó, primero el chillido luego un sonido diferente, una mezcla entre algo que se mueve caminando con dificultad y arrastrándose.
—Aquí Constantine, ¿me oís? –preguntó nervioso a través del telecomunciador.
—Alto y claro, ¿que ocurre señor Constantine? —preguntó el profesor Klauss.
—Algo se acerca por uno de los túneles, mejor dicho de uno de los túneles accesorios de esta maldita cueva de topos. —respondió aguzando la vista para intentar atravesar la barrera de oscuridad que existía por delante del foco de luz de su lámpara.
—No se ponga nervioso amigo mío y retírese poco a poco hacia la salida, nos encontraremos en la cámara —contesto el profesor Klauss tratando de tranquilizarlo.
—Mierda eso estoy haciendo pero esa cosa está cada vez más cerca y aquí hay demasiadas bifurcaciones, ahora no se cual debo coger para regresar —la criatura volvió a emitir su demoniaco chillido y fue entonces cuando el señor Constantine vio su imagen alzándose en la semioscuridad a no menos de 20 metros de él. —¡Por los clavos de Cristo!, ¡qué es eso! —grito echando instintivamente su mano a la funda de su arma extrayéndola con la habilidad de un cowboy con muchos años de experiencia a su espalda, mientras el telecomunicador caía al suelo con un sonido apagado. La criatura respiraba fuertemente mientras avanzaba con su peculiar forma de andar, al verla el señor Constantine se preguntó si no sería alguien enorme arrastrando algún cuerpo quizás un ladrón de tumbas ya que eso es lo que parecía que hiciese la criatura, arrastrar algo o quizás era ella la que se arrastraba; fuese lo que fuese, ese ser era grande y negro como la noche y avanzaba bastante rápido aunque fuese de manera torpe. El extraño ser se coloco a diez metros de distancia y empezó a acelerar su marcha hacia él con una determinación imparable, a la luz de la lámpara el señor Constantine pudo ver claramente una par de pequeños ojos rojos que brillaban como las ascuas de una hoguera cuando el viento recorre su superficie en medio de una oscuridad insondable que era su rostro.
Sin pensárselo dos veces amartillo su Colt Peacemaker y realizó un disparo contra la figura que se alzaba enfrente de él mientras el profesor Klauss gritaba a través de su telecomunicador preguntándole que pasaba. La criatura emitió otro chillido largo y agudo y cargo a toda velocidad a través del túnel. El señor Constantine al ver que su disparo parecía no haber hecho mucho efecto dio media vuelta y empezó a correr sin soltar de la mano ni su revólver ni la lámpara, cruzando una tras otra bifurcación tras bifurcación y rezando a todos los dioses por no encontrarse ante un túnel sin salida. Detrás de él seguían oyéndose los chillidos y el sonido de la criatura arrastrándose a través del complejo subterráneo, siguiéndole y tomando las mismas bifurcaciones que él. Al salir de una de estas bifurcaciones el señor Constantine se encontró ante un túnel más largo que los anteriores al final del cual se vislumbraba una luz. Había conseguido encaminar sus pasos correctamente hasta el túnel principal que lo llevaría a la cripta y su salvación.
Al salir de él se encontró de golpe con el profesor Klauss y los otros miembros de la expedición que lo estaban esperando. Habían formado un semicírculo y tenían preparadas sus armas para detener a cualquier cosa que saliese de la oscuridad. Pero ni mucho menos estaban listos para ver a la criatura que salió de las oscuras entrañas de la cripta, decir que era grotesco no es decir nada, a la mentes de los expedicionarios les vinieron términos como, abominación, monstruosidad, aberración, cualquier definición se quedaba corta. Lo que había surgido de la oscuridad era una parodia de la naturaleza de lo que debía haber sido un murciélago y no lo era, de lo que debía haber sido un hombre y solo se adivinaba, intentando caminar sobre dos cortas piernas humanas y apoyándose en sus dos correosas alas terminadas en garras con cinco dedos. Su rostro definitivamente semihumano mostraba dos grandes orejas que movía de un lado a otro intentando captar cualquier movimiento, sus ojos rojos como una tea ardiendo miraban de un lado a otro al grupo formado delante de él, resoplaba y bufaba abriendo una y otra vez la boca como si le faltara el aliento. Entonces de manera brusca y sin que los expedicionarios los esperasen se abalanzo hacia adelante intentando arrollar al señor Absenta, este consiguió esquivarlo no sin llevarse antes un fuerte arañazo en uno de sus hombros que hizo que cayese al suelo de bruces, luego se giro abriendo sus fauces y mostrando un doble juego de terribles colmillos y arremetió contra el señor Constantine, este al verlo venir hacia él comenzó a disparar indiscriminadamente contra la siniestra criatura, dos balazos hicieron blanco en él y el resto reboto contra las paredes. El profesor Klauss apunto su lanza estacas y disparó contra la espalda de la criatura que ya estaba casi encima de su compañero, la potencia del impacto hizo que la criatura perdiese el equilibrio por un instante y girase la cabeza hacia él lanzándole un chillido que obligó al profesor a protegerse los oídos. Von Krupp hizo una señal con la mano al profesor Brokenhaimer para que rodease a la bestia y así poder tener un mejor ángulo de disparo ya que en su actual posición podría herir al señor Costantine que intentaba recargar su arma. Al percatarse de esto la criatura se revolvió y dirigió su ataque hacia el profesor Brokenhaimer dejando de lado al señor Constantine que aprovecho para introducir nueva munición en su arma. Aun estando herido ese ser era un enemigo formidable, sus atrofiadas alas no le permitirían volar en el exterior, pero ahí dentro sus garras se convertían en afiladas guadañas que podía agitar de un lado a otro intentando cortar la carne de los expedicionarios. El profesor Brokenhaimer vio como una sombra alta y negra se lanzaba hacia el agitando sus extremidades delanteras, justo antes de que una de las garras de sus alas pudiese cortarle consiguió rodar hacia un lado quitándose de su punto de visión, la criatura volvió a chillar y se giro en busca de una nuevo objetivo.
Tal y como había previsto von Krupp, la criatura se había olvidado del señor Absenta que ya estaba de pie de nuevo y apuntaba con su repulsor hacia ella, el profesor Klauss hizo otro tanto con su lanza estacas, al igual que el señor Constantine y él mismo. El profesor Brokenhaimer alzo su Schaffer modelo VI y apuntó directamente a la cabeza de la bestia que sin darse cuenta se encontraba rodeada, y entonces se oyó la ruda voz de von Krupp gritando.
—¡Ahora!, ¡abran fuego!
Se oyeron una serie de fuertes detonaciones, la cabeza de la criatura voló por los aires a causa del impacto del arma del profesor Brokenhaimer, al mismo tiempo que una estaca proveniente del arma del profesor Klauss, atravesaba su espalda por uno de sus costados y aparecía por su pecho hasta quedar clavada en una de las paredes, cinco balas del 45 salieron del Colt del señor Constantine y se incrustaron en órganos vitales de su cuerpo, un intenso rayo del repulsor del señor Absenta le secciono por completo una de sus alas a la altura del hombro y dos impactos de la escopeta de von Krupp destrozaron por completo el corazón de la bestia dejando en su lugar un enorme agujero a través del cual se podía ver el otro lado.
La criatura ya sin vida se desplomo en el suelo dejando un gran charco de sangre negruzca.
Habían salido bastante bien librados del combate, excepto quizás por el profundo arañazo en el hombro del seño Absenta que ahora empezaba a sangrar profusamente, por suerte el profesor Brokenhaimer traía consigo un pequeño botiquín con el cual le realizo una primera cura. De regreso hacia el exterior el señor Constantine se fijó en algo raro que no había visto antes al revisar la cripta, en uno de los laterales de la cueva había una argolla de metal incrustada en el suelo y semi oculta por el polvo, era un lugar extraño para semejante objeto. El grupo se acerco y observo que parecía formar parte de una losa de piedra rectangular de un metro y medio de largo por uno de ancho. Picados por la curiosidad y en vista de que el señor Absenta se encontraba mejor de sus heridas, decidieron investigar tan curioso hallazgo. Limpiaron el polvo de la zona para dejar la losa completamente al descubierto y sujetando la argolla entre von Krupp y el señor Constantine tiraron hacia arriba con todas sus fuerzas. La losa basculó en un gozne que tenía en un lateral y dejo al descubierto una oquedad que llevaba a lo que parecía otra cámara inferior. Con sus lámparas de gas en una mano y sus armas bien dispuestas en la otra descendieron por los escalones tallados en la roca, al llegar al final se encontraron con otra cámara, no muy grande, pero a diferencia de la anterior que era una cueva natural esta mostraba las señales inequívocas de haber sido modificada por el hombre, sus estructura era octogonal y en cada uno de los ángulos del octógono había colocada una figura encapuchada sujetando una daga con las manos, el filo de la daga tenía forma serpenteante y estaba realizada de un material que parecía oro . Entre cada figura un trípode metálico con un extraño recipiente con liquido ardía iluminando toda la escena. En el centro de este nuevo hipogeo se encontraba un altar de piedra o eso es lo que dedujeron al principio en cuya parte superior reposaba un cuerpo. El grupo con el profesor Klauss a la cabeza se acerco a examinar el cuerpo, este vestido con una larga túnica negra ribeteada con extrañas filigranas doradas y rojas, parecía estar momificado ya que toda su carne estaba desecada. El señor Absenta siempre dispuesto a analizar un espécimen curioso comenzó a explorar el cuerpo intentando averiguar las causas de la muerte. Desnudó el cuerpo con cuidado y comenzó a buscar las causas de la muerte, al mirar dentro de su boca dio un brusco salto hacia atrás y grito.
—¡Vampiro!, ¡Es un vampiro!.
—¿En este lugar?, —dijo von Krupp —¿está usted seguro?.
—Sí, sí, miren su boca.
El profesor Klauss se acerco a la cabeza del cadáver y sujetando con una mano la parte superior de la cara y con otra la mandíbula inferior, le abrió la boca. Ante la estupefacta mirada de los exploradores surgió una oquedad de la que surgía una lengua negra como la pez y allí donde debían estar los caninos inferiores y superiores emergían dos pares de terribles colmillos amarillentos.
—No hay duda, debemos rendirnos a la evidencia, es un vampiro —dijo el profesor Klauss volviendo a cerrar esa terrible boca.
—Pero… ¿Está vivo o está muerto? —pregunto el profesor Brokenhaimer mirando de reojo el cadáver momificado.
—En ese estado… ¿Cómo saberlo?, —dijo el señor Constantine —está seco como una momia egipcia, ¿y no debería estar convertido en polvo si estuviese muerto?.
—Hay una manera de saberlo y no, no es necesario que este convertido en polvo si no es un vampiro normal —le respondió von Krupp mientras se acercaba al cuerpo portando su machete.
—¡Pero qué va a hacer von Krupp! —le grito el señor Absenta mientras intentaba sujetarle de un brazo. —¿va a mutilar el cuerpo?.
—¿Mutilar?, no, no, amigo Absenta, solo es una mera comprobación —Y sin que nadie pudiera evitarlo abrió la caja torácica del cadáver con su machete, separándole a continuación las costillas con sus manos enguantadas hasta dejar al descubierto el corazón y los pulmones. —Y bien señor Absenta, ¿qué me dice ahora, está vivo o está muerto?.
El señor Absenta horrorizado ante tal manipulación de un cuerpo muerto se acerco a la gran hendidura realizada en el pecho del vampiro y reviso su interior, los pulmones se encontraban completamente ennegrecidos así como el resto de órganos visibles, el corazón se había reducido en tamaño hasta convertirse en una mera masa negruzca y arrugada muy similar a esas ciruelas pasas con las que rellenamos los pavos en navidad.
—En mi modesta opinión estos órganos pertenecen a un hombre muerto, bueno, vampiro muerto en este caso, dudo que un corazón como ese pudiera bombearle suficiente sangre como para que sus funciones vitales fueran compatibles con la vida, bueno con la no-vida de la que debía disfrutar antes.
—Y como es que no está reducido a polvo —volvió a preguntar el señor Constantine.
—A eso le puedo contestar yo. —respondió von Krupp —La mayoría de los vampiros cuando fallecen, por así decirlo, ya sea mediante una estaca, el sol, el fuego u otro medio, sufren un proceso de autodestrucción. Su organismo reacciona al ataque de manera violenta haciendo que el oxigeno que transporta su sangre se inflame convirtiendo a la criatura en una antorcha o se produce una degeneración celular virulenta de sus órganos convirtiéndolos en polvo por un proceso de oxidación extremadamente rápida. Sería similar al proceso de destrucción del metal cuando se deja a la intemperie, si ustedes dejan una barra de hierro al aire, esta se va oxidando poco a poco, hasta que al final después de muchos años, de la barra de hierro no queda más que polvo. Pues con un vampiro pasa lo mismo pero más acelerado, eso es debido al alto contenido en hierro y oxigeno de su sangre, un vampiro normal puede llegar a tener en su organismo hasta una vez y media el volumen de sangre de un ser humano, es necesaria tanta sangre porque esta es absorbida rápidamente por su organismo superacelerado, su corazón late hasta dos veces más rápido que el nuestro y la sangre es distribuida por su sistema circulatorio a una velocidad hasta tres veces superior, sin este aporte sanguíneo continuo el cuerpo del vampiro se degenera y autodestruye.
—Pero tal y como dice el señor Constantine, este no está reducido a polvo. —comento el profesor Brokenhaimer.
—Cierto, eso es debido a que no se trata de un vampiro normal, sino de un Nosferatu Prime.
—¿Como puede asegurar tal cosa von Krupp? —preguntó el profesor Klauss mientras tocaba nervioso el colmillo incrustado en su reloj.
—Por dos buenas razones estimado profesor, la primera es la no destrucción del cuerpo del vampiro, si hubiese sido un vampiro normal tal y como hemos dicho, su cuerpo no sería más que un montón de polvo, pero a los Nosferatu Prime cuando mueren no les ocurre eso, y usted debería saberlo bien profesor ya que posee parte de uno en su reloj, recuerdo del encuentro de su padre con una de esas temibles criaturas. —dijo von Krupp señalando el reloj de bolsillo que portaba en su mano el profesor y cuya tapa no dejaba de abrir una y otra vez. —La segunda razón aunque más burda también es la más obvia… la túnica.
—¿La túnica?, no entiendo, ¿qué le ocurre a la túnica?. —preguntó el profesor Brokenhaimer recogiéndola del suelo y mirándola con detenimiento. —Parece una túnica normal y corriente, de seda negra, con adornos de oro y bordados de color rojo. No entiendo que tiene que ver con todo esto.
—Eso que tiene ahí en sus manos profesor Brokenhaimer no es una túnica normal, es una túnica ceremonial, la portan los Nosferatu Prime en algunos de sus rituales y ceremonias.
—Es cierto. —añadió el profesor Klauss —Recuerdo que mi padre me lo comento una vez, cuando se encontró con la criatura a la que se enfrentó, esta y los vampiros que la acompañaban estaban realizando algún tipo de ceremonia. E iba vestida con una túnica como esa. Seré estúpido, como no me habré acordado.
—Tranquilo profesor —dijo von Krupp —usted no podía imaginarse que nos encontraríamos a uno en este lugar. Bien podrían haber sido los restos momificados de alguno de los anteriores habitantes de Vladek enterrado de alguna manera ritual.
—¿Ahora qué hacemos? ¿Lo dejamos aquí y ya está? —preguntó el profesor Brokenhaimer.
—¿Ya está muerto no?, yo no pienso arrastrar esa cosa por toda la cueva hasta la casa del alcalde —le respondió el señor Constantine señalando con su pulgar hacia la criatura momificada.
—Tendremos que irnos de vacío, —dijo el profesor Klauss —no encuentro ninguna utilidad el hecho de llevar hasta Inglaterra los restos del otro ser y en cuanto al vampiro, como bien ha dicho el señor Constantine ya está muerto, no puede hacer daño a nadie y aunque podría ser interesante hacer la autopsia a un Nosferatu Prime, el verdadero interés radicaría en hacérselo a uno en buen estado, dudo mucho que obtuviésemos mucha información de estos restos disecados.
—Y entonces profesor Klauss, ¿ya está?, ¿podemos regresar? —preguntó von Krupp.
—Creo que sí, aquí ya no hacemos nada, recogeremos nuestras cosas y le diremos al alcalde Ladislau que ya no tiene de que preocuparse, la criatura ya está muerta y este ser tampoco volverá a levantarse.
Iban a marcharse cuando el señor Absenta se fijó en la planta del pie del cadáver, en el había algo raro, algo de lo cual no se había dado cuenta al estar en un sitio relativamente escondido. A lo largo y ancho de la planta del pie había una serie de marcas similares a pinchazos, no podría decir cuántas había, quizás medio centenar de ellas, algunos eran pinchazos pequeños y juntos otros eran de un diámetro mayor y estaban más separados. Pensó que quizás se tratase de algún tipo de tatuaje a base de pequeñas cicatrices muy similar a los que se realizan en ciertas partes de África, pero no estaba completamente seguro.
—Esperen un momento caballeros, quiero examinar algo antes de irnos —dijo el señor Absenta.
Sacó de su chaqueta una pequeña caja de madera con las iníciales en latón de la Absenta’s Mannor incrustadas en ella. Del interior extrajo unas extrañas goggles compuestas por múltiples lentes de diferentes diámetros y colores, algunas llevaban grabadas al acido diferentes sistemas de medición de tal manera que si uno utilizaba una combinación de lentes de aumento a modo de microscopio las marcas te permitían medir como una regla el tamaño del objeto a analizar. Otras eran filtros polarizadores similares al utilizado por von Krupp para detectar rastros de sangre y otras permitían al operador detectar ciertos fluidos no visibles al ojo humano. Utilizando una combinación de lentes de aumento y filtro detector de sangre el señor Absenta pudo observar que lo que al principio le habían parecido pequeños pinchazos eran en realidad mordiscos, unos mordiscos que seguían una especie de progresión; siguió buscando mas marcas similares en ambos tobillos y gemelos, hasta que encontró una marca inequívocamente de mordisco en la parte interior del muslo cerca de los genitales del cadáver y que correspondía a la vena femoral. No había duda, esto explicaba muchas cosas, de repente se sintió mareado y confuso, a qué clase de aberración se habían enfrentado en la cripta por encima de ellos, que temibles seres pueden crecer a la sombra de una infernal relación parasitaria.
—¡Que le ocurre amigo Absenta! —preguntó todo preocupado el profesor Klauss mientras le sujetaba al ver que le flojeaban las rodillas a su amigo.
—Es increíble, no me lo puedo ni creer, si no fuese porque lo tenemos aquí delante y nos hemos enfrentado a la otra criatura en la cripta que tenemos encima nuestro pensaría que es todo producto de mi imaginación.
—¡Por todos los Dioses señor Absenta! —gritó von Krupp —explíquese, infórmenos que es lo que ha averiguado.
—Creo que se que es lo que le ocurrió a este vampiro y que es la criatura que hemos matado allá arriba —respondió este ya más tranquilo. —Sólo hay una explicación aunque suene a locura, cuando la gran epidemia de peste asoló la región, este ser debió decidir hibernarse o entrar en algún tipo de extasis que lo dejo al borde de la muerte ya que su alimento debía escasear y puede que muchas de sus víctimas estuviesen infectadas. Cuando la gente de la villa decidió enterrar los cuerpos de los enfermos no podían imaginar que él estaba aquí, dormido en esta cripta secreta. Luego un día un pequeño murciélago hematófago seguramente la versión europea del “Desmodus Rotundus” de la familia de los desmontidos aprovechando que el portal de arriba estaba abierto para bajar más cadáveres se coló dentro, ya no sé si a sabiendas de que aquí encontraría algún tipo de alimento o por una torpeza suya, al intentar alimentarse con la sangre de los cadáveres infectada por la peste he de suponer que no le sentaría muy bien así que utilizando su finísimo olfato buscaría otra fuente de alimento y la más cercana estaba justo debajo de él, se arrastraría por una de esas madrigueras de topo que se ven ahí en la esquina y llegaría hasta aquí donde el vampiro yacía dormido. El pequeño murciélago empezaría a alimentarse del vampiro mordiéndole en la planta de los pies, ya que no estaban cubiertos por la túnica. Debido a las cualidades casi mágicas de esa sangre, el pequeño murciélago se fue transformando y haciendo más grande a medida que ingería más y más sangre adquiriendo algunos rasgos antropomórficos, hasta que hubo un momento en que asimilo toda la sangre y esta se convirtió en la de un Nosferatu Prime. Paso de ser un murciélago a ser un Murphir, en parte quiróptero, en parte vampiro. Una anomalía de la naturaleza, una abominación o una criatura desgraciada. Es un proceso similar a cuando los lobos son mordidos por un hombre lobo, se convierten en humanos pero con la mente de un lobo. Pobres desgraciados no pertenecen ni a este mundo ni al otro. Cuando hubo agotado toda las sangre del cuerpo el murciélago ya completamente transformado en la criatura que hemos visto salió por la lapida de piedra y fue en busca de más alimento, atacando a los animales del pueblo, mientras el cuerpo desangrado del Nosferatu se consumía y momificaba.
—Vaya… —dijo el señor Costantine llevándose las manos a la cabeza —miren ustedes por donde hemos descubierto a una criatura que se suponía era un mito.
—Un mito como los Damphir, seres mitad humano mitad vampiro, pero el hecho de que nadie haya visto ninguno hasta ahora y que solo aparezcan en las crónicas antiguas no significa que no existiesen como podemos ver en este caso —argumento von Krupp mientras miraba más detenidamente el rostro del vampiro como si intentase reconocer la identidad de su propietario.
—Creo caballeros… —añadió el profesor Brokenhaimer —que ahora ya podemos afirmar sin duda alguna que nuestro trabajo ha sido realizado y con mucho mejor resultado que lo esperado, la criatura está muerta ese Murphir o como se diga, el vampiro también está muerto y todos hemos salido bastante bien parados, bueno… excepto el amigo Absenta claro.
—Por mí no se preocupen señores estoy perfectamente —respondió el señor Absenta sonriendo de oreja a oreja.
—Entonces regresemos al pueblo esta experiencia me ha abierto el apetito y creo que podría comerme un caballo entero. —dijo von Krupp mientras daba una fuerte palmada en las espalda al señor Constantine.
—Pues yo me apunto von Krupp. —agrego este dándole una palmada aun más fuerte mientras ambos se echaban a reír a carcajadas.
—Sí, pero antes… —y entonces sin mediar palabra el profesor Klauss se giró hacia los restos momificados del vampiro, apuntó con cuidado su lanza estacas y disparó un certero tiro que hizo impacto en el ennegrecido corazón quedándose incrustada en él la estaca. —Ahora si podemos irnos —añadió sonriente. Ahora sentía un gran alivio, su nerviosismo anterior había desaparecido, sentía que había concluido una tarea que había iniciado hace muchos años su difunto padre.
El grupo se fue alejando del altar de piedra con su cadáver desnudo postrado encima de él en dirección a las escaleras cuando el señor Absenta se volvió y corrió en dirección al cuerpo momificado.
—¿Adonde va? —preguntó contrariado el profesor Brokenhaimer ya que tenía muchas ganas de salir del oscuro hipogeo.
Como si quisiera contestarle, el señor Absenta se agachó y recogió del suelo la túnica negra que había cubierto el cuerpo del vampiro y lo depositó con mucho cuidado encima de él tapando su desnudez. Justo cuando estaba cubriendo el rostro de la criatura la herida del hombro se le volvió a abrir vertiendo una pequeña cantidad de sangre encima del rostro momificado quedando este cubierto por el rojizo líquido.
—Vaya por Dios, que desaguisado, espero que nadie me haya visto, bueno la túnica lo tapará.
Una vez cubierto el cadáver el grupo reinició el regreso a la superficie.
—¿Por qué lo ha hecho Señor Absenta? —preguntó el profesor Klauss.
—Lo siento me pareció una inmoralidad no cubrir su desnudez, sí lo sé es un cadáver y encima de un vampiro, pero no me ha parecido correcto dejarlo así.
—Estoy de acuerdo con usted, ha hecho muy bien. —le respondió el profesor Klauss dirigiéndole una sonrisa mientras todos confirmaban con un movimiento afirmativo de su cabeza que ellos también estaban de acuerdo con la acción del señor Absenta.
Comenzaba a clarear cuando el grupo llegó a la superficie. El alcalde Ladislau más tranquilo al verlos sanos y sanos no paraba de preguntarles a uno y otro como había ido todo y si la criatura había muerto, el profesor Klauss le confirmo la muerte de la criatura aunque obvio hablar de la existencia del Nosferatu Prime y de la cámara subterránea secreta. Al llegar a la casa del alcalde se encontraron con que les esperaban los miembros del consejo con el consejero Olieq a la cabeza. El profesor Klauss sabiendo que no les haría mucha gracia a los miembros del consejo su aventura en los subterráneos del cementerio les confirmó la muerte y completa destrucción de los restos de la criatura pero cambiando la situación de los acontecimientos que ahora habría sido fuera del cementerio en el interior de una pequeña gruta indicada por el alcalde Ladislau. Al día siguiente después de un abundante desayuno decidieron partir de regreso a casa, el grupo de exploradores en su diligencia que ya les aguardaba bien pertrechada y con las mulas descansadas y von Krupp en un enorme caballo negro con una silla de montar en la que destacaba una pequeña cabeza de oro de un león carpatiano. Todos tendrían una buena historia que contar al llegar a casa, el hallazgo del cadáver de un Nosferatu Prime y la primera muerte certificada de un Murphir.
EPILOGO
Anochecía en Vladek, un fina capa de nieve empezaba a cubrir las lapidas del cementerio, pero abajo muy abajo en el interior de una cripta de forma octogonal el ambiente era más cálido y seco, hacía varios días que el grupo el profesor Klauss había acabado con la vida del Murphir y el cadáver del Nosferatu seguía tendido sobre el altar con la túnica cubriendo su cuerpo desnudo. La sangre vertida por la herida del señor Absenta había manchado el rostro apergaminado y reseco del cadáver humedeciéndolo ligeramente, un pequeño hilillo de sangre había surcado las grietas de la piel dirigiendo el rojizo liquido hacia la comisura de los labios, impregnándolos, rehidratandolos, la boca se abrió ligeramente dejando penetrar la sangre en la oscura oquedad que era su boca.
Entonces bajo la túnica, la criatura abrió los ojos.
FIN
La mañana estaba muy fría, el suelo permanecía con una ligera capa de nieve de la noche anterior, por suerte nuestros exploradores habían recuperado fuerzas gracias a un suculento y abundante desayuno preparado por Gerta la esposa del alcalde de Vladek. Tenían previsto visitar los lugares donde habían sucedido los ataques de la criatura, primero el bosque, después los campos donde el joven Varnia había sido asesinado, luego alguna de las granjas y por último el cementerio. Dejaron este para el final porque no querían levantar suspicacias ni crear malestar entre los vecinos del pueblo. Una cosa era que unos extranjeros vinieran a echarles una mano y otra muy distinta es que fueran a molestar a sus difuntos. En esa clase de temas los Haschinn eran muy estrictos.
El Bosque se encontraba a un par de kilómetros del pueblo y era extremadamente frondoso, y muy rico en caza por lo que les había comentado el alcalde, pero en esos momentos, excepto por algunos pájaros de nieve que los miraban curiosos no pudieron observar ningún otro tipo vida animal. Tal y como había dicho Ladislau, la criatura había debido devorar todo aquello que encontró a su paso, zorros, conejos, quizás hasta algún lobo que si bien no eran muy numerosos en la zona sí que de vez en cuando se podía ver alguno merodeando las granjas más alejadas del pueblo.
Los campos donde el joven Varnia fue encontrado muerto se encontraban igual que el día de su muerte excepto por la nieve. Nadie se había atrevido a llevar sus vacas hasta allí por temor a ser atacados. El profesor Absenta recogió muestras del lugar donde se encontró el cadáver por si había restos biológicos de algún tipo. Mientras el Señor Constantine y el profesor Brokenhaimer localizaron unas extrañas pisadas en una zona embarrada y libre de nieve y se dispusieron a sacar un molde en yeso bajo la atenta mirada del profesor Klauss y von Krupp. Con sus hallazgos a buen recaudo se dirigieron a las granjas más cercanas al pueblo, las ultimas en ser visitadas por la criatura donde intentarían obtener alguna información que corroborase la historia del alcalde.
—Caballeros… les presento a Fidias Olieq, pertenece al consejo de ancianos y es el propietario de esta granja, la ultima en ser atacada por el ser al que perseguimos —Ladislau hizo las respectivas presentaciones de rigor y explico al consejero Olieq los motivos de su visita.
—Entonces, ¿creen que esa criatura que dice haber visto el alcalde es real? —pregunto el anciano al profesor Klauss.
—Bueno… el señor Ladislau no tiene ningún motivo para mentir, si bien es cierto que puede haber algún tipo de exageración en sus observaciones. Es por ese motivo por el que estamos revisando los lugares por donde se movió la criatura y cogiendo muestras. —respondió el profesor Klauss.
—¿Usted vio algo señor Olieq? —pregunto von Krupp dirigiéndose al anciano consejero.
—Ver, ver, lo que se dice ver, no, pero si intuí la presencia de algo, una especie de sombra inconexa como si se tratase de una niebla moviéndose entre el rebaño de vacas. Fue más la sensación de una extraña presencia que la certeza física de que hubiera allí algo. Pero lo que sí es cierto es que al día siguiente dos de mis vacas aparecieron desangradas y horriblemente mutiladas y dos de mis mejores corderos no estaban.
—Quizás lobos o perros asilvestrados —comentó el señor Absenta.
—No, no creo —respondió el anciano con un movimiento negativo de cabeza para reafirmar su respuesta. —Si hubieran habido dentro del corral cuatro, cinco o incluso seis vacas, sí que hubiera podido pensar en lobos o en perros asilvestrados, pero estaba el rebaño entero encerrado. ¿Ha visto alguna vez caballero lo que le hace un rebaño de vacas histérico a un lobo?.
—Admito que no, no lo he visto nunca —respondió el señor Absenta.
—Digamos de una forma grafica, que al día siguiente podría utilizar la piel del lobo como alfombra, ya que el resto del cuerpo habría sido convertido en pulpa por lo pisotones de los animales.
—No niega pues la veracidad del avistamiento del alcalde —le pregunto el profesor Brokenhaimer
—Ni niego, ni afirmo, el señor Ladislau es uno de los pilares de la comunidad, y por lo tanto un hombre al que hay que respetar tanto en sus opiniones como en sus decisiones, si él afirma que es lo que vio, para mí y para el resto del consejo nos vale, es ese el motivo por el que se acordó que fuese a buscar ayuda a Carpatia. Si hubiera sido otro vecino del pueblo el que nos hubiese venido con esa historia, probablemente a estas horas ustedes caballeros no estarían aquí. Personalmente no me hace mucha gracia la presencia de extraños en el pueblo pero la situación requiere adoptar medidas que no son del agrado del todo el mundo.
—Pues han tenido mucha suerte de que fuera él el que vio a la criatura, gracias a eso estamos nosotros aquí para solucionarles la papeleta —añadió el señor Constantine con sarcasmo sin quitar la vista de la pipa que estaba cargando con aromático tabaco cubano.
Todos se quedaron mirando enfadados al señor Constantine, excepto el alcalde Ladislau que no podía cerrar la boca por el asombro de oír a un extraño dirigirse así a un miembro del consejo de ancianos y von Krupp en cuyo rostro se veía una enorme sonrisa de condescendencia.
—¿Quéeeee…? —exclamo encogiéndose de hombros —¿Acaso no es verdad?, hemos recorrido miles de kilómetros para venir en su ayuda, sino no fuese por nosotros y por Ladislau, como esperaban ellos solucionar este embrollo.
—El señor Constantine, tiene toda la razón —dijo el anciano consejero. —Debemos agradecerles que amablemente hayan accedido a venir a ayudarnos, así mismo debemos agradecérselo al señor Krupp aquí presente y a nuestro querido alcalde. No nos malinterpreten no somos gente mala, simplemente estamos acostumbrados a solucionar nuestros propios problemas, somos demasiado orgullosos como para aceptar la ayuda de gente de fuera, pero en este caso…, en este caso la necesitamos, y les pido por favor de mi parte y de la de mis conciudadanos, que nos ayuden, antes de que todos perezcamos bajo las garras de esa criatura.
El profesor Klauss poso las manos en los hombros del anciano, que abatido y con la cabeza gacha había comenzado a llorar.
—No debe preocuparse buen hombre, aquí estamos y de aquí no nos iremos sin averiguar que es ese ser y si es posible trataremos de capturarlo vivo o muerto —le consoló el profesor Klauss.
—A ser posible vivo, —añadió el señor Absenta —he de analizar muchas cosas, su anatomía su bioquímica, su estructura ósea.
—No se preocupe señor Absenta si sobra algo de él cuando acabe, podrá analizarlo a su gusto —añadió el señor Constantine siempre sonriente mientras daba palmaditas a la funda donde reposaba su Colt Pacemaker.
—Yo estoy con el señor Absenta, —agregó el profesor Brokenhaimer —sería de mucho interés para la comunidad científica internacional si pudiéramos analizar semejante criatura.
—Por ese motivo les dije que trajeran una cámara de éxtasis —intervino von Krupp, mientras limpiaba con un pañuelo de seda el vaho formado en una de las lentes de su ojo mecánico. —En este caso la comunidad científica internacional nada tiene que ver, todos sabemos cómo acabará esa criatura si es capturada. Quedará bajo la tutela del señor Constantine aquí presente en alguna de las zonas de seguridad del Almacén Nº 13. Sin embargo de lo que se aprenda de su captura, quien sabe…, quizás pueda sacarse provecho para la humanidad en un futuro próximo.
—Así es —afirmó el profesor Klauss con un rotundo movimiento de cabeza. — Y dicho esto, deberíamos continuar nuestro periplo en busca de más información sobre la criatura, e intentar averiguar donde volverá a atacar. Usted señor Absenta, debería regresar a casa del alcalde y preparar la cámara de éxtasis por si es necesario utilizarla luego se reunirá con nosotros. Los demás, guiados por el alcalde buscaremos cual es el sitio más probable para un ataque de ese ser.
Dicho esto, el grupo se alejo de la granja del consejero, mientras el señor Absenta regresaba al pueblo para preparar la cámara de éxtasis. Pero en vez de buscar un posible objetivo de la criatura, los exploradores acompañados por el alcalde Ladislau se dirigieron directamente hacia el cementerio local.
Aunque sólo eran las cinco y media de la tarde cuando llegaron a la entrada del cementerio ya había comenzado a oscurecer, cosa normal en esa región y una ligera capa de neblina empezaba a cubrir las lapidas del suelo. Al profesor Klauss no le hacía mucha gracia entrar en el cementerio a oscuras, aunque portaban sus lámparas de gas para iluminarse, pero von Krupp le tranquilizo, a fin de cuentas la criatura parecía ser tanto diurna como nocturna con lo cual se podía esperar un ataque a cualquier hora del día, además amparados en la oscuridad podrían moverse con más tranquilidad por el cementerio sin levantar las sospechas de las gente del pueblo. Lo que menos les interesaba ahora era enfrentarse a una muchedumbre airada y probablemente armada, acusándoles de profanar el sueño de sus muertos.
El cementerio no era excesivamente grande y estaba compuesto en su mayoría por antiguas lapidas de piedra con grandes cruces ortodoxas de madera. Originariamente este había sido el lugar de enterramiento de diferentes grupos de población que habían llegado del norte y del este de Europa asentándose en la actual Vladek y que habían utilizado el sitio como lugar de reposo para sus difuntos. Eso explicaba la presencia de extrañas piedras funerarias con petroglifos grabados diseminadas por todo el camposanto. Tanto las antiguas piedras funerarias como las modernas lapidas estaban colocadas en un circulo formando radios cuyo centro era la entrada a la cripta. Por lo que les había contado Ladislau anteriormente poco se sabía de la extensión total de la cripta salvo que tenía varios niveles y múltiples bifurcaciones que en teoría llevaban a otra criptas más pequeñas y pude que incluso a algún tipo de antiguo templo pagano donde se adoraría a una oscuro dios de los muertos.
Llegados a la entrada del panteón central observaron que la puerta de metal que había sido derribada por la criatura, estaba otra vez en su lugar, pero una observación más detallada les indico que solo estaba apoyada en el marco de entrada, por lo tanto no estaba sujeta a ningún sitio, dejando practicable el acceso a las oscuras entrañas de la cripta.
Era noche cerrada cuando llegó el señor Absenta hasta ellos, la cámara de éxtasis había sido preparada con minuciosidad como era habitual en él y solo restaba colocar en su interior a su futuro inquilino. Por seguridad y en vista del alarmante nerviosismo del alcalde se decidió que este aguardase en el exterior del panteón montando guardia con una campana, que debería tocar a modo de señal en el caso de que se acercase algún habitante del pueblo a curiosear. El resto del grupo con el profesor Klauss a la cabeza, apartó la pesada puerta de metal e inició el descenso a la cripta.
Descendieron los antiguos peldaños de piedra hasta llegar al primer nivel de la cripta, ayudados con sus lámparas de gas iluminaron los alrededores de la misma pudiendo observar que se encontraban en un recinto construido con piedra sillar de forma circular y techo plano relativamente bajo, las paredes se encontraban llenas de nichos con forma de pequeño arco en cuyo interior se encontraba un ataúd de madera sin ningún tipo de refinamiento ni decoración. Al acercarse y observar más detenidamente los ataúdes pudieron percatarse de que estaban en bastante buen estado de conservación aunque esto se podía achacar al ambiente seco del interior del mausoleo. Revisando los nombres y las fechas escritas en pequeñas placas metálicas en cada uno de los ataúdes pudieron constatar que la mayoría sin duda eran anteriores a la gran plaga de peste pero no tan antiguos como para catalogarlos como pertenecientes a los antiguos pobladores que habitaron Vladek antes de la llegada de sus actuales habitantes.
Al fondo pegada a la pared encontraron otras escaleras que descendían hasta otro nivel, pero esta vez los escalones habían sido labrados directamente en la piedra y bajaban a una mayor profundidad de la que había descendido en el nivel superior. Con paso cuidadoso y siempre con la lámpara delante de ellos para iluminarse descendieron durante varios minutos hasta llegar al final de la escalera encontrándose no ante una construcción humana como la cripta superior sino con una inmensa cueva natural. Una extraña luminosidad procedente de las paredes iluminaba el lugar, probablemente algún tipo de hongo en putrefacción era el responsable de tal efecto lumínico pero gracias a ello pudieron apagar las lámparas y conservar su combustible. La gran gruta que hacía las veces de improvisada cripta tenía unos 20 metros de alto por 200 de diámetro, y en sus paredes se podían observar una serie de túneles que supuestamente debían llevar a otras criptas más pequeñas e incluso a ese oscuro templo en honor a una mítica deidad de los muertos que habías sido adorada mucho tiempo antes de que llegara el primer habitante de la actual Vladek a este lugar. La mortecina iluminación de los hongos permitió ver al grupo de exploradores que la cueva no estaba vacía, a diferencia de la cripta superior que poseía nichos construidos en las paredes en esta las paredes estaban vacías sin embargo en el centro de la misma se encontraban colocados uno al lado de otro y en hileras un conjunto de bultos envueltos en una tela que antaño debió haber sido blanca, contados los bultos resultaron ser 150, los mismos que los miembros fallecidos de la aldea, por lo tanto ese era el lugar de reposo elegido para aquellos desgraciados víctimas de la peste. Ante la idea de encontrarse delante de un cadáver sin ataúd que había fallecido por la peste los exploradores optaron por ponerse un pañuelo tapándose la boca a modo de protección frente a un posible contagio.
—Y bien… ¿ahora qué hacemos? —preguntó el señor Constantine.
—Está claro que la criatura no se encuentra en este lugar —respondió von Krupp —con lo cual es probable que haya ocupado alguna de las otras criptas a las que llevan estos caminos que aquí vemos.
—Tiene razón von Krupp —añadió el profesor Klauss —deberíamos registrar estos túneles uno por uno, seguramente alguno nos lleve hasta la guarida de la criatura.
—Creo caballeros que yo puedo indicarles sin duda alguna la dirección correcta que debemos tomar.
—¿Es una broma señor Absenta?, no me diga que ahora se nos ha vuelto adivino —comentó de forma irónica el señor Constantine.
—Chitón señor Constantine y deje explicarse al señor Absenta —le replicó con tono enfadado el profesor Brokenhaimer.
—Si, por favor señor Absenta, en que se basa para tal afirmación —pregunto el profesor Klauss.
—El suelo —dijo señalando con un dedo hacia abajo —observen el suelo, su superficie está cubierta de una ligera capa de polvo, en la práctica totalidad de su superficie ese polvo está intacto como si nadie hubiera hoyado este lugar en años, pero observen que hay unas extrañas marcas que van desde ese túnel de la derecha hasta las escaleras; marcas de algo que ha sido arrastrado y me apostaría 100 guineas a que esas manchas oscuras que se ven son restos de sangre.
Una de las lentes del ojo mecánico de von Krupp se movió a una orden de su cerebro con el delicado ronroneo de los engranajes hasta colocarse en su posición correcta. Entonces este extrajo de una pequeña caja de cuero una lente de color azul oscuro y la posicionó delante del objetivo de su ojo de metal dejándola encajada en su sitio. Activo una pequeña palanca dorada de un lateral del complejo mecanismo y una tenue luz azulada ilumino hacia donde señalaba el señor Absenta. Bajo dicha luz von Krupp pudo observar que las manchas que a simple vista se veían oscuras se iluminaban como poseedoras de algún tipo de fluorescencia.
—No hay duda, —dijo mientras volvía a guardar la lente azulada en su caja. —es sangre. He utilizado un sistema de filtrado lumínico que aísla las partículas de sangre del resto de otros materiales tanto orgánicos como inorgánicos mostrándola como si poseyera luz propia y he podido ver un rastro que parte de la escalera de la cripta y continua por ese camino tal y como ha dicho el señor Absenta.
—Entonces tomaremos ese camino —sentenció el profesor Klauss.
Ayudados por la tenue luz que brotaba de las paredes del túnel, el grupo avanzó mas y mas hasta llegar a una nueva cámara. Esta a diferencia del resto de la cueva estaba completamente a oscuras ya que no había en ella restos de ninguno de los hongos que aportaban claridad a las tinieblas de este mundo subterráneo, obligando por ello al grupo a servirse de nuevo de sus lámparas de gas. Pero antes que ver lo que mostraban sus lámparas lo primero que percibió el grupo de exploradores fue un intenso y nauseabundo olor a carne podrida; una sensación de estar en un matadero les embargo siendo confirmada sus sospechas al invadir la luz el lugar. Ante sus pies se encontraban diseminados por el suelo una docena de cuerpos de animales, casi todo vacas de las granjas de alrededor, varios restos que parecían pertenecer a lobos y tres o cuatro cabezas de conejos ya que de sus cuerpos no había rastro. El señor Absenta diligente como siempre se colocó unos guantes de goma y se acerco a uno de los cuerpos tendidos en el suelo para analizarlo.
—Y bien señor Absenta, que opina, ¿cuál es la causa de la muerte de esos animales?. —preguntó el profesor Klauss
—Increíble, no puedo usar otra palabra. Nunca había visto nada parecido, esas marcas de allí sin duda son mordiscos, esas del cuarto trasero son de garras pero son demasiado profundas y anchas como para atribuírselas a un lobo o a un perro, ni siquiera un enorme tigre Siberiano dejaría unas marcas tan profundas y anchas, pero lo más increíble es que no hay resto alguno de sangre las heridas están completamente limpias.
—La pérdida de sangre puede ser atribuida a las heridas infligidas en los cuerpos ¿no? —comento von Krupp.
—No, imposible, este animal no murió desangrado por esas heridas. Estas fueron infligidas para derribarlo. En el caso de esos lobos con esas grandes marcas de mordiscos en cuello y abdomen no tengo la menor duda de que fueron realizadas como método de defensa ante el ataque de estos últimos, pero no había intención de alimentarse de su carne. —respondió el señor Absenta abriendo una de las heridas con sus manos enguantadas para que el resto de los allí presentes pudieran observar mejor la naturaleza de las mismas.
—¿Y los animales devorados en las granjas? — Pregunto el profesor Brokenhaimer mientras golpeaba con la punta de sus botas el cadáver de uno de los lobos como si quisiera asegurarse de que este no fuera a levantarse y atacarlos.
—A mi entender no hubo tales animales devorados, lo que a los vecinos de la villa les pareció un animal devorado debió ser en realidad el acceso de la bestia al interior del cuerpo para absorber hasta el último resto de su sangre. Sin embargo observen bien este otro tipo de mordisco, es diferente a los otros —el grupo se acerco más a los restos de la vaca para observar con más detenimiento allí donde les señalaba el señor Absenta. —En realidad lo catalogaría más como punciones que como mordisco, aunque se ven claramente las marcas de incisivos frontales y laterales aparte de los colmillos claro. Fue a través de estas punciones por donde la criatura comenzó a absorber la sangre del pobre animal, luego lo abriría de arriba abajo y consumiría el resto de la sangre contenida en el cuerpo, quizás utilizando la lengua y dando lametazos o sorbiendo, eso no puedo ni asegurarlo ni confirmarlo.
—¡Por Júpiter Tonante señor Absenta!, esa imagen me va a perseguir toda mi vida en mis pesadillas. —dijo asqueado el señor Constantine. —Cuanto antes libremos a este pueblo de semejante criatura, antes podremos regresar a casa con la tranquilidad de saber que por nuestro mundo ya no sé paseará semejante abominación.
—Y que hacen aquí —Se pregunto así mismo el profesor Klauss mirando a su alrededor dentro de la pequeña cripta en la que se encontraban.
—Es un almacén o una despensa como prefiera—le respondió von Krupp aunque sabía que la pregunta no iba dirigida a nadie. —Fíjese en los cuerpos de esas dos vacas, tienen marcas de garras como los demás, pero ninguna de las punciones mencionadas por el señor Absenta. Me apostaría un Crow de oro a que tienen toda su sangre.
—Eso es fácil comprobarlo —dijo el señor Absenta dirigiéndose a uno de los restos indicados por von Krupp y practicando una pequeña incisión en la zona de la aorta de la que empezó a manar una generosa cantidad de sangre. —No se equivocaba señor Krupp, ¿pero por qué almacenarlos?.
—Por el frio amigo Absenta, me da la sensación de que a nuestro amigo no le gusta mucho alimentarse en la nieve y prefiere traerse cuerpos calientes aquí almacenarlos e ir alimentándose poco a poco de ellos.
—Entonces este no es su escondite —añadió el profesor Brokenhaimer —debe ser otro el lugar donde se refugia, donde duerme.
—Hay que encontrar ese lugar —afirmó taxativamente el señor Constantine.
—Hay cinco túneles más en la cámara anterior, perderíamos demasiado tiempo buscándolos de uno en uno —dijo el profesor Klauss. —Será mejor dividirnos y repartírnoslos. Yo y von Krupp por los dos de la derecha y el profesor Brokenhaimer, el señor Constantine y el señor Absenta por los tres de izquierda, utilicen sus telecomunicadores Luxor y ante cualquier peligro hagan un tiro de aviso e iluminen la zona con una bengala roja.
En la cámara anterior cada uno de los miembros de la expedición entro en uno de los cinco túneles que quedaban sin explorar. Todos portaban sus respectivas armas ya que el encuentro con la criatura seguramente no sería nada pacifico. El profesor Klauss llevaba una de sus más conocidas creaciones su lanza estacas a vapor modelo Cerbero Mk-1, el señor Costantine siempre fiel a su estilo había desenfundado su Colt Pacemaker modificada, un arma de gran precisión y potencia, el señor Absenta había activado su nueva versión de repulsor, capaz de enfocar y modificar ahora el ancho y la longitud del pulso magnético mejorando así su eficacia, el profesor Brokenhaimer ante la duda portaba una de sus invenciones más potentes su pistola Schaffer modelo VI también conocida como “Aliento de Dragón” y von Krupp su escopeta Schimtz’s&Hockins de cargador circular, con la peculiaridad de que había cambiado su munición habitual y en vez de llevar sus cartuchos de postas del calibre .32 llevaba munición B-52 de cartucho metálico, la misma que utilizó para acabar en los pantanos del Congo con el Mokèle-mbèmbé ese antiguo descendiente de los dinosaurios.
Comunicándose entre ellos con el invento del profesor Brokenhaimer fueron adentrándose más y más dentro de las profundidades de la tierra, a diferencia del túnel que llevaba a la despensa de la criatura que era único, los otros cinco túneles derivaban en otras ramificaciones complicando así su exploración.
Estuvieron vagando bastante rato a través de diversos e intrincados túneles moviéndose con precaución en la semioscuridad solo rota por la luz de sus lámparas, informando de su posición cada cierto tiempo con sus telecomunicadores Luxor y advirtiendo de cualquier ruido o movimiento extraño.
Fue el señor Constantine el primero que lo oyó al doblar un recodo, un chillido largo y vibrante proveniente de un lugar indeterminado entre la maraña de túneles. Su lámpara aunque potente no le permitía abarcar toda la longitud del largo tubo de piedra, lo único que podía hacer era seguir avanzando y al llegar a una bifurcación seguirla hasta el final, si esta terminaba en un punto sin salida debía volver por el mismo camino y continuar por otra. Fue regresando de uno de estos túneles sin salida cuando lo oyó, primero el chillido luego un sonido diferente, una mezcla entre algo que se mueve caminando con dificultad y arrastrándose.
—Aquí Constantine, ¿me oís? –preguntó nervioso a través del telecomunciador.
—Alto y claro, ¿que ocurre señor Constantine? —preguntó el profesor Klauss.
—Algo se acerca por uno de los túneles, mejor dicho de uno de los túneles accesorios de esta maldita cueva de topos. —respondió aguzando la vista para intentar atravesar la barrera de oscuridad que existía por delante del foco de luz de su lámpara.
—No se ponga nervioso amigo mío y retírese poco a poco hacia la salida, nos encontraremos en la cámara —contesto el profesor Klauss tratando de tranquilizarlo.
—Mierda eso estoy haciendo pero esa cosa está cada vez más cerca y aquí hay demasiadas bifurcaciones, ahora no se cual debo coger para regresar —la criatura volvió a emitir su demoniaco chillido y fue entonces cuando el señor Constantine vio su imagen alzándose en la semioscuridad a no menos de 20 metros de él. —¡Por los clavos de Cristo!, ¡qué es eso! —grito echando instintivamente su mano a la funda de su arma extrayéndola con la habilidad de un cowboy con muchos años de experiencia a su espalda, mientras el telecomunicador caía al suelo con un sonido apagado. La criatura respiraba fuertemente mientras avanzaba con su peculiar forma de andar, al verla el señor Constantine se preguntó si no sería alguien enorme arrastrando algún cuerpo quizás un ladrón de tumbas ya que eso es lo que parecía que hiciese la criatura, arrastrar algo o quizás era ella la que se arrastraba; fuese lo que fuese, ese ser era grande y negro como la noche y avanzaba bastante rápido aunque fuese de manera torpe. El extraño ser se coloco a diez metros de distancia y empezó a acelerar su marcha hacia él con una determinación imparable, a la luz de la lámpara el señor Constantine pudo ver claramente una par de pequeños ojos rojos que brillaban como las ascuas de una hoguera cuando el viento recorre su superficie en medio de una oscuridad insondable que era su rostro.
Sin pensárselo dos veces amartillo su Colt Peacemaker y realizó un disparo contra la figura que se alzaba enfrente de él mientras el profesor Klauss gritaba a través de su telecomunicador preguntándole que pasaba. La criatura emitió otro chillido largo y agudo y cargo a toda velocidad a través del túnel. El señor Constantine al ver que su disparo parecía no haber hecho mucho efecto dio media vuelta y empezó a correr sin soltar de la mano ni su revólver ni la lámpara, cruzando una tras otra bifurcación tras bifurcación y rezando a todos los dioses por no encontrarse ante un túnel sin salida. Detrás de él seguían oyéndose los chillidos y el sonido de la criatura arrastrándose a través del complejo subterráneo, siguiéndole y tomando las mismas bifurcaciones que él. Al salir de una de estas bifurcaciones el señor Constantine se encontró ante un túnel más largo que los anteriores al final del cual se vislumbraba una luz. Había conseguido encaminar sus pasos correctamente hasta el túnel principal que lo llevaría a la cripta y su salvación.
Al salir de él se encontró de golpe con el profesor Klauss y los otros miembros de la expedición que lo estaban esperando. Habían formado un semicírculo y tenían preparadas sus armas para detener a cualquier cosa que saliese de la oscuridad. Pero ni mucho menos estaban listos para ver a la criatura que salió de las oscuras entrañas de la cripta, decir que era grotesco no es decir nada, a la mentes de los expedicionarios les vinieron términos como, abominación, monstruosidad, aberración, cualquier definición se quedaba corta. Lo que había surgido de la oscuridad era una parodia de la naturaleza de lo que debía haber sido un murciélago y no lo era, de lo que debía haber sido un hombre y solo se adivinaba, intentando caminar sobre dos cortas piernas humanas y apoyándose en sus dos correosas alas terminadas en garras con cinco dedos. Su rostro definitivamente semihumano mostraba dos grandes orejas que movía de un lado a otro intentando captar cualquier movimiento, sus ojos rojos como una tea ardiendo miraban de un lado a otro al grupo formado delante de él, resoplaba y bufaba abriendo una y otra vez la boca como si le faltara el aliento. Entonces de manera brusca y sin que los expedicionarios los esperasen se abalanzo hacia adelante intentando arrollar al señor Absenta, este consiguió esquivarlo no sin llevarse antes un fuerte arañazo en uno de sus hombros que hizo que cayese al suelo de bruces, luego se giro abriendo sus fauces y mostrando un doble juego de terribles colmillos y arremetió contra el señor Constantine, este al verlo venir hacia él comenzó a disparar indiscriminadamente contra la siniestra criatura, dos balazos hicieron blanco en él y el resto reboto contra las paredes. El profesor Klauss apunto su lanza estacas y disparó contra la espalda de la criatura que ya estaba casi encima de su compañero, la potencia del impacto hizo que la criatura perdiese el equilibrio por un instante y girase la cabeza hacia él lanzándole un chillido que obligó al profesor a protegerse los oídos. Von Krupp hizo una señal con la mano al profesor Brokenhaimer para que rodease a la bestia y así poder tener un mejor ángulo de disparo ya que en su actual posición podría herir al señor Costantine que intentaba recargar su arma. Al percatarse de esto la criatura se revolvió y dirigió su ataque hacia el profesor Brokenhaimer dejando de lado al señor Constantine que aprovecho para introducir nueva munición en su arma. Aun estando herido ese ser era un enemigo formidable, sus atrofiadas alas no le permitirían volar en el exterior, pero ahí dentro sus garras se convertían en afiladas guadañas que podía agitar de un lado a otro intentando cortar la carne de los expedicionarios. El profesor Brokenhaimer vio como una sombra alta y negra se lanzaba hacia el agitando sus extremidades delanteras, justo antes de que una de las garras de sus alas pudiese cortarle consiguió rodar hacia un lado quitándose de su punto de visión, la criatura volvió a chillar y se giro en busca de una nuevo objetivo.
Tal y como había previsto von Krupp, la criatura se había olvidado del señor Absenta que ya estaba de pie de nuevo y apuntaba con su repulsor hacia ella, el profesor Klauss hizo otro tanto con su lanza estacas, al igual que el señor Constantine y él mismo. El profesor Brokenhaimer alzo su Schaffer modelo VI y apuntó directamente a la cabeza de la bestia que sin darse cuenta se encontraba rodeada, y entonces se oyó la ruda voz de von Krupp gritando.
—¡Ahora!, ¡abran fuego!
Se oyeron una serie de fuertes detonaciones, la cabeza de la criatura voló por los aires a causa del impacto del arma del profesor Brokenhaimer, al mismo tiempo que una estaca proveniente del arma del profesor Klauss, atravesaba su espalda por uno de sus costados y aparecía por su pecho hasta quedar clavada en una de las paredes, cinco balas del 45 salieron del Colt del señor Constantine y se incrustaron en órganos vitales de su cuerpo, un intenso rayo del repulsor del señor Absenta le secciono por completo una de sus alas a la altura del hombro y dos impactos de la escopeta de von Krupp destrozaron por completo el corazón de la bestia dejando en su lugar un enorme agujero a través del cual se podía ver el otro lado.
La criatura ya sin vida se desplomo en el suelo dejando un gran charco de sangre negruzca.
Habían salido bastante bien librados del combate, excepto quizás por el profundo arañazo en el hombro del seño Absenta que ahora empezaba a sangrar profusamente, por suerte el profesor Brokenhaimer traía consigo un pequeño botiquín con el cual le realizo una primera cura. De regreso hacia el exterior el señor Constantine se fijó en algo raro que no había visto antes al revisar la cripta, en uno de los laterales de la cueva había una argolla de metal incrustada en el suelo y semi oculta por el polvo, era un lugar extraño para semejante objeto. El grupo se acerco y observo que parecía formar parte de una losa de piedra rectangular de un metro y medio de largo por uno de ancho. Picados por la curiosidad y en vista de que el señor Absenta se encontraba mejor de sus heridas, decidieron investigar tan curioso hallazgo. Limpiaron el polvo de la zona para dejar la losa completamente al descubierto y sujetando la argolla entre von Krupp y el señor Constantine tiraron hacia arriba con todas sus fuerzas. La losa basculó en un gozne que tenía en un lateral y dejo al descubierto una oquedad que llevaba a lo que parecía otra cámara inferior. Con sus lámparas de gas en una mano y sus armas bien dispuestas en la otra descendieron por los escalones tallados en la roca, al llegar al final se encontraron con otra cámara, no muy grande, pero a diferencia de la anterior que era una cueva natural esta mostraba las señales inequívocas de haber sido modificada por el hombre, sus estructura era octogonal y en cada uno de los ángulos del octógono había colocada una figura encapuchada sujetando una daga con las manos, el filo de la daga tenía forma serpenteante y estaba realizada de un material que parecía oro . Entre cada figura un trípode metálico con un extraño recipiente con liquido ardía iluminando toda la escena. En el centro de este nuevo hipogeo se encontraba un altar de piedra o eso es lo que dedujeron al principio en cuya parte superior reposaba un cuerpo. El grupo con el profesor Klauss a la cabeza se acerco a examinar el cuerpo, este vestido con una larga túnica negra ribeteada con extrañas filigranas doradas y rojas, parecía estar momificado ya que toda su carne estaba desecada. El señor Absenta siempre dispuesto a analizar un espécimen curioso comenzó a explorar el cuerpo intentando averiguar las causas de la muerte. Desnudó el cuerpo con cuidado y comenzó a buscar las causas de la muerte, al mirar dentro de su boca dio un brusco salto hacia atrás y grito.
—¡Vampiro!, ¡Es un vampiro!.
—¿En este lugar?, —dijo von Krupp —¿está usted seguro?.
—Sí, sí, miren su boca.
El profesor Klauss se acerco a la cabeza del cadáver y sujetando con una mano la parte superior de la cara y con otra la mandíbula inferior, le abrió la boca. Ante la estupefacta mirada de los exploradores surgió una oquedad de la que surgía una lengua negra como la pez y allí donde debían estar los caninos inferiores y superiores emergían dos pares de terribles colmillos amarillentos.
—No hay duda, debemos rendirnos a la evidencia, es un vampiro —dijo el profesor Klauss volviendo a cerrar esa terrible boca.
—Pero… ¿Está vivo o está muerto? —pregunto el profesor Brokenhaimer mirando de reojo el cadáver momificado.
—En ese estado… ¿Cómo saberlo?, —dijo el señor Constantine —está seco como una momia egipcia, ¿y no debería estar convertido en polvo si estuviese muerto?.
—Hay una manera de saberlo y no, no es necesario que este convertido en polvo si no es un vampiro normal —le respondió von Krupp mientras se acercaba al cuerpo portando su machete.
—¡Pero qué va a hacer von Krupp! —le grito el señor Absenta mientras intentaba sujetarle de un brazo. —¿va a mutilar el cuerpo?.
—¿Mutilar?, no, no, amigo Absenta, solo es una mera comprobación —Y sin que nadie pudiera evitarlo abrió la caja torácica del cadáver con su machete, separándole a continuación las costillas con sus manos enguantadas hasta dejar al descubierto el corazón y los pulmones. —Y bien señor Absenta, ¿qué me dice ahora, está vivo o está muerto?.
El señor Absenta horrorizado ante tal manipulación de un cuerpo muerto se acerco a la gran hendidura realizada en el pecho del vampiro y reviso su interior, los pulmones se encontraban completamente ennegrecidos así como el resto de órganos visibles, el corazón se había reducido en tamaño hasta convertirse en una mera masa negruzca y arrugada muy similar a esas ciruelas pasas con las que rellenamos los pavos en navidad.
—En mi modesta opinión estos órganos pertenecen a un hombre muerto, bueno, vampiro muerto en este caso, dudo que un corazón como ese pudiera bombearle suficiente sangre como para que sus funciones vitales fueran compatibles con la vida, bueno con la no-vida de la que debía disfrutar antes.
—Y como es que no está reducido a polvo —volvió a preguntar el señor Constantine.
—A eso le puedo contestar yo. —respondió von Krupp —La mayoría de los vampiros cuando fallecen, por así decirlo, ya sea mediante una estaca, el sol, el fuego u otro medio, sufren un proceso de autodestrucción. Su organismo reacciona al ataque de manera violenta haciendo que el oxigeno que transporta su sangre se inflame convirtiendo a la criatura en una antorcha o se produce una degeneración celular virulenta de sus órganos convirtiéndolos en polvo por un proceso de oxidación extremadamente rápida. Sería similar al proceso de destrucción del metal cuando se deja a la intemperie, si ustedes dejan una barra de hierro al aire, esta se va oxidando poco a poco, hasta que al final después de muchos años, de la barra de hierro no queda más que polvo. Pues con un vampiro pasa lo mismo pero más acelerado, eso es debido al alto contenido en hierro y oxigeno de su sangre, un vampiro normal puede llegar a tener en su organismo hasta una vez y media el volumen de sangre de un ser humano, es necesaria tanta sangre porque esta es absorbida rápidamente por su organismo superacelerado, su corazón late hasta dos veces más rápido que el nuestro y la sangre es distribuida por su sistema circulatorio a una velocidad hasta tres veces superior, sin este aporte sanguíneo continuo el cuerpo del vampiro se degenera y autodestruye.
—Pero tal y como dice el señor Constantine, este no está reducido a polvo. —comento el profesor Brokenhaimer.
—Cierto, eso es debido a que no se trata de un vampiro normal, sino de un Nosferatu Prime.
—¿Como puede asegurar tal cosa von Krupp? —preguntó el profesor Klauss mientras tocaba nervioso el colmillo incrustado en su reloj.
—Por dos buenas razones estimado profesor, la primera es la no destrucción del cuerpo del vampiro, si hubiese sido un vampiro normal tal y como hemos dicho, su cuerpo no sería más que un montón de polvo, pero a los Nosferatu Prime cuando mueren no les ocurre eso, y usted debería saberlo bien profesor ya que posee parte de uno en su reloj, recuerdo del encuentro de su padre con una de esas temibles criaturas. —dijo von Krupp señalando el reloj de bolsillo que portaba en su mano el profesor y cuya tapa no dejaba de abrir una y otra vez. —La segunda razón aunque más burda también es la más obvia… la túnica.
—¿La túnica?, no entiendo, ¿qué le ocurre a la túnica?. —preguntó el profesor Brokenhaimer recogiéndola del suelo y mirándola con detenimiento. —Parece una túnica normal y corriente, de seda negra, con adornos de oro y bordados de color rojo. No entiendo que tiene que ver con todo esto.
—Eso que tiene ahí en sus manos profesor Brokenhaimer no es una túnica normal, es una túnica ceremonial, la portan los Nosferatu Prime en algunos de sus rituales y ceremonias.
—Es cierto. —añadió el profesor Klauss —Recuerdo que mi padre me lo comento una vez, cuando se encontró con la criatura a la que se enfrentó, esta y los vampiros que la acompañaban estaban realizando algún tipo de ceremonia. E iba vestida con una túnica como esa. Seré estúpido, como no me habré acordado.
—Tranquilo profesor —dijo von Krupp —usted no podía imaginarse que nos encontraríamos a uno en este lugar. Bien podrían haber sido los restos momificados de alguno de los anteriores habitantes de Vladek enterrado de alguna manera ritual.
—¿Ahora qué hacemos? ¿Lo dejamos aquí y ya está? —preguntó el profesor Brokenhaimer.
—¿Ya está muerto no?, yo no pienso arrastrar esa cosa por toda la cueva hasta la casa del alcalde —le respondió el señor Constantine señalando con su pulgar hacia la criatura momificada.
—Tendremos que irnos de vacío, —dijo el profesor Klauss —no encuentro ninguna utilidad el hecho de llevar hasta Inglaterra los restos del otro ser y en cuanto al vampiro, como bien ha dicho el señor Constantine ya está muerto, no puede hacer daño a nadie y aunque podría ser interesante hacer la autopsia a un Nosferatu Prime, el verdadero interés radicaría en hacérselo a uno en buen estado, dudo mucho que obtuviésemos mucha información de estos restos disecados.
—Y entonces profesor Klauss, ¿ya está?, ¿podemos regresar? —preguntó von Krupp.
—Creo que sí, aquí ya no hacemos nada, recogeremos nuestras cosas y le diremos al alcalde Ladislau que ya no tiene de que preocuparse, la criatura ya está muerta y este ser tampoco volverá a levantarse.
Iban a marcharse cuando el señor Absenta se fijó en la planta del pie del cadáver, en el había algo raro, algo de lo cual no se había dado cuenta al estar en un sitio relativamente escondido. A lo largo y ancho de la planta del pie había una serie de marcas similares a pinchazos, no podría decir cuántas había, quizás medio centenar de ellas, algunos eran pinchazos pequeños y juntos otros eran de un diámetro mayor y estaban más separados. Pensó que quizás se tratase de algún tipo de tatuaje a base de pequeñas cicatrices muy similar a los que se realizan en ciertas partes de África, pero no estaba completamente seguro.
—Esperen un momento caballeros, quiero examinar algo antes de irnos —dijo el señor Absenta.
Sacó de su chaqueta una pequeña caja de madera con las iníciales en latón de la Absenta’s Mannor incrustadas en ella. Del interior extrajo unas extrañas goggles compuestas por múltiples lentes de diferentes diámetros y colores, algunas llevaban grabadas al acido diferentes sistemas de medición de tal manera que si uno utilizaba una combinación de lentes de aumento a modo de microscopio las marcas te permitían medir como una regla el tamaño del objeto a analizar. Otras eran filtros polarizadores similares al utilizado por von Krupp para detectar rastros de sangre y otras permitían al operador detectar ciertos fluidos no visibles al ojo humano. Utilizando una combinación de lentes de aumento y filtro detector de sangre el señor Absenta pudo observar que lo que al principio le habían parecido pequeños pinchazos eran en realidad mordiscos, unos mordiscos que seguían una especie de progresión; siguió buscando mas marcas similares en ambos tobillos y gemelos, hasta que encontró una marca inequívocamente de mordisco en la parte interior del muslo cerca de los genitales del cadáver y que correspondía a la vena femoral. No había duda, esto explicaba muchas cosas, de repente se sintió mareado y confuso, a qué clase de aberración se habían enfrentado en la cripta por encima de ellos, que temibles seres pueden crecer a la sombra de una infernal relación parasitaria.
—¡Que le ocurre amigo Absenta! —preguntó todo preocupado el profesor Klauss mientras le sujetaba al ver que le flojeaban las rodillas a su amigo.
—Es increíble, no me lo puedo ni creer, si no fuese porque lo tenemos aquí delante y nos hemos enfrentado a la otra criatura en la cripta que tenemos encima nuestro pensaría que es todo producto de mi imaginación.
—¡Por todos los Dioses señor Absenta! —gritó von Krupp —explíquese, infórmenos que es lo que ha averiguado.
—Creo que se que es lo que le ocurrió a este vampiro y que es la criatura que hemos matado allá arriba —respondió este ya más tranquilo. —Sólo hay una explicación aunque suene a locura, cuando la gran epidemia de peste asoló la región, este ser debió decidir hibernarse o entrar en algún tipo de extasis que lo dejo al borde de la muerte ya que su alimento debía escasear y puede que muchas de sus víctimas estuviesen infectadas. Cuando la gente de la villa decidió enterrar los cuerpos de los enfermos no podían imaginar que él estaba aquí, dormido en esta cripta secreta. Luego un día un pequeño murciélago hematófago seguramente la versión europea del “Desmodus Rotundus” de la familia de los desmontidos aprovechando que el portal de arriba estaba abierto para bajar más cadáveres se coló dentro, ya no sé si a sabiendas de que aquí encontraría algún tipo de alimento o por una torpeza suya, al intentar alimentarse con la sangre de los cadáveres infectada por la peste he de suponer que no le sentaría muy bien así que utilizando su finísimo olfato buscaría otra fuente de alimento y la más cercana estaba justo debajo de él, se arrastraría por una de esas madrigueras de topo que se ven ahí en la esquina y llegaría hasta aquí donde el vampiro yacía dormido. El pequeño murciélago empezaría a alimentarse del vampiro mordiéndole en la planta de los pies, ya que no estaban cubiertos por la túnica. Debido a las cualidades casi mágicas de esa sangre, el pequeño murciélago se fue transformando y haciendo más grande a medida que ingería más y más sangre adquiriendo algunos rasgos antropomórficos, hasta que hubo un momento en que asimilo toda la sangre y esta se convirtió en la de un Nosferatu Prime. Paso de ser un murciélago a ser un Murphir, en parte quiróptero, en parte vampiro. Una anomalía de la naturaleza, una abominación o una criatura desgraciada. Es un proceso similar a cuando los lobos son mordidos por un hombre lobo, se convierten en humanos pero con la mente de un lobo. Pobres desgraciados no pertenecen ni a este mundo ni al otro. Cuando hubo agotado toda las sangre del cuerpo el murciélago ya completamente transformado en la criatura que hemos visto salió por la lapida de piedra y fue en busca de más alimento, atacando a los animales del pueblo, mientras el cuerpo desangrado del Nosferatu se consumía y momificaba.
—Vaya… —dijo el señor Costantine llevándose las manos a la cabeza —miren ustedes por donde hemos descubierto a una criatura que se suponía era un mito.
—Un mito como los Damphir, seres mitad humano mitad vampiro, pero el hecho de que nadie haya visto ninguno hasta ahora y que solo aparezcan en las crónicas antiguas no significa que no existiesen como podemos ver en este caso —argumento von Krupp mientras miraba más detenidamente el rostro del vampiro como si intentase reconocer la identidad de su propietario.
—Creo caballeros… —añadió el profesor Brokenhaimer —que ahora ya podemos afirmar sin duda alguna que nuestro trabajo ha sido realizado y con mucho mejor resultado que lo esperado, la criatura está muerta ese Murphir o como se diga, el vampiro también está muerto y todos hemos salido bastante bien parados, bueno… excepto el amigo Absenta claro.
—Por mí no se preocupen señores estoy perfectamente —respondió el señor Absenta sonriendo de oreja a oreja.
—Entonces regresemos al pueblo esta experiencia me ha abierto el apetito y creo que podría comerme un caballo entero. —dijo von Krupp mientras daba una fuerte palmada en las espalda al señor Constantine.
—Pues yo me apunto von Krupp. —agrego este dándole una palmada aun más fuerte mientras ambos se echaban a reír a carcajadas.
—Sí, pero antes… —y entonces sin mediar palabra el profesor Klauss se giró hacia los restos momificados del vampiro, apuntó con cuidado su lanza estacas y disparó un certero tiro que hizo impacto en el ennegrecido corazón quedándose incrustada en él la estaca. —Ahora si podemos irnos —añadió sonriente. Ahora sentía un gran alivio, su nerviosismo anterior había desaparecido, sentía que había concluido una tarea que había iniciado hace muchos años su difunto padre.
El grupo se fue alejando del altar de piedra con su cadáver desnudo postrado encima de él en dirección a las escaleras cuando el señor Absenta se volvió y corrió en dirección al cuerpo momificado.
—¿Adonde va? —preguntó contrariado el profesor Brokenhaimer ya que tenía muchas ganas de salir del oscuro hipogeo.
Como si quisiera contestarle, el señor Absenta se agachó y recogió del suelo la túnica negra que había cubierto el cuerpo del vampiro y lo depositó con mucho cuidado encima de él tapando su desnudez. Justo cuando estaba cubriendo el rostro de la criatura la herida del hombro se le volvió a abrir vertiendo una pequeña cantidad de sangre encima del rostro momificado quedando este cubierto por el rojizo líquido.
—Vaya por Dios, que desaguisado, espero que nadie me haya visto, bueno la túnica lo tapará.
Una vez cubierto el cadáver el grupo reinició el regreso a la superficie.
—¿Por qué lo ha hecho Señor Absenta? —preguntó el profesor Klauss.
—Lo siento me pareció una inmoralidad no cubrir su desnudez, sí lo sé es un cadáver y encima de un vampiro, pero no me ha parecido correcto dejarlo así.
—Estoy de acuerdo con usted, ha hecho muy bien. —le respondió el profesor Klauss dirigiéndole una sonrisa mientras todos confirmaban con un movimiento afirmativo de su cabeza que ellos también estaban de acuerdo con la acción del señor Absenta.
Comenzaba a clarear cuando el grupo llegó a la superficie. El alcalde Ladislau más tranquilo al verlos sanos y sanos no paraba de preguntarles a uno y otro como había ido todo y si la criatura había muerto, el profesor Klauss le confirmo la muerte de la criatura aunque obvio hablar de la existencia del Nosferatu Prime y de la cámara subterránea secreta. Al llegar a la casa del alcalde se encontraron con que les esperaban los miembros del consejo con el consejero Olieq a la cabeza. El profesor Klauss sabiendo que no les haría mucha gracia a los miembros del consejo su aventura en los subterráneos del cementerio les confirmó la muerte y completa destrucción de los restos de la criatura pero cambiando la situación de los acontecimientos que ahora habría sido fuera del cementerio en el interior de una pequeña gruta indicada por el alcalde Ladislau. Al día siguiente después de un abundante desayuno decidieron partir de regreso a casa, el grupo de exploradores en su diligencia que ya les aguardaba bien pertrechada y con las mulas descansadas y von Krupp en un enorme caballo negro con una silla de montar en la que destacaba una pequeña cabeza de oro de un león carpatiano. Todos tendrían una buena historia que contar al llegar a casa, el hallazgo del cadáver de un Nosferatu Prime y la primera muerte certificada de un Murphir.
EPILOGO
Anochecía en Vladek, un fina capa de nieve empezaba a cubrir las lapidas del cementerio, pero abajo muy abajo en el interior de una cripta de forma octogonal el ambiente era más cálido y seco, hacía varios días que el grupo el profesor Klauss había acabado con la vida del Murphir y el cadáver del Nosferatu seguía tendido sobre el altar con la túnica cubriendo su cuerpo desnudo. La sangre vertida por la herida del señor Absenta había manchado el rostro apergaminado y reseco del cadáver humedeciéndolo ligeramente, un pequeño hilillo de sangre había surcado las grietas de la piel dirigiendo el rojizo liquido hacia la comisura de los labios, impregnándolos, rehidratandolos, la boca se abrió ligeramente dejando penetrar la sangre en la oscura oquedad que era su boca.
Entonces bajo la túnica, la criatura abrió los ojos.
FIN
Viktor von Krupp- Catedrático malvado
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Re: Relato Colmillos en la oscuridad
Fascinante. Tiene usted dotes. Se lo he leído a mi hermano y se ha quedado sin palabras. Enhorabuena.
Re: Relato Colmillos en la oscuridad
En otros post ire añadiendo "Los archivos secretos de la Ars Obscura".
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Re: Relato Colmillos en la oscuridad
Bueno, ya lo leí hace tiempo y fue realmente genial. Me encantó la vuelta de tuerca al final. Realmente está es una obra muy digna. y muy buena.
Re: Relato Colmillos en la oscuridad
Mr William Darkgates escribió:Bueno, ya lo leí hace tiempo y fue realmente genial. Me encantó la vuelta de tuerca al final. Realmente está es una obra muy digna. y muy buena.
La verdad es que si hubiese sido por mí hubieran muerto todos los personajes o vuelto locos muy al estilo Lovecraft "La vida es algo espantoso" (no porque me cayesen mal sino por el final tipo "a lo tremendum") . Pero opté por un final más clásico, más en plan ¿habrá segunda parte? .
Viktor von Krupp- Catedrático malvado
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Re: Relato Colmillos en la oscuridad
El clásico final "hay cosas para las qe la humanidad no esta preparada" nunca falla. He dicho.
Re: Relato Colmillos en la oscuridad
Capitán Arkelao escribió:El clásico final "hay cosas para las qe la humanidad no esta preparada" nunca falla. He dicho.
Más de acuerdo no puedo estar
La verdad es que si hubiese sido por mí hubieran muerto todos los personajes o vuelto locos muy al estilo Lovecraft "La vida es algo espantoso" (no porque me cayesen mal sino por el final tipo "a lo tremendum") . Pero opté por un final más clásico, más en plan ¿habrá segunda parte? Very Happy .
Gracias al señor que no se puso en plan Lovecraft por que todos los personajes caen bien, generan empatia. Además, yo me hice esa misma pregunta después que terminé de leerlo.
Re: Relato Colmillos en la oscuridad
Capitán Arkelao Dakkar escribió:Pido permiso para publicar su relato en mi revista.
Por mí no hay ningún problema. Pero he de advertirle que tampoco es que sea de lo mejor que he escrito. Con eso me refiero a que mi intención al escribirlo no fué más que entretener a la gente del foro (y entretenerme yo ) incorporandolos a una historia en plan folletinesco muy habitual en el siglo XIX. Pero si a usted le gusta, tiene mi beneplacito para publicarla. Recuerde que hay algunos personajes que son del foro, no olvide preguntarles a ellos.
Viktor von Krupp- Catedrático malvado
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Re: Relato Colmillos en la oscuridad
Bueno, si quiere darme otra cosa para publicar, encantado, todavía necesito un par de relatos para poder publicar la revista. Si es de estilo cthulhu mejor.
Re: Relato Colmillos en la oscuridad
Capitán Arkelao Dakkar escribió: Bueno, si quiere darme otra cosa para publicar, encantado, todavía necesito un par de relatos para poder publicar la revista. Si es de estilo cthulhu mejor.
Si no tiene mucha prisa, quizás podría revisar este y corregir algún defectillo de estilo y cosas así. Es que ahora ando liado con varias cosas (terminar el relato de la antología, síiiii todavía ando en ello , enviar las fotos del libro, etc.). Y en media hora me pongo a comer, me voy a currar y no vuelvo hasta casi media noche.
Viktor von Krupp- Catedrático malvado
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Re: Relato Colmillos en la oscuridad
Viktor von Krupp escribió:(terminar el relato de la antología, síiiii todavía ando en ello ,
Síiiii todavía anda en ello, porque el maldito sabe que si no llega a tiempo se aumentará el plazo hasta verano si le hiciese falta. Es lo que tiene tratar con la nobleza
Re: Relato Colmillos en la oscuridad
Me queda poco, juro que me queda poco. He tenido que viajar al años 802.701 para contrastar unos datos de H.G. Wells.
Viktor von Krupp- Catedrático malvado
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