Refinado dispositivo de vuelo para la dama moderna.

Como todos vds. saben, hace unos años que el viaje aéreo causa furor en nuestra sociedad. Y no es para menos. La capacidad de ver el mundo desde las alturas nos había estado vedada hasta hace poco, quedando reservada a las aves y a los aventureros más intrépidos. Es por eso que desde el momento en que el avance de la tecnología lo hizo posible, todas las damas y caballeros con posibles se han lanzado a la aventura aérea. Pero algunos no nos resignamos a ver cómo se desliza el paisaje desde la barandilla de un dirigible. El deseo de emular a los pájaros es demasiado fuerte y, ya sea por necesidad o por aficción, nos lanzamos a flotar entre las nubes. Para ello es necesario, incluso diría que vital, contar con un dispositivo adecuado que nos permita mantenernos en el aire y a la vez nos confiera cierta capacidad de maniobra. Habrán obsrvado que de unas temporadas a esta parte, las alas de diversos tipos son el dispositivo preferido de los exploradores de las alturas. Es más, incluso han entrado a formar parte del vestuario habitual de ciertas personas.

En mi caso, la búsqueda del kraken aéreo me obliga a pasar bastante tiempo en el aire y, en muchos casos, a alternar largas largas travesías aéreas con cortas bajadas a tierra. Comprenderán entonces que uno de mis problemas sea la aparatosidad que es común en este tipo de dispositivos. Su gran envergadura, aunque muy útil en vuelo, me resultaba incómoda para moverme dentro de las aeronaves y de lo más engorrosa en las situaciones sociales a las que, por fuerza, me veía obligada a atender de tal guisa.

Con estas ideas en mente, decidí fabricar un dispositivo más versátil, que además de fiable fuese lo suficientemente compacto y elegante como para ser utilizado en tierra en cualquier ocasión.

El uso de un núcleo de Cavorita me ha permitido acortar drásticamente la envergadura de las alas, ya que es el efecto antigravitatorio lo que las mantiene en el aire.

Para controlar la altura y la velocidad de elevación, utilizo una corriente eléctrica que activa y desactiva el mineral. De este modo se consigue una respuesta mucho más rápida que con los cambios de temperatura (el método sugerido por el Prof. Cavor), y por ello una mayor maniobrabilidad.

Como habrán notado, las alas han quedado reducidas a meros alerones que se utilizan únicamente para controlar la dirección. Además, una vez en tierra se pueden plegar a la espalda y abrirse nuevamente utilizando unos tiradores instalados a tal efecto:

Por último les dejo un par de fotografías para que puedan verlas en acción, en una reciente expedición que he tenido el honor de compartir con otros habitantes de este caserón.